IV
A un tipo común de normalizar la filosofía en América Latina lo llamo "fervor sucursalero". Pero, ¿cómo podría pretender ese vicio colonial conformar un proceso de normalización? Sin duda la historia del pensamiento teórico en español y en portugués ha sido pobre. De ahí la necesidad de educarse escuchando voces extranjeras. A lo largo del siglo XX se acudió a enseñanzas en diversas lenguas, en los últimos veinte o treinta años mayormente a las que se transmiten en lengua inglesa. De esta manera, para quien se dedica a la filosofía en español o en portugués, en su juventud, hay corrientes de pensamiento de algún lugar lejano que suelen deslumbrarlo. Por desgracia, pasado el tiempo, ya no se indaga más: se continúa el resto de la vida paralizado en la repetición de fórmulas aprendidas, que poco a poco van perdiendo su contenido. Como se considera que las Casas Matrices del Pensamiento están en otra parte, se reduce la pretensión de asumir la perspectiva de la extrañeza a un asunto de administración de franquicias. Por ejemplo, en la filosofía se trata de administrar franquicias como "la ética kantiana", "el utilitarismo", "la lógica", "la modularidad de la mente", "el aborto", "la teoría de los mundos posibles", "el deconstruccionismo". Por consiguiente, a partir de cierta edad ya nadie se siente interpelado por ese desafío de la perspectiva de la extrañeza que consiste —sin fanatismos de ninguna clase— en pensar por cuenta propia. En lugar de esa tarea disruptiva se practica una actividad académica normalizada que ya sólo se rige por la "lógica de las afiliaciones". Otro tipo común de normalizar la extrañeza es el "afán de novedades". Reaccionando en contra del amurallarse en un autor o en la corriente de pensamiento que se aprendió de joven, quienes se dedican a la filosofía en español o en portugués suelen tener la mente bien abierta. Por supuesto, la apertura de mente y el deseo de investigar nuevos asuntos son virtudes preciosas. Los tropiezos comienzan cuando esa apertura se vuelve otro vicio colonial: excusas para carecer de proyectos más o menos abarcadores y a largo plazo. Es previsible que en las Casas Matrices del Pensamiento constantemente se publiquen nuevos trabajos: cada día se están pensandootros problemas o los mismos pero con otras técnicas que forman parte de otras discusiones o, meramente, de otras modas. Al estar pendiente de tales discusiones o modas, la curiosidad degenera en la voracidad del consumidor insatisfecho. Así, a quien ha sido presa del afán de novedades ya no le preocupa asumir de vez en cuando la perspectiva de la extrañeza para entender y explicar siquiera algún fragmento, por mínimo que sea del mundo y de nuestras responsabilidades en él, sino que esa perspectiva se sustituye con una creciente codicia a la que se llama —eufemísticamente— la "lógica del estar al día". En contra de estos vicios que procuran normalizar la perspectiva de la extrañeza en América Latina se nos suele llamar a liberarnos y a recobrar nuestra peculiar diferencia: a dejar de mirar tanto hacia afuera para apreciar un poco lo que hemos sido y somos, y lo que ha sido y es la circunstancia que nos rodea. Hay que descolonizarse. Hay que recobrar la memoria histórica de tanta catástrofe para poder actuar con justicia. Lástima que con razones como éstas pronto se cultive un nuevo vicio colonial: esa euforia de las identidades colectivas que expresan los "entusiasmos nacionalistas". Con este alboroto se producen esperpentos en la forma de filosofías nacionales: la "filosofía mexicana", la "filosofía boliviana", la "filosofía ecuatoriana". Como consecuencia, se inician pequeños negocios que, como la venta de artesanías, en ocasiones logran cierto éxito al amparo de esos nuevos títulos de nobleza, las "lógicas del color auténtico". Sin embargo, urge de nuevo interrumpirse. Preguntemos ya: ¿acaso no es escandaloso subsumir bajo la etiqueta "mala normalización de la perspectiva de la extrañeza" actitudes y programas epistémicos y vicios coloniales tan diferentes como los anotados? ¿Qué podría, aunque no fuese más que borrosamente, vincular tales empeños que oscilan entre indicadores de impotencia y algunos programas serios de investigación?
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