Isabel Fraire |
Isabel Fraire nació en México, D. F. el 8 de diciembre de 1934. Ha publicado los siguientes libros: 15 poemas, Katharsis, Monterrey, N. L., 1959; Sólo esta luz, Editorial Era, México, 1969; Isabel Fraire, poems, versión bilingüe de su poesía en selección y traducción de Thomas Hoeksema, Mundus Artium Press, Athens, Ohio, 1975; Seis poetas de lengua inglesa: Pound, Eliot, Cummings, Stevens, Williams, Auden, selección, introducción y versiones de Isabel Fraire, SepSetentas, México, 1976; Poemas en el regazo de la muerte, Editorial Joaquín Mortiz, México, 1978. |
Nota introductoria |
La poesía de Isabel Fraire tiene un indispensable y sorprendente carácter espacial. La misma posibilidad de esa zona neutra y disponible que crea la hoja en blanco, como un exacto equivalente del silencio original, parece determinar su necesidad de aparecer. Aparece también para desaparecer en la aparición: hablar para romper el silencio y permitir que las palabras encuentren el silencio. En estos poemas esparcidos en el espacio, alados, evanescentes, huidizos, en los que todo se reúne y todo parece dirigirse a su inevitable dispersión para encontrar en esta inesperada contradicción su verdadera y más cerrada forma, las palabras no sólo se oyen sino que también se muestran, nos obligan a verlas, en el espacio del poema, como si fueran objetos uno al lado del otro, uno arriba, otro abajo del otro, separados entre sí por blancos llenos de significado, pero que no tienen el poder de transformar el significado único y propio de cada palabra, sino que nos lo hace visible y sensible de una manera diferente. Es muy importante aclarar de inmediato que Isabel Fraire no busca realizar una poesía meramente tipográfica, no quiere convertir al poema en un puro objeto visual. Y no obstante, tampoco es posible ignorar que la disposición en la hoja de cada poema contribuye de una manera poderosa a fijar su significado o más bien habría que afirmar que determina el tono de ese significado, que hace de él no una afirmación conceptual, aunque el valor conceptual de las palabras no se pierda, sino un poema en el que ese valor conceptual se pone al servicio de una forma más ligera y simultáneamente, por eso mismo, más grave y definitiva. Isabel Fraire juega con las palabras, las acomoda como en un rompecabezas o como en un calidoscopio para recordar uno de sus objetos favoritos e insinuar un poco el carácter mágico y casual de ese juego en el que siempre interviene el azar para fijar las posibilidades de la belleza. La regla básica de ese juego, la regla a la que el poeta no puede dejar de someterse porque la obedece aún sin darse cuenta, es crear una serie de apariciones mediante las que el mundo se refleja en el poema y el poema en el mundo. Sueltas, haciéndose eco una a la otra, huyendo y reuniéndose, las palabras van fijando los precisos perfiles de una imagen que continuamente se desvanece y vuelve a mostrarse. Es difícil tratar de definir esta poesía más allá de ese continuo propósito de unión y separación y sin embargo todo aparece en ella: las preguntas que el poeta se plantea y las respuestas con las que se inquieta o se consuela, los estados de ánimo, las reacciones emocionales, la rebeldía y la sumisión y aparecen sobre todo las propias apariencias del mundo como si al dejarse ver colocadas en un orden inesperado y aparentemente arbitrario y al hacerse escuchar desde ese orden, afirmando su independencia, luchando por recobrar su inocencia, las palabras adquirieran un nuevo poder de revelación, nos obligaran a ver un paisaje desconocido a primera vista y luego inevitablemente cercano y entrañable. Posiblemente, lo más seguro es declarar que no hay nada nuevo ni original ni profundo ni inesperado en los poemas de Isabel Fraire. Ella está en el mundo y se deja conducir y a veces lucha contra las fuerzas que pretenden conducirla y siempre resulta derrotada. Pero lo nuevo y original y profundo e inesperado es el poema mismo, cada uno de sus poemas, cada uno de sus versos, cada una de sus palabras, que saltan y nos sorprenden y se adentran en nosotros quedándose allí para siempre. Esta poesía es extremadamente peligrosa. Aun cuando es triste o melancólico o meramente malhumorado, todo resulta bajo la mirada de Isabel Fraire fácil, risueño y ligero, con una ironía apenas tangible, nunca intelectual y siempre profundamente natural. Pero al final el puñado de palabras esparcidas como negros signos en la virginal blancura del papel crean un murmullo continuo, ininterrumpido, del que es imposible apartarse y que no deja de ser el exacto equivalente de ese silencio original, idéntico al de la blancura del papel antes de ser asaltado por la alegre libertad de las palabras del poema. |
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como un inmenso pétalo de mangolia |
el viento acaricia las dunas forma olas, forma cordilleras, forma rostros borra olas, borra cordilleras, borra rostros el mar cae sobre la arena la moja avanza asciende un sucio collar de espuma se retira queda la arena seca el mar se levanta y corre hacia la arena una y otra vez otra otra |
yo creía que la muerte era una forma más de ser |
Breve incendio de pájaros agudos |
en el anfiteatro del silencio |
alta vuela la noche |
mi amor descubre objetos |
no te deseo |
[Después de ver Jules et Jim]
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que haré |
sigues regresando al mismo lugar como en un sueño |
81/2 |
ahora |
creo que el tiempo
gira lenta más lentamente y se detiene ahora y estamos en el sol sobre el pasto y alrededor cada cosa que miro también está estando |
día de verano |
La ciudad luz
I
el metro de París es una malla subterránea
II
la atmósfera del Sena sol blanco contra nubes blanquecinas un blanco puente tiende lentos arcos sobre agua que corre del pasado a nosotros cargada de recuerdos
III
nuevamente
IV
durante el trayecto y luego en los andenes
V
el día veintiséis de noviembre
VI
que tarde o temprano |
todo este siglo veinte es un largo pataleo |
Europa
en este minicontinente |
El tiempo vuelto a perder
intento varias veces releer un párrafo de Proust
CONCLUSIONES
no hay que intentar leer a Proust en el tren subterráneo |
Amor y teatro I gesticular mirando con el rabo del ojo hacia el espejo espejo ante el espejo para qué en el fondo no soy no puede nadie ser sino esta nada este ojo este cero que se refleja en otro cero y el amor más glorioso dos ficheros de imágenes que por azar coinciden II Y SIN EMBARGO quiero sacar mi yo de detrás del espejo y clavarlo en el tuyo sin remedio
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Utopías contemporáneas
el otro día en una fiesta |
a veces me irrita darme cuenta de que escribir está lleno de |
sentido del arte o también aquí hay un círculo
y ése es Miguel Ángel |
a Virginia Woolf
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y todo ha de terminar en un oleaje de amargura que rompe sobre su cabeza mientras avanza lentamente dando la espalda al mundo que estalla como una pústula las olas estallan contra la costa el veneno se acumula lentamente pujante efervescente multiplicándose las causas y los síntomas de la putrefacción hasta que las membranas se rompen incapaces ya de contenerlo y se derrama horror indescriptible profecía realizada estallan estallaron estallarán y sin embargo hay momentos en que el mar es un remanso que llena el horizonte y se justifica la intensa voluntad la voluntad de ver de verlo claro de llenarse de ese momento eterno en que el mundo es perfecto visible radiante mecanismo una ola tras otra reproduce chorreante su equilibrio esplendoroso |