Pontos En el fondo de los ojos tranquilos del mar he visto el sueño caído, roto, del templo de un dios antiguo. ¡Ay, mármol frío del tiempo, mi vida que pierdo contra las heladas palabras! Arriba de la roca desnuda de la muerte ya sólo puedo levantar la alta columna de este dolor, un áspero, solitario grito, sin canto, sin recuerdo del canto, mientras se llevan negras alas de ventisca la luz del día por las cárceles del cielo y me reflejan, invitándome a partir, más allá de un serenísimo profundo camino, los ojos tranquilos del mar.
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