Primavera en Eaton Hastings
(Continuación)
XV Andar es lo ordenado. Seguir nuestro camino llevando a los costados el césped satisfecho y el alto pino, demasiado alto. Así nuestra palabra va bien con nuestro paso solitario. Tú sigue tu camino. Yo quiero recostarme sobre el árbol y ver pasar la tarde... Tanto tiempo que mis ojos inmóviles olvidaron su oficio no han de negar su condición de espejos: deja correr el río deja volar la nube por mis ojos abiertos y tranquilos. XVI Para tener una gran voz que te contara —allí donde tú estés— mi sueño de esta hora… Si se lo digo al árbol ¿quién llevará el mensaje a través de las aguas? Si se lo digo al viento ¿quién guiará sus potros a través del espacio? Te lo diré al oído, sombra que me acompañas. XVII Hoy quiero hacer un verso que lleve un vuelo curvo, que camine conmigo y dé la vuelta al lago así veré tu techo perenne de verdores, bosque primaveral, y soñará mi frente una evasión posible por un cielo de hojas: así veré mi imagen mecida por tus aguas que fingirán la cuna que han hecho azul los años enredaré mis ojos en tus violetas breves, saludaré de paso al roble enternecido que ayer cruzó su rama con mi mirada amiga y al sapo que me huye con infantil torpeza; el aire que me lleva con alas juveniles me traerá despacio como un aroma lento: y volveré a sentarme sobre esta misma piedra y como el agua inmóvil seguiré hablando solo, conmigo y con el cielo… XVII Oh, fuego, hermano fuego: mirar, sólo mirar tu llama pura fiera y perpetuamente renovada dá vigor a mis alas y a mis voces. El dócil leño que te entrego ahora sabe más de soberbias resignadas que el corazón pequeño de los hombres. Ayer el sol de acero lo bruñía y lo mecía el viento enamorado: ayer las hojas verdes le brotaban cual un sudor de cándido rocío y lo lamía la inocente lluvia como una res tranquila; era su pompa orgullo de los prados y norte de los juncos su estatura: su pedestal buscaban los arroyos como las flores tímidas su sombra: hoy es él mismo flor y sol y lluvia. Mirándote tenaz, paciente y terco, con tu rosada lengua infatigable devorando a los troncos y a las horas hasta lograr, pavo real del viento, la plenitud de tu cenit glorioso fluye sereno el pulso y la labor diaria se remansa consciente del camino y de la meta. ¿Qué me dice tu luz, que no es luz sólo, sino calor cordial, lumbre de aurora? Mi soledad se funde en tu regazo y alrededor de mi cintura siento mil brazos que florecen. Fuera el duro granizo apalea los campos. En el hogar tu llama igual que un corazón, palpita y canta. XIX Hoy el sol puntual faltó a la cita. Mis ojos le han buscado en vuelo lento por todo el horizonte. Y el cielo reducido palidece en la espera. Sobre los verdes campos la lluvia se destrenza perezosa. Su desnudez es casta como un mármol. XX El verso humano pesa. Yo lo cojo en mis manos y siento que me dobla las muñecas. Mi traspiés juega mal con el camino y mi dolor contigo, oh blanca primavera. A veces de lo hondo del silencio que bordean las flores y la brisa acude el largo grito a mi garganta. La primavera rápida se esquiva, se rompe en mil pedazos el aire de veloz cristalería y cubre el sol sus desnudados miembros como una virgen tímida. Yo quedo sobre un monte de tinieblas aullando al horizonte de mi vida. Desde esta primavera luminosa ¿por qué no recordaros, vosotros que conmigo compartisteis la lluvia y el espanto? De vuestra sencillez sabe este agua, de vuestra dignidad sabe este árbol. Acaso vuestros rostros en borrasca rimaran mal con este culto prado:
pero también su cultivado césped lo ha sido por las manos. Hombres de España muerta, hombres muertos de España, ¡venid a hacerles coros a estos pájaros!
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