Canción
Guadalquivir: El espejo de tus aguas sabe del rodar suave de las tardes sevillanas. Ay, río que se me va. Ay, tarde que se me escapa. A cada paso del río va adelgazando la noche y las estrellas menudas ya nos parecen enormes. Capitán, pronto, la brújula. Que este río no va al mar. Que va a la luna. La palabra se rebela. Si no la cuidas se escapa porque tiene su querencia. Te procura. De noche te asaete de día levanta el vuelo y se aleja. La palabra busca siempre su querencia. Antes de dormirte todo hazte el dormido y espera; pero cuando llegue, cuídala, acomódala en su tienda, que sienta calor y frío, que se ajuste, que se avenga, que respire, que se quede. Y verás, si es que se queda, cómo suena la palabra cuando suena. Cuando me tiro de noche en el ataúd del lecho que es menos duro que el otro porque ya sabe mis huesos, me pongo a mirar arriba los astros de mis recuerdos. Aquél que se abrió de pronto cuando todo era misterio. El otro que se apagó antes de sentirse abierto. A veces grito iracundo: aquí me falta un lucero, aquí me sobra una estrella. ¿Quién hizo este firmamento? Una voz piadosa dice que no es cielo sino techo. —Por mi vida, grito yo, dejadme saber mi sueño. Donde yo pongo los ojos Todo es cielo—.
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