Las fatales
Las tres hermanas de negro se empiezan a marchitar al soplo de una desgracia que no se han dicho jamás. De negro se visten siempre, tal vez porque sentará a su cabello castaño y a su esbeltez natural; pero en el mudo designio de aquella fidelidad un vago pavor de duelo parece a ratos flotar. Cada una calla, aunque sabe con certidumbre total, que cuando venga el amado las tres juntas lo han de amar. Cada una sabe, aunque calla como un secreto mortal, que si una alcanza la dicha las otras dos morirán. Pero bien comprenden todas que, si un día ha de llegar, cada una querrá alcanzarla con inexorable afán. La dicha, en tanto, no llega acaso no venga ya… El amado que esperaban era una sombra quizá. Mas, en el luto que llevan sin querérselo explicar, pasa la sombra del crimen que nunca cometerán.
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