Fatalidad
Rogué al amor, por no verte, que me cegara como él. Perdí la vista y tu imagen flotó en mi sombra más fiel. Cansado de tus desdenes, ensordecer le pedí. Todo calló; mas tu acento, seguía cantando en mí. Al exceso de sus penas, perdí olfato y paladar. Mas tu aroma y mi amargura nunca las pude borrar. Que insensible me tornara, fuera fácil petición, pues mi dolor y mi vida ya una misma cosa son. Sólo me resta pedirle, para alcanzar la quietud, que me dé muerte y olvido en anónimo ataúd. Pero una duda me asalta bajo esta pena fatal: ¿Y si es el alma la herida?... ¿Y si el alma es inmortal?...
|