Figura y secuencia |
Colección reservada de sonetos votivos |
I II III IV V V (bis) VI VII VIII IX X XI XII XIII XIV XV XVI XVI (bis) XVII XVIII XIX XX XXI Si te busco y te sueño y te persigo,
y deseo tu cuerpo de tal suerte que tan sólo aborrezco ya la muerte porque no me podré acostar contigo; si tantos sueños lúbricos abrigo; si ardiente, y sin pudor, y en celo, y fuerte te quiero ver, dejándome morderte el pecho, el muslo, el sensitivo ombligo; si quiero que conmigo, enloquecida, goces tanto que estés avergonzada, no es sólo por codicia de tus prendas: es para que conmigo, en esta vida, compartas la impureza, y que manchada, pero conmovedora, al fin me entiendas. II ¿Qué sabes tú, qué sabes tú apartada injustamente en tu cruel pureza; tú sin vicio, sin culpa, sin bajeza, y sólo yo lascivo y sin coartada? Rompe ya esa inocencia enmascarada, no dejes que en mí solo el mal escueza; que responda a la vez de mi flaqueza y de que tú seas hembra y encarnada; que tengas tetas para ser mordidas, lengua que dar y nalgas para asidas y un sexo que violar entre las piernas. No hay más minas del Bien que las cavernas del Mal profundas; y comprende, amada, que o te acuestas conmigo o no eres nada. III Tus ojos que no vi nunca en la vida turbarse de deseo, ni saciados dormirse tras la entrega, ni extraviados mientras tú gimes loca y sacudida; tu oreja, dulce concha adormecida que no alojó a mi lengua de obstinados embates de molusco; tus negados, cerrados labios de piedad prohibida que hurtan tu lengua, rica pesca extrema, ni fueron nunca abiertos la diadema de coral húmeda y abrasadora que por tu rey mi miembro coronase: yo mismo en todo esto, hora tras hora, mi muerte fundo y a mi mal doy base. IV ¿Pero cómo decirte el más sagrado de mis deseos, del que menos dudo; cómo, si nunca nombre alguno pudo decirlo sin mentira o sin pecado? Este anhelo de ti feroz y honrado, puro y fanático, amoroso y rudo, ¿cómo decírtelo sino desnudo, y tú desnuda, y sobre ti tumbado, y haciéndote gemir con quejas tiernas hasta que el celo en ti también se yerga, único idioma que jamás engaña; y suavemente abriéndote las piernas con la lengua de fuego de la verga profundamente hablándote en la entraña? V Toda una noche para mí tenerte sumisa a mi violencia y mi ternura; toda una larga noche sin premura, sin nada que nos turbe o nos alerte. Para vencerte y vencerte y vencerte, y para entrar a saco sin mesura en los tesoros de tu carne pura, hasta dejártela feliz e inerte. Y al fin mirar con límpida mirada tu cuerpo altivo junto a mí dormido de grandes rosas malvas florecido, y tu sonrisa dulce y fatigada, cuando ya mis caricias no te quemen, mujer ahíta de placer y semen. V (bis) Toda una noche para mí tenerte sumisa a mi violencia y mi ternura, toda una larga noche sin premura, sin nada que nos turbe o nos alerte Para vencerte, y vencerte, y vencerte, y para entrar a saco sin mesura en los tesoros de tu carne pura, hasta que en un rendido hartazgo inerte te me duermas feliz y devastada; y entonces, yo tranquilo y tú sin nada por fin que defender, por vez primera mirarte dulce, amiga y verdadera, cuando ya mis caricias no te quemen, mujer ahíta de placer y semen. VI No sabréis nunca el odio que alimento, infame tejedor, sastre canalla, hipócrita modista que mal haya, por vuestro arte y su cruel tormento. Pues ¿no es infamia, niña, que un fragmento de nylon deleznable, o una malla de fino jersey sean la muralla en que se estrella el ardor más violento; y una hebra del éxtasis me aparte y cierre el paso a tu pezón, y el grueso de un hilo al foso que mi sexo anhela? Más yo haré trizas tu textil baluarte, y he de asaltar tu piel a puro beso, y al ariete forzar tu ciudadela… VII Los recuerdo turgentes y temblones,
(Soneto a la inglesa) Todo hombre sin mujer es un Crusoe. |