Antonio Porchia nació en Italia en 1886, pero residió desde muy joven en Argentina, hasta el día de su muerte en 1968. A principios de los cuarenta Porchia publicó en Argentina la reunión de sus Voces, en edición de autor. Luego, Roger Caillois tradujo este libro al francés en 1949. Asimismo en Estados Unidos, W.S. Merwin tradujo y publicó en 1969 una selección de esos poemas y la intituló Volees. Ajeno a las cortes literarias, a los elogios y los ataques, a envidias y resentimientos, escribía Porchia, en cuaderno de colegial, sus aforismos. Grata lección de una poesía que al propio poeta le sirve para limpiarse los ojos. Cuando Antonio Porchia afirmó que escribía para sí, simplemente era que se dejaba tomar por la palabra. Hacer aforismos, o leerlos, quizá sea una de las formas más auténticas y profundas del diálogo con uno mismo; un diálogo crítico, despiadado, irónico, autoparódico. El aforismo (al margen de lo que dice el diccionario: "sentencia breve y doctrinal que se propone como máxima") busca la contradicción en nuestra propia forma de comprender el mundo; ayuda al escritor (y al lector) a mantenerse con los ojos abiertos. En ninguna otra forma poética el discurso del silencio posee tanta energía como en el aforismo. La lucidez acaso consista en iluminar zonas inéditas del pensamiento, negando, dudando, descubriendo, y no en un filosofar metodológico. Tal vez sea viajar a fondo en el pensamiento, descorriendo velos que nos ocultan los otros mundos que tiene este mundo: vigilar ante las ausencias que representa la vida. En el aforismo se unen pensamiento y sentimiento, representados por esa palabra castellana que le gusta tanto utilizar a Roger Munier (otro maestro del aforismo) cuando explica esta fusión: co-razón. La crítica europea, a fines de la década de los cuarenta, afirmaba la presencia de un poeta deslumbrante. Rubén Vela nos dice: "Antonio Porchia jamás quiso darse por enterado de la fama que le llegaba desde Europa. Siguió siendo un hombre sencillo, trabajando con la pala en su huerto o en la profesión de albañil que tanto amaba". En su libro Entretiens 1913-1952, André Breton declara: "Debo decir que el pensamiento más dúctil de expresión española es, para mí, el de Antonio Porchia, argentino".
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