XI |
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Escribo sobre ti y así no escapas Anticipo tu misterio La bahía diadema engastada se alza en andamios de la muerte Veo la colina de los hibiscus aspiro la noche y perdura inalterable cuando tú incierto navegante llegas a puerto con la ganzúa prendida de acertijos de cábalas humeantes Sí tú mi as de espada transfiguración de Dios ocupado de sí mismo Errante como soy esquivo la luz Llego a ti pero adviertes que el dolor clava el marfil bajo mi yugular que sobrevive y vuelvo a embestir pluma en ristre sobre recuerdos que la imaginación reposa en espacios del riesgo donde caía antes de tiempo desliz en suerte —¿pero es el caso de transcribir la propia página?— Imagino buques en recalada naves de eslora inexistente naufragio de la oscuridad Y en esa visión te arraigo una vez más rasgo el velo lienzo de misterios —¿pero quién renuncia al poder de la manada?—
Por los montes asciende ya el vaho opalino del océano y me pregunto si bajo el mismo manto el mensaje llega si te libera o te tortura si en el curso de los planetas presientes la fragilidad de la carne la minúscula extensión de nuestro tiempo feliz coincidencia aquí y ahora en que atrapados pasemos a formar otro silencio
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Celebración de la memoria II
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Hay en mí restos de un continente devorado En la carta de rumbos testimonios de vejez larvada Riscos Páramo Mar en lecho El tiempo diluido en el piélago
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iv
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Para evitar los males que llegan del océano hizo levantar una colina de sal Sobre ella sus cancerberos otean el horizonte y aúllan a la luna Sí te aguardan
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Los amantes de Malta I
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Érase una reina guerrera que vestía su desnudez con perlas negras Érase que montaba vigilancia sobre las islas del reino en un altivo grifo de la Argalia y tomaba para sí los marinos más apuestos
¡Con mayor crueldad morían
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III
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No era fiable La soberana mudó de bando en medio de la guerra Amaba a uno Desposó con otro Abrazaba así la fe cristiana |
iv
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Cayeron en el abandono Nadie osó ceñirse la corona Languidecían Sensibles como eran al silencio huyeron los grifos Derrumbado el reino en su decadencia ya no exterminan a los náufragos Decidieron procrear hijos varones |
V
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La reina infiel vive a la orilla del ocaso Frente a espejos de azogue trenza el pelo hincha los carnosos labios Aroma de lavandas arropa su túnica magenta Afuera sobre el primer peldaño de la noche un grifo aguarda para llevarla a las tinieblas
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xii
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Amanece Otra barca al encuentro de Malta Ella abre sus brazos al amor clandestino |
xiv
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Aguardó la soberana en la ruta de Medina Ocultos se rinden al amor El placer es vértigo donde han sido atrapados Deciden prolongar su éxtasis Ahora mismo se entregan a la muerte |
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El desierto jubiloso
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(Fragmento) Mar adentro una hebra de humo supone derroteros apacibles y los vahos de octubre ondulan el paisaje terreno entonces olvida a los hombres insuficientes que denostaron esta [zona Acude al cronista "¿qué desean de nosotros?" porque hemos formulado nuestro decreto sabio y justo al observar las leyes de la errancia y sostener el régimen de las tentaciones Marcha así por el señorío de las especies prófugas tras los volcanes del golfo cuando el cíclope atiza su fragua y el cuarzo despedazado chorrea iridiscente ladera abajo Cuando los hombres ávidos llenan alforjas con mica o metales y piedras inútiles y las placas de basalto asoman uñas en territorios del diluvio Marcha luego entre los fermentos de la memoria en las hondonadas agrestes ahí donde los osarios blanquean sin virtud y el bosque de áloes luce vástagos donde el cráneo de un alucinado bovino asila escarabajos cornudos ante la mirada de los camaleones siempre apócrifa Marcha sobre el tumulto de las hormigas y el cuerpo perforado de un ser irreconocible en su último espasmo sobre mantos de grava que sublevan al silencio y huye por los desfiladeros perturbado por el gemido de sabandijas baldadas en su ayuntamiento múltiple por la escolta de altos nimbos en la insurrección del día sin sombras por el sueño siempre famélico y alado del peón de vallas que incita con sus tenazas el pezón extenuado de la compañera Para ellos canta A ellos al que clasifica flores de origen incierto al rastreador de caminos reales al solitario custodio de antenas al buscador de saetas de obsidiana al vecino de aldeas anónimas al emisario de las raíces mágicas al que persigue artefactos caídos del cielo al trazador de invisibles rutas que a cuestas lleva un [teodolito al explorador de vetas engañado con sedimentos y espato al que prepara alimentos insólitos en láminas ennegrecidas al inspector de salmueras en el canal de amargos y al que [criba sus gemas sin desfallecer al cosechador de damiana al memorioso guía de cuevas y petroglifos a la viuda insomne que espera al marido al vendedor de abalorios y almanaques caducos al cicatrizado por víboras en celo al desterrado sin queja al que se atreve en transportes desvencijados a la ramera trashumante al que mide los relevos siderales desde tiendas inhóspitas A ellos Para ellos canta
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