De Las estaciones rotas |
|
|
|
A Verónica Volkow
Frente a la puerta de la casa donde vivo |
|
I
Hoy hace un año, Junio, que nos viste
Un potro negro ciego desbocado |
|
A Héctor Azar
1 Las piedras silvestres nunca duermen sueñan en la inmortalidad de los seres y las cosas amadas Guardan en su interior el gran peso del mundo Arrastran la vida petrificada en sus entrañas Nadie sabe que son lisas y suaves por dentro Respiran saudades Ensueñan desde su anónima serenidad romanzas lustrales 2 Las piedras silvestres aman el orden secreto de la tierra su vaho guardián sofoco ideal para reproducirse Aman la lluvia religiosa puntual y su larga caída en algodones diminutos que limpian sus duras escamas velámenes grises en que navegan de un sitio a otro Las piedras silvestres aman el sol irreverente seductor a la hora del fuego sobre su deformada redondez Aman los días de campo espontáneos lujuriosos a los amantes sorprendidos en su plácido abrigo gozosos sordos a las miradas ajenas. 3 Las piedras silvestres son mudas El tiempo es su lenguaje secreto detenido en la sólida armazón de su piel Son sabias Guiñan un ojo al infinito y la eternidad esconde en la llanada su memorioso canto No recuerdan ni olvidan Su memoria resguarda los instantes primitivos remotos en imágenes selladas 4 Las piedras silvestres aman al mar a sus golpes feroces que tasajean su rostro Aman la sal el dolor cicatrizado que endurece su cuerpo sensitivo en una vieja escollera Aman al mar de lejos Lo añoran en los negros silencios nocturnos o en los claros fragores del día En la cúspide escalera del sol o en las profundidades del infierno 5 Cuando se rompen se quiebran se deshacen en partículas las piedras silvestres nunca mueren Tejen su telaraña de luz alcanzan la perfección en la otra vida —que es la misma— renuevan su mansedumbre y se aparean crecen se perpetúan.
|