El insurgente
Llegóse con precipitación a la puerta de la Real Audiencia y con evidente nerviosidad preguntó por el fiscal. —¡Pliegos urgentes de la Intendencia de Guanajuato! —gritó al ujier, quien se hizo a un lado para dar paso al que en tal forma requería la entrada. Pero no bien hubo entregado los papeles cuando ya salía para montar el caballo que lanzó rápidamente por el Puente de San Francisco, ante la multitud que se apartaba para dejar pasar aquel extraño personaje de rostro moreno y traje de cuero, que era un centauro sobre la silla galoneada en donde fulgía un largo machete corvo. —¡Un manifiesto sedicioso! ¡Una roja impía! —gritó el fiscal, saliendo a los corredores del palacio. Y daba grandes voces de cólera, y agitaba en sus manos una hoja toscamente impresa, y requería a los criados de perseguir sin dilación al mensajero. Pero ya el insurgente había dejado atrás Tacubaya y como una saeta iba por el camino de Toluca, en derechura del Monte de las Cruces.
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