No se culpe a nadie de mi muerte
Rosa María: antes de suicidarme, unas líneas: quiero que sepas todo el odio que por ti siento: antes de abandonarme por un jovenzuelo y de permitir que nuestro hijo muriera sin atención médica, te dedicaste a torturarme de modo sistemático contándome tus infidelidades, una a una, sin omitir detalles. Fuiste, en efecto, una mujer cruel, aprovechaste mi carácter débil para ensañarte, para convertirme en piltrafa. Ahora, lo poco que sé de ti es por amigos comunes; me cuentan que eres feliz dominada por el hombre que amas. El dinero que juntos despilfarran era mi patrimonio; esperaba la vejez sin intranquilidades amparado en ese capital en fuga. Es posible que todo lo perdone antes de levantarme la tapa de los sesos en un acto de valentía desusado en mí. Pero lo que nunca olvidaré es que te llevaste (y todavía no sé para qué) el osito de peluche que siempre estuvo sobre la cama. |