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SAKUTARO HAGUIWARA (1886-1942)
Nacido y educado en una familia acaudalada de la prefectura de Gunma, nunca tuvo problemas de tipo económico, pero sufrió constantemente por su poca salud. Su primer libro de poesía Aullar a la luna fue publicado en 1917. Fue el primer poeta moderno que tuvo éxito al dar al lenguaje coloquial un valor poético. La sutileza y suavidad logradas mediante el uso de un lenguaje muy propiamente suyo, una extraña mezcla del lenguaje clásico y coloquial, dan una musicalidad muy característica a la poesía de Sakutaro. Su melancolía y soledad baudelairianas son las de la vida urbana, tema que dio fundamento a su libro de poesía El gato azul publicado en 1923.
PIEDAD AMOROSA Sin duda, con tus dientes bellos y duros, mujer, masticarás el verdor de hierbas, Mujer, con esta tinta de hierba verdegay, el rostro te pintaré del todo, te excitaré a la lujuria, y nos divertiremos con juegos secretos a la sombra del follaje. Mira, aquí las campánulas mueven el cuello, allá cimbrean los brazos las gencianas. ¡Oh! abrazaré tu seno con firmeza. Tú, tú me empujarás con toda fuerza el cuerpo. Así, en medio de este campo desolado, retocemos como dos culebras. ¡Oh! yo, yo te acariciaré apretándote, te mancharé la piel hermosa con el verde jugo de la hierba. ENAMORADO DEL ENAMORAMIENTO Con la boca pintada, yo besé el tronco de un tierno abedul blanco. Yo, por más guapo que sea, no tengo pechos como pelotas. Mi cutis no esparce la fragancia de polvos finos. Soy un infeliz marchitado. Ay, ¡qué hombre tan pobre! En este campo de estío temprano aromado, en la arboleda fulgurante, me puse ajustados guantes de color del cielo. Me puse en la cadera algo parecido a un corsé, me enhariné la nunca con polvo. Así coqueteando sigilosamente como hacen las muchachas incliné la cabeza levemente, besé el tronco de un joven abedul blanco. Pintada la boca con el color de las rosas abracé al alto árbol blanco. FLAUTA VERDE En esta llanura crepuscular indolentes caminan en procesión los elefantes de orejas amplias. En el viento se estremece una luna amarilla de atardecer. Acá y allá flamean hojas de hierba como sombreros. ¿Se siente sola, Señorita? He aquí una flauta cuyo son es de verde transparente. Toque dulcemente una melodía. Temblando en el cielo diáfano invoque a su espejismo. Desde aquel remoto mar de añoranza lentamente se acerca una imagen. Parece como un gato degollado que se tambalea a la sombra de las yerbas de un camposanto. ¡Quisiera, en verdad, morirme en medio de tal paisaje desolado de crepúsculo, Señorita! CAZA DE LA LUCIÉRNAGA Una, desde el escote de mi amada hermana Una, desde la ventana de un hospital de leprosos Una, desde el pozo del linaje Una, desde los pies descalzos de Cristo Una, desde el dorso de un pez Una, desde el corazón de un homicida Una, desde mis manos pulidas En el lejano mundo nocturno cacé una luciérnaga. |