Danza
Shiva danzante Hormigas suben por el pie de tu estatua. Hilos de araña enlazan tus cabellos al círculo del mundo, arco de fuego. Enmarañado, lleno de calaveras, bebes hormigas. En tu diestra un tambor, placer que salta. Crea su estruendo el universo que a un tiempo sostienes en la palma de la mano. Allí también el fuego que todo lo destruye. Vuelan cenizas donde tu danza se desata. La noche se pierde en el ojo de silencio de donde emanan palabras y criaturas. Queda tu paso en el bronce detenido. Incendias hacia atrás toda memoria, hacia delante toda expectación. Y en el presente puro sólo te soy me eres. Los confines del mundo en las puntas de tu pelo enmarañado.
Uma adorando a Shiva (Sobre una miniatura paharí)
A Marie José y Octavio Paz
Dentro de sí oye la voz reverberando en el ámbito estrecho que va del eje en sus oídos a la frente alucinada. Sólo unas cuantas notas recorre la voz. Pierde modulación. Desnuda el sonido de cadencia, de ritmo, de letras cada sílaba desnuda. Es solo vibración, flecha que sube –salto de mono entre las ramas– y permanece en la infinita división de espacios que cubre cada paso de la hormiga, cada grano de arena en la ribera. Vibración surgiendo de sí misma corriente única sin escala ni fractura sin pausa sin eco continua ya idéntica al silencio fijo fluir– río de plata a cuya orilla se sienta Uma. Su casa de bambú tiene el suelo cubierto de hojas frescas. Uma escribe. El río se desdobla como un lienzo. Uma sonríe. Su cabellera parece un pez oscuro. Ha cubierto de flores la piedra blanca vertical sobre el óvalo blanco que atraviesa. A un lado, paralelas, ha dispuesto las hojas escritas. Tiene otra en la mano. Uma escribe con tinta roja sobre hojas de mango. No hay poniente ni oriente. Hay luz sin sombra mientras escribe Uma. Su falda es de hojas. –absorta un instante un ojo mira con los ojos cerrados ese ojo la mira ese ojo es lo que mira y es también lo mirado la mirada joya brillante mil ojos la cubren átomo de luz girando sobre sí mismo. Afuera el sol pasa entre los árboles. El río juega en sus orillas. Un olor de jazmín se detiene en la frente de Uma. Una gota de miel desciende a su garganta. Uma vestida de hojas, sentada frente a la piedra blanca.
Shakti Salgo de ti como tu sombra. Doy vueltas en torno a ti, danzo en silencio. Te acecho al borde de tus pensamientos, te sigo en tus actos invisible, doy forma a tus deseos. Soy la forma de todos tus deseos. Soy el agua del río transparente donde te sueñas llevado por la muerte, soy las piedras azules en el fondo visitadas por. los rayos de sol –como peces dorados bajo el agua– Soy la piedra sin tiempo en el jardín, la piedra gris del muro donde reptan hiedras a lo alto. Hiedra, piedra serpiente, ruido de agua que cae, pez silencioso, bruma coronando a lo lejos las montañas. Soy el sol en tus cabellos, el tintineo en una copa, el agua que bebes al despertar. Soy el néctar cayendo hacia tu lengua, soy tu deleite, soy tu embriaguez. Vuelvo a ti cuando me llamas, desaparezco. En ti quedo disuelta, conciencia irreflexiva, placer vivo. Y de nuevo la expansión sin límites desde ti fuera de ti me lleva. Traspaso las formas. Libre estoy en el espacio sin espacio. En el espacio mismo me conviertes Voy hacia todos los puntos cuyos centros son uno cuyo centro yo misma soy. Marco los confines, pongo reglas al juego, me divierto me divido me disuelvo. Soy sólo emanación. Soy vibración pura, sonido que se condensa y crea formas. Soy la flecha del impulso, el movimiento, el soplo. Soy la forma oval perfecta, las sustancias que se nutren mutuamente y crecen, la pequeña espiral, la más pequeña partícula dictando la lectura de su propia forma, escribiéndose ya, por sí misma, bajo el auspicio silencioso de este juego. Tu espejo mismo soy –tan sólo tu deseo. Y tú eres todas las cosas sin dejar el recinto ensimismado, secreto, donde no nos separa todavía tu pensamiento, donde el impulso en sí mismo se cumple, es solamente, antes del tiempo, antes del sonido, de la palabra misma con que ahora nos invocan, nos dicen, nos preguntan.
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