Emblemas
I. Deidades II. Visiones III. Palabras
I. Deidades
Naráyana
Para Rubén Bonifaz Nuño
Pasan las estaciones y a la hora en que la noche tendía al horizonte su neblina de invierno se alza ya sobre las aguas el sol, corona amarilla, votos por el día que se enciende. Y bajo el día la noche de Naráyana hace ondular brazos azules desde su lecho de serpientes. Y tu sueño va imbricado en sus escamas!
Nataraja Perfil de tu danza. Media sonrisa apenas se dibuja. Brillo azul en el hombro. El arco de tu pie sostiene en vilo el universo. Un poco más en tu ademán y montañas derrumbas. Menos acaso y la roca fracturada crece limos violetas.
Krishna
Uno entre todos tus rostros me convida a tomar de tus labios la blanca hojuela. Ya el sueño te traía en las ropas del dios adolescente, descalzos pies de loto y de la alforja al hombro las especias suaves.
Gáruda Viajo presa de la garra gigantesca. Queda abajo el recodo donde agitaba en vano mis pañuelos. ¿Qué es del ala en el vuelo, qué del aire? Cubren montañas la extensión visible. (No despierto aunque quiero). La garra tibia me adormece y veo de pronto asomar el pico.
Indra
Irrumpes de lo informe. Un instante como el rayo y tu herida es mortal. Fuego enciende tu paso.
Kali
Su cuerpo es oscuro como la Muerte; la eternidad brilla en su frente. Ramprasad
Tu ira estalla, oh Madre. Un resplandor verde me ilumina. Trituras los campos, los rebaños, las cercas blancas. Todo gira. Tu hacha me traspasa. Salta mi sangre y al caer va formando mundos con rumbo propio. Mis huesos sedimentan otros lechos. Mi calavera adorna tu guirnalda. Oh Madre, tú eres lo que destruye y lo que se destruye, eres un puente colgando entre dos eras.
Sarásvati
(en Guru Púrnima)
Mi canto es sierpe hoja de terciopelo Mi canto –tuyas son las palabras– tus pies envuelve lotos asciende por tu cuerpo y te corona Mi canto te cubre te subyuga Es círculo perfecto luna llena Rotación de flamas aromas En pájaros convierte. las palabras
Muktéshwara Tuyas son esas formas. Tuyos todos los nombres. Un asunto al azar de la memoria, si digo: has dormido en un lecho de serpientes, has sentido en la cabeza precipitarse un río, has pulsado una cítara, has salvado de un salto la prueba del agua, has nacido de un loto a la mañana, has danzado desde el centro del mundo mientras cierras los ojos sentado sobre esta piel de tigre.
II. Visiones
1. Mar de plata viva ciudad de oro el rostro de piedra entre el follaje en su trono se alcanza pisadas en el aire pies transparentes de oscuros capullos desprenden su vuelo de la seda velos en fuga
2. Sudárshana Arriba entre las hojas disco incandescente círculo de oro No es el sol no la manzana y su dragón dormido Un instante reluce entre el follaje no turbado
3. Loto Propicias al pájaro y la abeja corazón de flor De ahí las miles pródigas y el vuelo acerado en lo nocturno De pronto silencio de pájaros ya perdidos de canto Y miras a la abeja que te ronda Flor, tu corazón
4. Tras del rodeo se apartan de pronto nieblas y boscajes aparece un lago ¿Cuál lago es en ese instante en que el sentido sin forma se buscaba?; ¿Qué dicen las montañas azules los pinos altísimos?
5.
En la selva bajo la hiedra y las hojas gigantes un muro una puerta verde oro la piedra templo acaso tumba lecho escondido Cierro los ojos miro una entrada oscura miro desde lo alto una cumbre desierta miro el mar de la noche ciudad dormida olas rompiendo en los baluartes Abro los ojos un insecto se escurre entre la hiedra
III. Palabras
Palabras Morada oscura del sentido, prisión y límite de lo que en el silencio se nos da. Ah, palabras, que puedan todavía hilvanar tu imagen por ellas dispersadas. En vano sus fuerzas reconcilian, pues no salvan el salto que va del habla al pensamiento y del pensar al ser ensimismado. Vienen solas y dicen de la 'cámara blanca'.
Nombre Danza sin cuerpo. Un movimiento nace del vacío, un sonido del silencio. Del sonido tu nombre, que a una inflexión se irisa –cola de pavorreal–, cae en cascada, se duerme sobre mi hombro –tórtola. Tú respondes por el silencio. Reduces al vacío el pensamiento, y allí donde arrasaste toda imagen tu nombre se renueva
Forma Tu cuerpo es la noche descendiendo hacia mí. Voluntad de forma. Estallido. Puntos de luz ordenan tu perfil en lo alto y lo bajo, en lo estrecho y lo amplio, en lo perdido, en lo olvidado, en lo que se recobra. Y no hay nada ajeno a tu presencia.
Voz Tu voz contra el atardecer. El viento empuja sobre el cristal las ramas de los altos encinos. Tu voz llena el espacio. Y no hay instrumentos para tu canto. Tu voz dibuja signos en el viento. La noche va bordeando en silencio ese núcleo donde la luz se detiene todavía mientras tu voz, tu voz sola borra el instante.
Epifanía A veces te muestras, y en el momento en que me vuelvo hacia tu imagen desapareces. ¿A dónde vas? ¿Dónde te escondes todo ese tiempo que tardas en volver? Vienes en sueños y cuando trata la memoria de apresarte me despierto. Sólo tus ojos quedan por un momento. Y para recobrarlos todos estos trabajos noche y día.
Equilibrismo Cuerda sobre un abismo. Por ella voy, camino a lentos pasos, oscilo, me detengo,
¿Y si cayera? Y si cayera ¿qué? caer ¿a dónde? ¿dónde puedo caer que tú no estés?
El vino Basta una palabra, un giro del deseo para traer de pronto toda esta ebriedad. Vino que se destila en gotas lentísimas. Néctar– más sutil que el éter desciende al corazón y allí el sortilegio. Ebrios de Dios mis ojos. Ebrias mis manos. Llenar la copa hasta los bordes, dicen. Tu rostro en todas partes, tu mirada embriagada.
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