Vengo de un reino extraño... vengo de una isla iluminada, vengo de los ojos de una mujer. Desciendo por el día, pesadamente. Música perdida me acompaña. Una pupila cargadora de frutos abandonados se adentra en lo que ve. Mi fortaleza, mi última línea, mi frontera con el vacío ha caído hoy. Música entregada en el desastre. Mis manos han sentido crecimientos puros. El amor ya no avanza ahogándose en preguntas. Claridad sin quimera se insinúa, lenta. * * * Muelle de enormes llamas. Navíos que viajan al sol, música de tambores, sales desencajadas, piélago de niños desnudos, marineros que descargan plátanos. Ciudad de corazón de árbol, de humedades temblorosas, de juncos que danzan. La luz golpea mendigos, divide al mundo en dos memorias. Mi frente se hunde en la cesta del mediodía. Un espejo copia el deseo que se remonta al acosado firmamento. Soy latido, sonrisa, adoración. * * * Piélago como fruta que acerco a mi boca. Isla respiración, el que desheredaste para que se sostuviera con su memoria, te ama. En ti vivió, creció como un beso, enflaqueció frente a la luna, fue conquistado. Ahora hace ofrendas a cielo abierto, se ahoga sin clave, se sostiene en su naufragio. Desde entonces es un habitante. * * * Con sonidos de selva la bailarina danza en la noche sucia. Carbón vegetal. El hálito verde de su cuerpo que gira en un pozo azul salpica las mesas. Su risa en la densa luz rasga ojos inseguros. A la puerta alguien vela. * * * Tú que caminas esta noche en la soledad de la calle, vas llena de besos que no has dado. Del amor ignoras la escritura prodigiosa. Aunque no me conoces, en mi cuerpo tiembla el mismo mar que en tus venas danza. Recibe mis ojos milenarios, mi cuerpo repetido, el susurro de mi arena. * * * Luminosas bienvenidas de la tierra. Cielo plateado, subyugadas colinas, plantaciones de coco, tren de nubes, olor de viandas. Alfombra mágica de los labios. Regia marcha. El camino está lleno de palmeras grises. Vamos hacia San Fernando. Recorreremos la ciudad de madera y su sortilegio de vívida noche nos encantará. Tú y yo solos e inmensos levantando nuestra rosa a las frías tinieblas arqueadas sobre un cigarrillo. Las tinieblas dulces.
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Fragmentos 1 Vivos como plumajes quedarán estos espacios. 2 Escribo como el que se inclina sobre el cuerpo que ama. 3 La que encanta las orillas llega sin más escolta que el deseo. Hebra que conduce fuera del pensamiento. 4 ¿Quién presagiaba diásporas, cruentas escrituras, tierras de castigo? 5 MAPA Figura de hombre arrodillado que crece cuando me quedo solo, miro alrededor y reabro mi memoria. 6 Un canto oscuro estremece la paz de la madera. 7 La noche habla a las puertas. 8 Alguien azota a un hombre y no llora. 9 Es noche en Point Cumana. Aquí se olvida. No pienso, pierdo de vista mi edad, ni siquiera me percibo. Sólo sé que ando, voy y vengo, transcurro, sin conciencia. 10 Cerca como mi traje, lejos como un barco después del adiós. 11 No teníamos nada y éramos magníficos. 12 Quita tu cuerpo del espejo y oblígalo a ser nube. 13 Tus ojos donde restallan las iras del trópico, tus ojos habituados a la oscuridad de los follajes, tus ojos que sólo saben zarpar hacia el exceso no resisten la felicidad. 14 Penetro en el sol manchado de tu mirada —la rosa perdida. 15 Isla, negro pájaro, llama incesante, viaje a donde todo gira, mi paraíso, mi rama, mi desborde lo he perdido ¿quién se llevó la esmeralda? Humedad de luces prófugas. Lo he perdido y caigo de repente en el vértigo de las manos desesperadas. Onda, diamante de los ojos, herida que se adelanta al tiempo, espuma sagrada en mis labios para siempre. 16 Me has dado el paso con que voy al encantamiento. 17 Voluptuosos márgenes persiguen una sombra febril. 18 Vengo a espacios llagados, y en mi boca se entristece el paraíso. 19 Hoy hago memoria de tu reino. Voy contigo a ruidosos mercados donde mujeres de piel cobriza venden hojas, a los muelles atestados de frutas, a la Grand Savannah donde los amantes encuentran la oscuridad para verse. Paseo a tu lado por la ciudad, la recorremos como una feria, estamos otra vez alegres. 20 En esta ciudad nadie escucha el viento, ni los follajes que se inclinan a la tierra como trofeos ni la carne de brillos imperiosos ni los pozos trémulos. Este es tu destierro, memoria. 21 Me conocí a tu lado en la hierba como puro olvido. 22 Crezco de su desaparición. No quería partir. Sobre la memoria sólo vive el musgo. Me extravío. El tiempo me empuja a su mesa salobre. Regreso. Una mujer nace sin cesar. “Son dos chelines para llevarlo a donde quiere.” Oigan, sólo dos chelines cuesta la dicha. Ella sale de la espuma, pero no recuerdo más, nada, la noche en mí. 23 El agua era brillante, pero no existe pozo igual al que aparece en el sueño. 24 Los ojos inocentes reconquistan territorios perdidos. 25 He vuelto. Los ojos han encallado en playa inhospitalaria. Traigo el vellón morado de los orígenes, la noche estancada en los ojos de los atunes, la cara de la tierra en sus confines indolentes, siestas donde suenan acantilados, nubes ardiendo, viandas de rara esencia, fulgor de grandes hojas y manos inmemoriales. 26 Me levanté con las luces del día, como de niño cuando había viaje en casa. Sobre mis huellas volaban las mismas aves pesadas de sol, viento, llovizna. Resonaron las costas por última vez, mi cuerpo se acostumbró a caminar de nuevo y con la sal perdida construí una torre llameante. 27 Crece sobre cicatrices la rosa de un mediodía.
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Ausencia Te he buscado, ala de mar, infantil. Las aguas arrasaron la verde claridad. Se llevaron la casa que fundé entre indigencias. Doy vueltas en una ciudad, sin objeto, como devolviéndome. Perdidas dinastías de los ojos, por entre duras calles transcurro. Déjame el camino franco hacia el valle, reino de la frente ofrecida. Mi voz se pierde entre estos veleros que saben ser sordos, entre cajas de manzanas, en la piel de los pilotos. Esplendor que te confundes con mi infancia, renunciaré a los fulgores bebidos. Sé acariciar el día desde un oscuro jardín. No supe si mi cuerpo acompañaba mi frente. ¿Quién creerá a mi habla seca, el fuego que conocieron mis rodillas, lo que mis manos tocaron? Mi palabra siempre nacerá donde la arena comienza. Yo estaré en la ciudad, sin validez, frente a las puertas humilladas. Volveré a tu silencio, ciego litoral. Pero no esperes mis ojos. ¿Quién celebra la llegada del nuevo día, el advenimiento de la niebla, el término de la levedad? Otra temporada se inicia y mi esclavitud a los dioses transparentes ha terminado.
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