Ella estuvo entre nosotros lo que el sol atrapado por un niño en un espejo Pero sus manos alejan los malos sueños como las manos de la lluvia las pesadillas de las aldeas. Sus manos que podían dar de comer a la noche convertida en paloma. Era bella como encontrar nidos de perdices en los trigales. Bella como el delantal gastado de una madre y las palabras que siempre hemos querido escuchar. Cierto: estuvo entre nosotros lo que el sol en el espejo con que un niño juega en el tejado. Pero nunca dejaremos de buscar sus huellas en los patios cubiertos por la primera helada. Sus huellas perdidas tras una puerta herrumbrosa cubierta de azaleas.
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