Vicente Quirarte Selección y nota introductoria de Eduardo Casar VERSIÓN PDF |
Nota introductoria |
Ésta quiere ser una invitación a leer la poesía de Vicente Quirarte, a buscarla en sus libros completos, subrayarla, plagiarla si nos dejan, colocarnos un verso en la memoria que nos abra las manos que queremos. Eduardo Casar |
* En 1954. |
De El ángel es Vampiro |
Razones del samurái |
|
A las tres de la tarde ¿Padre, hubieras querido que tu primer hijo |
De Vencer a la blancura |
Teoría del oso Última noche en Coyoacán |
Teoría del oso |
Contra mí mismo peleo. I Sumergido en lo más hondo de esta página, tiene la seguridad de la cobra en el desierto. Fiel guerrero del olvido, pisotea el gozo del último pinar estremecido por el viento. Emerge al fin, fatigado del odio en bruto que es él mismo, el hambre desnuda, los colmillos prestos. Nadie como él es omnívoro. Mastica el plomo de los lápices y bebe tinta a mares, llevándose en los belfos restos de teclas y de cintas. Se aleja eructando puntos suspensivos; deja en su camino los excrementos de tropos nunca usados. Pero aun la bestia tiene rasgos de nobleza: deja sobre el escritorio la goma de borrar.
|
De Puerta del verano |
[Una mujer y un hombre...] |
* * Tú no sabes * (Posdata para Filippo Lippi) Escúchame bien, maestro, |
Tres poemas de Carrara |
I (Presagio) La luz, descendiendo por pinares,
|
De Fra Filippo Lippi: cancionero de Lucrezia Buti |
Mar abierto |
Mar abierto |
No fue por la palabra misma que yo dije: Regresé con el triunfo en mis banderas.
|
De María Magdalena |
|
Volvemos al barco por la tarde. Nos bañamos, sabiendo que el agua no puede borrar los crepúsculos vividos por el día; leemos libros donde se detallan los pasos de la ballena gris, la Eschrichtius robustus, al sumergirse, y en silencio reímos por la distancia que existe entre páginas muertas y la sabiduría de Laco, por quien vimos el abanico enorme —la cola de la ballena— hendir el aire. En la pantalla vemos imágenes de pájaros, dunas y ballenas, como si nuestra tecnología fuera capaz de aprisionar el vuelo, el salto, la lucha contra la muerte y contra el hambre. Después de la cena, los cigarros, los besos a la luz de la luna. En la serenidad de la noche, cuando en apariencia la lucha ha terminado, casi junto a nuestro lecho, como la arteria principal de nuestra galaxia, el resoplido. Arriba, parece que las estrellas temblaran y fueran a derrumbarse en la laguna.
* Revive una forma en mi memoria: la ballena que emerge, respira, se arquea. A punto de mirarla por entero, la imagen se desvanece. Estamos en La Paz, en un hotel por cuyas ventanas entra un jardín salvaje. Entre la frescura de las sábanas, regresa a mis pies el calor de las dunas, los muros esculpidos por el viento, el brillo intolerable de la espuma al fondo de montañas de un oro fino y silencioso. Por la ventana, la última línea del crepúsculo a flor de tu piel pulida y tersa donde también parecen desvelarse todos los vientos y las aguas. Miraré a través de otras ventanas la forma de los cerros y estarás dormida, como ahora, entre mis brazos. En ese vaivén entre el sueño y la vigilia, volverá la línea que se ondula, se quiebra, estalla en un resoplido caliente, salvaje y espumoso. Como a veces la vida.
|