Tango del miope
Soy miope incluso cuando gasto gafas, porque olvidé el perímetro, porque me quedo con el centro de un volumen.
Los empellones de la gente me transportan, y tan incierto es mi destino como un rostro lejano.
De cerca veo mejor, pero mis ojos quieren la escritura de los pájaros.
Mis ojos quieren de los árboles más altos la nervadura de una hoja transparente.
No sé por qué –y eso me angustia– acudo siempre al mango del cuchillo, nunca al filo.
Si al sol quería de niño dibujar lo hacía representando la inmediatez de un orbe acalorado.
Incluso con anteojos no distingo la urdimbre de los días que se acercan.
No puedo o no sé leer los argumentos de una historia. Soy un lector de actos. Todos los días me desengaño un poco al acercar frente a los ojos algo que era mejor cuando era vago.
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