Tadeusz Różewicz
Tadeusz Różewicz nació el 9 de septiembre de 1921 en Radomsk. Dramaturgo, cuentista, autor de guiones de cine. Poeta de una ruptura tajante con la tradición, ha revisado el concepto mismo de poesía y su razón de ser. Es una personalidad determinante para la evolución de la poesía polaca después de la segunda guerra mundial. Sus principales libros de poesía: La inquietud (1947), La llanura (1954), El poema abierto (1956), Conversación con el príncipe (1960), La voz de un anónimo (1961), La rosa verde (1961), El rostro tercero (1968), Regio (1969) y Una pobre alma (1976), Diario dramático (1979), En la superficie del poema y en su interior (1983), Deslumbramientos (1987), Palabra tras palabra (1994), Siempre un fragmento (1998). En México es conocido sobre todo como autor de obras de teatro, tales como El fichero y La vieja mujer empolla, traducidas al español y puestas varias veces en escena. El joven Różewicz vivió en propia piel la experiencia de su generación, llamada "la generación del Apocalipsis". Vivió verdaderamente "un fin del mundo", que siempre puede repetirse, y al verse salvado no pudo evitar plantearse una pregunta dramática: frente a la verdad terrible del homicidio ¿qué puede la cultura, la poesía, con todas sus reglas del juego y sus "bellas mentiras"? La respuesta sólo pudo ser negativa y Różewicz ha proclamado su famoso veredicto: "la poesía está muerta". En otras palabras, si la poesía quiere salvar su vida, tiene que acabar con una poesía de ayer, con la buena conciencia de los señores y las señoras poetas. Ya no era posible creer en la palabra bella y metafísica. El único camino era el de la antipoesía. Esta nueva actitud, la nueva conciencia del poeta, tuvo que buscar nuevos medios de expresión. De ahí viene la práctica de la palabra despojada de cualquier adorno, la poética de reportaje, de diálogo o de monólogo interior; el desprestigio de la metáfora. En toda la obra de Różewicz —autor que está evolucionando hasta hoy— se percibe una oposición dramática entre el mundo de la cultura y el reino feroz de la biología. De un lado la Arcadia añorada del arte (Różewicz estudió la historia del arte), del otro, la verdad cruda, definitiva de la carne humana. El Coliseo, Venecia, los encantos de la pintura italiana, evocados en su largo poema-reportaje "Et in Arcadia ego" y la memoria atroz de la historia irreparable. Różewicz, dando la espalda a los valores estéticos, opta por una ética desilusionada y sin mística. Considera que "el poeta del basurero está más cercano a la verdad que el poeta de las nubes". De ahí viene su afirmación de los valores cotidianos, a "las viejas feas malignas", a las "viejas que empollan", porque —según el poeta— son ellas las que encarnan la verdadera sabiduría de la vida. Después de publicar Regio, la palabra poética de Różewicz no ha cesado de erotizarse, es decir, de volverse Cuerpo. El cuerpo como cárcel y liberación, origen y anunciación del final, instrumento de goce y objeto de descomposición. Różewicz partió del cuerpo-carne sangrienta y humillada por la muerte para llegar al cuerpo-amor, al desnudarse furtivo y condenado al olvido de los amantes. En este terreno, Różewicz, maduro, está buscando la trascendencia
Sus poemas
Vi a unos locos
Vi a unos locos caminaban por la superficie del mar creían hasta el final y se ahogaron
aún hoy voltean a mi insegura barca
rechazo estas manos sepulcrales yo cruelmente vivo
las rechazo año tras año
La espina
no creo no creo desde que abro los ojos hasta cerrarlos
no creo desde una orilla hasta la otra de mi vida
no creo con la misma profundidad con que mi madre creía
no creo al comer pan al beber agua al amar un cuerpo
no creo en sus templos en sus curas en sus signos
no creo al pasar por la calle de una ciudad por el campo bajo la lluvia en el aire dentro del resplandor de la anunciación
leo sus parábolas rectas como la espiga del trigo y evoco a un dios que no sabía reír
pienso en un dios pequeño y sangrante que yace en los blancos lienzos de la infancia
pienso en una espina que desgarra nuestros ojos nuestras bocas ahora y en la hora de la muerte
En la mitad de la vida
Después del fin del mundo después de mi propia muerte me encontré en la mitad de la vida construyéndome construyendo la vida los seres los animales los paisajes
esto es una mesa —decía— esto es una mesa sobre la mesa pan y cuchillo cuchillo para cortar pan pan —alimento del hombre
al hombre hay que amarlo —aprendía día y noche— ¿a quién debes amar? yo contestaba: al hombre
esto es una ventana —decía— esto es una ventana detrás de la ventana hay un jardín en el jardín veo un manzano el manzano florece pierde flores se forman frutas maduran
mi padre arranca una manzana el hombre que arrancó la manzana es mi padre me senté en el umbral esta anciana que pasa arrastrando una cabra amarrada vale más que siete maravillas del mundo
quien piensa y siente lo contrario asesina a la humanidad
esto es el hombre árbol esto es pan
los humanos comen para vivir —me estaba repitiendo— la vida humana es importante la vida humana tiene peso el peso de la vida vale más que todas las cosas creadas por los seres humanos el hombre es un tesoro —insistía—
esto es agua —acariciaba su superficie con las manos dialogaba con el río agua —decía— agua buena soy yo
el hombre le hablaba al agua le hablaba a la luna a las flores de la lluvia a la tierra bajo sus pies a los pájaros y al cielo
no le contestaba el cielo se quedó callada la tierra si oyes una voz brotando de la tierra de los ríos del cielo es una voz gemela del otro
Las formas
Las formas de antaño muy bien ordenadas y dóciles, siempre dispuestas a soportar el largo de la materia muerta del poema, asustadas por el fuego y el hedor de la sangre rompieron filas y corrieron al azar
y ahora invaden a su creador lo desgarran lo arrastran por largas calles que ni siquiera recuerdan los desfiles de todas las orquestas escuelas procesiones
hinchada de sangre carne que todavía respira les sirve de alimento a aquellas formas perfectas aprietan tan fuerte
su botín que ni siquiera se salva el silencio
Cuento sobre las viejas feas
me gustan las viejas las viejas feas malignas ellas: sal de la tierra no les da asco la basura humana
son ellas que conocen el revés de la medalla del amor de la fe
las viejas vienen y van mientras los dictadores se hacen los graciosos mostrando sus manos en sangre
las viejas feas se levantan junto con el sol compran carne frutas pan lavan hacen la cocina se quedan en las calles con brazos cruzados y se callan
las viejas son inmortales
Hamlet se agita dentro de su red Fausto hace un juego vil y ridículo Raskolnikov bate con su hacha las viejas son irrebatibles sonríen levemente
muere el dios las viejas se levantan sin hacerle caso cada día compran pan vino pescado se muere la civilización las viejas se levantan junto con el sol abren las ventanas
tiran la basura se muere el hombre las viejas lavan al difunto entierran a sus muertos siembran flores sobre sus tumbas
me gustan las viejas las viejas feas malignas
creen en la vida eterna ellas: sal de la tierra corteza del árbol mirando con sus ojos de humildes bestias
cobardía y heroísmo grandeza y mezquindad a todo le dan una dimensión
conforme a las exigencias del día de su día cotidiano
sus hijos descubren América perecen en las Termópilas crucificados se desangran conquistan el Cosmos
las viejas salen a las calles junto con el sol compran leche pan carne todavía falta pimienta para el guiso las viejas abren las ventanas
sólo los tontos se ríen de las viejas de las viejas feas malignas
porque ellas son mujeres hermosas las buenas viejas hermosas
como huevos secretos sin misterio bolas rodando incansablemente
las viejas son momias como de gatos sagrados
pequeñas todas arrugadas y cada día más secas manantiales frutas o gordas budas ensimismadas
cuando mueren se les escapa una pobre lágrima juntándose con una sonrisa feliz de jovenzuela
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