Defensa del hombre
Creedme sus amigos que la dejó plantada sólo a que floreciese otra virginidad más dura en el olvido madura forma ella que decía más bella que los vicios creyendo que sus dedos la sabían al dedillo y todo él era dedos o lenguas en forma de índices en llamas además si ella era de la carne de vidrio de las fugas a qué acusar abandono de hogar en su prosa de pródigo y a qué oprimirle luego esposa en su pulso la otra mitad en la muñeca de un detective de Dios tan sin modales cólera de una forma demasiado pura para entender a los hombres o para ser sabida totalmente por los hombres Qué más era al fin la distancia que gritaba la huida que el mudo aire que hace la lejanía del pecho a la garganta si al apretarla entre los labios y el próximo sueño toda naranja o toda mano es a lo sumo el pañuelo en el brazo del tren
Y qué sabía ella de unas noches llamándola caído en red de brazos y piernas y silbatos de trenes con sed de alguna sed más seca que su fiebre escalando ese piano que se queda encendido hasta el alba en los barrios y que aún en tango sólo gotea los Ejercicios Para Los 5 Dedos de Strawinsky y qué puede el lenguaje de espuma de las sombras contra tres mil años de mediodía mediterráneo y unas cuantas gotas de irritable sangre irlandesa
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