Prefacio
Un día de 1937, en París, André Bretón me leyó un texto suyo en el que aparecía el nombre de mi hermano Giorgio de Chirico y el mío, a la cabeza de una lista de participantes en el movimiento artístico que luego se conoció como surrealismo. En dicho texto consideraba nuestros dos nombres como iniciadores de tal movimiento en los años inmediatamente anteriores a la Primera Guerra Mundial. De manera que los iniciadores —inocentes, pues— del surrealismo somos dos hermanos, hijos de la misma madre y del mismo padre, y hermanos tanto en espíritu como en la carne. Hablando de surrealismo, ¿cómo refutar las afirmaciones del jefe del surrealismo, de su teórico más reconocido? En lo que a mí concierne, acepto tal afirmación pero siento la necesidad de comentarla. El surrealismo es, según mi manera de ver y pensar, la representación de lo informe, de lo que aún no ha tomado forma; es la expresión del inconsciente, de lo que la conciencia aún no ha organizado. En lo tocante a un surrealismo de mi propio cuño, si debemos hablar de surrealismo, el mío es exactamente lo contrario de lo que hemos dicho, puesto que mis textos y mis cuadros no pretenden solamente representar lo informe y expresar lo inconsciente, sino que quieren darle forma a lo informe y conciencia a lo inconsciente. ¿Está claro? En mi surrealismo se oculta una voluntad formativa y, ¿por qué no decirlo?, una especie de finalidad apostólica. En cuanto a la “poesía” de mi surrealismo, ésta no es gratuita ni un fin en sí misma, sino un tipo de poesía “cívica”, en cuanto que opera en un civismo más alto y más vasto, un supercivismo. Estas indicaciones son útiles para comprender mejor los cuentos que componen este libro. Entre estos cuentos —algunos de los cuales son los más singulares y profundos que se hayan escrito en lengua italiana, y no sólo en esta lengua, junto con algunos otros cuentos de Gradus Parnasum y de Casa “La Vida”—, hay algunos que llevan a la escena divanes, poltronas, armarios y otros muebles como personajes sensibles, hablantes y operantes. ¿Pero quién ha entendido esos cuentos, quién entenderá a estos personajes? Otra indicación. Estamos atravesando la crisis del ensanchamiento del universo. Las guerras, las revoluciones y la angustia del hombre, todo lo que es crisis en el mundo de muchos años a esta parte, es la consecuencia de este ensanchamiento, de este universo más vasto, en el cual Dios ya no halla lugar para establecerse y afirmarse, al menos en esa forma concreta y persuasiva que le daba protección y seguridad al hombre y paz a su ánimo. También el cristianismo va por el derrotero de este universo más vasto. En el tiempo por venir, no será cristiano quien no le brinde a los animales, a las plantas y a los metales el amor cristiano que hasta hoy sólo le ha brindado al hombre.
Alberto Savinio
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