Joris Karl Huysmans
A Alberto Leduc
¡Oh maestro sañudo! yo he creído tus males, He probado tu estilo de implacable ironía, Y sufriendo torturas y disgustos iguales Hacia ti me dirijo por fatal simpatía. Con el jugo de tu Arte dilaceras mi herida, Me haces ver la existencia más penosa y más larga, Y a través de tus frases adivino tu vida Desbordante de absintio y de bilis amarga. Soñador encerrado en tu torre severa Tienes sueños de raras pesadillas poblados, O contemplas la Luna descubriendo en su esfera Las montañas abruptas y los mares helados. Perturbado hondamente por tu espíritu extraño Tienes sed de creencias y piadosas verdades, Y negando tu siglo, taciturno y huraño Resucitas la pompa de extinguidas edades. En la Edad Media mira tu malsano exotismo Misas negras horribles y rituales austeros, Y renueva la magia del potente exorcismo Y convoca Aquelarres y revive hechiceros. Mas ni el vil sacrilegio ni la paz de la Trapa Tu marasmo disipan ni te inspiran ternura, Por tu senda prosigues al pasar cada etapa, Más cruel, más enfermo de incurable amargura. En la Mística llena de prestigio sagrado Desentierras prodigios y grandiosos misterios, Y en los templos silentes entretienes tu enfado Con cristianos fervores y olorosos sahumerios. Pero nunca un destello de cordial alegría Ilumina tu boca que contrae el disgusto, Y caminas aislado por la ruta sombría Destilando tus cóleras de misántropo adusto. Yo adivino la pena de tu alma proscrita, Como tú guardo el luto de extinguidas edades, Y me alienta, ¡oh Maestro!, tu ambición infinita De pasadas creencias y piadosas verdades.
[1900] De Poemas no coleccionados
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