El sueño de los guantes negros
Soñé que la ciudad estaba dentro del más bien muerto de los mares muertos. Era una madrugada del invierno y lloviznaban gotas de silencio. No más señal viviente, que los ecos de una llamada a misa, en el misterio de una capilla oceánica, a lo lejos. De súbito me sales al encuentro, resucitada y con tus guantes negros. Para volar a ti, le dio su vuelo el Espíritu Santo a mi esqueleto. Al sujetarme con tus guantes negros me atrajiste al océano de tu seno, y nuestras cuatro manos se reunieron en medio de tu pecho y de mi pecho como si fueran los cuatro cimientos de la fábrica de los universos. ¿Conservas tu carne en cada hueso? El enigma de amor se veló entero en la prudencia de tus guantes negros. ¡Oh, prisionera del valle de México! Mi carne…1 de tu ser perfecto quedarán ya tus… y el traje, el traje aquel, con que tu cuerpo fue sepultado en el valle de México; y el figurín aquel, de pardo género que compraste en un viaje de recreo. Pero en la madrugada de mi sueño, nuestras manos, en un circuito eterno la vida apocalíptica vivieron. Un fuerte... como en un sueño, libre como cometa, y en su vuelo la ceniza y... del cementerio gusté cual rosa...
1 Los puntos suspensivos ocupan palabras ilegibles en el original.
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