A Sara
A J. de J. Núñez y Domínguez
A mi paso y al azar te desprendiste como el fruto más profano que pudiera concederme la benévola actitud de este verano. (Blonda Sara, uva en sazón: mi apego franco a tu persona, hoy me incita a burlarme de mi ayer, por la inaudita buena fe con que creí mi sospechosa vocación, la de un levita.) Sara, Sara: eres flexible cual la honda de David y contundente como el lírico guijarro del mancebo; y das, paralelamente, una tortura de hielo y una combustión de pira; y si en vértigo de abismo tu pelo se desmadeja, todavía, con brazo heroico y en caída acelerada, sostienes a tu pareja. Sara, Sara, golosina de horas muelles; racimo copioso y magno de promisión, que fatigas, el dorso de dos hebreos: siempre te sean amigas la llamarada del sol y del clavel; si tu brava arquitectura se rompe como un hilo inconsistente, que bajo la tierra lóbrega esté incólume tu frente; y que refulja tu blonda melena, como tesoro escondido; y que se guarden indemnes como real sello tus brazos y la columna de tu cuello.
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