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Paisaje marino
como ángeles volando tan alto como quieren y hacia ambos lados tan lejos como quieren en hileras y más hileras de inmaculados reflejos; esta región entera, desde la más alta de las garzas hasta la ingrávida isla de mangles, aquí abajo, con sus brillantes hojas verdes nítidamente orladas de excrementos de pájaros, como estampa iluminada sobre plata, y los arcos tan sugestivamente góticos de las raíces del manglar y los hermosos prados verde habichuela donde a veces un pez salta como una flor silvestre en un ornamental rocío de rocío; este cartón de Rafael, para alguna papal tapicería, se parece al paraíso. Pero el faro esquelético que allí se alza, de clerical vestido blanco y negro, siempre alerta, piensa que él sabe la verdad de las cosas. Piensa que el infierno hierve a sus pies acerados, que por ello son tan cálidos los bajos de las aguas; sabe que el paraíso es diferente. El cielo no es como volar o nadar, tiene algo que ver con la negrura, y una fiera mirada, y cuando se ensombrezca, recordará el faro algo bastante rudo que decir sobre el tema. |