Pequeño ejercicio
Piensa en la tormenta que ronda por el cielo como un perro en busca de un lugar donde dormir escucha cómo gruñe. Piensa cómo ha de verse el cordaje del mangle tendido allí afuera e insensible al relámpago en oscuras familias de fibras ásperas, allí donde a veces una garza se despeina, sacude sus plumas, hace un incierto comentario cuando a su alrededor el agua brilla. Piensa en el bulevar y las pequeñas palmeras clavadas en fila, que se revelan de improviso como puñados de flexibles peces —esqueletos. Está lloviendo allí. El bulevar y sus rotas aceras con hierbas en cada ranura sienten el alivio de estar mojados, y el mar de refrescarse. Ahora la tormenta vuelve a alejarse en una serie de minúsculas, mal iluminadas escenas de batallas, cada cual en "Otra parte del campo". Piensa en alguien que duerme en el fondo de un bote, amarrado a las raíces del mangle o al pilote de un puente; piénsalo indemne y apenas perturbado.
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