Page 12 of 15
Sankichi Toogue
|
¡Cómo podremos olvidar aquella centella! En un instante los 30,000 en las calles desaparecieron En el fondo de las tinieblas, aplastados los gritos de los 50,000 cesaron. Cuando el humo huracanado y amarillo se desvaneció los edificios estaban rajados, los puentes derretidos los trenes llenos de gente quedaron chamuscados vasto páramo de escombros Hiroshima. Con pieles colgando como tiras viejas con las manos en su pecho pisando líquido encefálico vistiendo pedazos de tela quemada en sus caderas lloraban hombres y mujeres desnudos caminando en procesión. Cadáveres como budas de piedra, dispersos en el jardín de una escuela. La muchedumbre se agolpó en la orilla del río, luego trepó a las balsas, y se convirtió en una pila de cadáveres bajo el sol abrasador. En medio de las llamas que se levantaban en el cielo crepuscular los barrios donde vivían mi madre y mis hermanos, aplastados vivos, fueron cubiertos por el fuego en un lugar lleno de excrementos muchachas escolares estaban tiradas; los vientres hinchados, los ojos arrancados, las cabezas sin pelo, los cuerpos descuartizados. El sol matutino alumbró a una masa anónima apiñada. Nadie se movía. En el estancamiento del hedor se oía sólo el zumbido de las moscas. ¡Cómo podremos olvidar aquel silencio que caía en la ciudad de 300,000 habitantes! ¡Cómo podremos olvidar aquella plegaria nunca pronunciada por las cuencas blancas y vacías de nuestras mujeres y nuestros hijos! |