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Eugenio Montale |
"Oscuro poeta italiano" para los corresponsales de la agencia France-Presse, escribe poesía para buscar la luz. Nacido en Génova en 1896, dedicó su vida al periodismo literario y a la poesía. Recibió el Premio Nobel en 1975 y murió en 1981.
Es Montale un poeta que siente a la vida como un mal irremediable, áspero y violento. Poeta de sencillas experiencias cotidianas, encuentra en las cosas pequeñas las palabras capaces de transfigurarse, tanto para entregarnos la visión del hombre de hoy como para fundar una esperanza ajena a las estridencias, hecha a la medida de lo humano. En su obra resplandece el delirio de nombrar las cosas y el premioso deseo de describirlas para poseerlas. Vive la búsqueda constante de palabras exactas y juega con los ritmos para encontrar la forma de expresar toda la riqueza de sus vivencias poéticas. Sus principales libros son: Las ocasiones, Finisterre, La tormenta y El otro. |
Siete motetes |
Siete motetes |
Sobre el volcán la flor
G. A. Bécquer |
I Sabes, debo perderte de nuevo y no puedo. Como una rienda tirante me sublevan todas las obras, cada grito y aun los resabios salinos que desbordan las piedras de afilar, oscureciendo la primavera de Sottoripa. Región de herrerías y de bosques como selvas bajo el polvo de la tarde. Un largo zumbido de los campos araña los cristales de la ventana. Busco tu señal desfalleciente, la única prenda que me dejó tu gracia. Mas el infierno es cierto. II Muchos años y uno, el más duro, pasados juntos al lago extranjero en el que arden los crepúsculos. Más tarde bajaste de la montaña a contarme de San Jorge y el Dragón. Podría imprimir tu historia sobre el escudo que azota el viento del noreste en el corazón... Y descender por ti en un remanso de fidelidad, inmortal. III Escarcha sobre los vidrios; unidos siempre y siempre separados los enfermos; y sobre la mesa los largos soliloquios con los naipes. Así era tu exilio. Recuerdo también el mío, la mañana en que oí crepitar tras los escollos la bomba bailarina. Y duraron mucho los nocturnos juegos de Bengala: era como una fiesta. De pronto una tosca ala te ha rozado las manos. Ha sido en vano, ésta no es tu carta. IV La esperanza de verte de nuevo me abandonaba; y me pregunté si esto que de ti priva mis sentidos, imágenes en la pantalla tienen el signo de la muerte o del pasado. Encontré en ello, ya desviado e inestable, uno de tus balbuceos. (En Módena, tras los pórticos, un lacayo galoneado apareció con dos chacales atraillados). V ¿Por qué tardas? la ardilla en el pino mueve la cola como tea en la corteza. La media luna hunde su pico en el sol que la muerte. El día está hecho. Un soplo sobresalta al perezoso humo que resiste en el punto que te encierra. Nada termina -o todo-, si tu fulgor abandona la nube. VI Te libero la frente de la escarcha que recogiste atravesando las altas nebulosas; tus plumas laceradas por el ciclón; te diste al sobresalto. Es mediodía: el níspero alarga su sombra negra en la puerta, un sol friolento se obstina en el cielo; y las otras sombras que evitan en el callejón no saben que has llegado. VII ...así sea. Un toque de corneta dialoga con los enjambres en el encinar. En la concha marina que refleja el crepúsculo el volcán coloreado plácidamente fuma. La moneda incrustada en la lava brilla también en la mesa y entretiene los menguados papeles. La vida que parecía enorme es más breve que tu pañuelo. |
Sobre el muro pintarrajeado |
Sobre el muro pintarrajeado que da sombra a las escasas bancas, el arco del cielo aparece completo. Quién recuerda aún el fuego que arde impetuoso en las venas del mundo; -en un reposo frío las formas, opacas, se diseminan. Veré de nuevo mañana las bancas y la muralla y la atareada calle. En el futuro que se abre, las mañanas están ancladas como barcas en el muelle. |
Tráeme el girasol |
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Mediodía pálido y absorto |
Mediodía pálido y absorto bajo el ruinoso muro de la huerta. Escuchar entre ciruelos y retallos secos el llamado del mirlo y el rumor de la sierpe en la hojarasca. En las grietas del suelo en las heridas del antiguo algarrobo espiar las filas de las rojas hormigas que ahora se rompen, luego se entrelazan en el supremo esfuerzo de los seres pequeños. Observar en la fronda el palpitar lejano de un asomo de mar, mientras se alza en las calvas cimas la voz temblorosa de la cigarra; y caminando bajo el sol que ciega, descubrir, maravillado y triste, cómo es toda la vida y sus trabajos, en este continuar, una muralla llena de agudos vidrios de azotea. |
Felicidad alcanzada |
Felicidad alcanzada, se camina sobre tu filo de navaja. A los ojos eres brillo que vacila bajo el pie, tenso hielo que se estrella; mejor que no te toque quien te ama. Si llegas a las almas invadidas de tristeza y las aclaras, tu mañana es dulce y turbadora como los latos nidos. Mas nada paga el llanto de aquel niño que ha perdido su globo entre las casas. |