El espíritu y el agua
Después de largo silencio humeante, Después del gran silencio civil de muchos días humeantes de rumores y de humaredas, Aliento de la tierra cultivada y canto de las grandes ciudades doradas, De repente el Espíritu de nuevo, de repente el soplo de nuevo ¡De repente el golpe sordo en el corazón, de repente la palabra dada, de repente el soplo del Espíritu, el rapto seco, de repente la posesión del Espíritu! Como en el cielo pleno de noche antes de que estalle el primer fuego del relámpago, ¡De repente el viento de Zeus en un torbellino de paja y polvo con la ropa lavada de toda la ciudad! Dios mío, que en el principio separaste las aguas superiores de las aguas inferiores, Y que de nuevo has separado de esas aguas húmedas que menciono, Lo árido, como a un niño que separaron del abundante cuerpo materno, La tierra calentándose, reverdeciendo y alimentada con leche de lluvia, Y que en el tiempo del dolor, como en el día de la creación, tomaste en tu mano todopoderosa la arcilla humana y el espíritu te salpica entre los dedos, De nuevo después de largas rutas terrestres, ¡He aquí la Oda, he aquí ante ti esta gran Oda nueva No como una cosa que comienza, sino poco a poco como el mar que estaba ahí, El mar de todas las palabras humanas con la superficie en diversos sitios. Reconocido por un soplo bajo la bruma y por el ojo de la matrona Luna! Ahora bien, cerca de un palacio color de caléndula entre los árboles de techos numerosos que dan sombra a un trono podrido, Habito la ruina principal de un viejo imperio. Lejos del mar libre y puro, amarillo o en lo más terrestre de la tierra, Donde la tierra misma es el elemento que se respira, manchando inmensamente con su sustancia el agua y el aire, Aquí donde convergen los canales mugrosos y las antiguas rutas desgastadas y los caminos de los asnos y de los camellos, Donde el emperador de las tierras terrenales traza el surco y alza las manos al cielo útil de donde viene el tiempo bueno y malo. Y como en los días de turbonada, se ven a lo largo de las costas los faros y las agujas de roca envueltas por la bruma y la espuma que se pulveriza, Es así como en el antiguo viento de la Tierra, la Ciudad cuadrada erige sus fortificaciones y sus puertas, Escalona sus puertas colosales en el viento amarillo, tres veces tres puertas como elefantes, En el viento de polvo y de ceniza, en el gran viento gris del polvo que fue Sodoma, y los imperios de Egipto, y de los persas, y París, y Tadmor, y Babilonia. Pero qué me importan en el presente vuestros imperios y todo lo que muere, ¡Y vosotros a quienes dejé con vuestros odiosos caminos allá! ¡Puesto que soy libre! ¿me importan acaso vuestros compromisos crueles? ¡Puesto que yo al menos soy libre! ¡Puesto que he encontrado! ¡Puesto que al menos estoy fuera! ¡Puesto que ya no tengo mi lugar con las cosas creadas, sino mi parte con el que las creó, el espíritu líquido y lascivo! ¿Se labra el mar, acaso? ¿acaso lo abonáis como parcela de guisantes? ¿Acaso le elegís su rotación, alfalfa o trigo o coles o remolachas amarillas o púrpuras? Pero es la vida misma y sin ella todo está muerto, ¡ah, quiero la vida misma sin la cual todo está muerto! ¡La vida misma, y me mata todo lo que es mortal! ¡Ah, no me basta! ¡Miro el mar! todo lo que tiene fin me colma. Pero aquí y por doquier que dirija el rostro y de aquel otro lado ¡Hay más todavía y allá también y siempre y otra vez aún más! ¡Siempre, corazón querido! ¡No temas que mis ojos lo agoten! Ah, estoy harto de tus aguas potables. No quiero de tus aguas compuestas, recolectadas por el sol, filtradas y alambicadas, distribuidas por las máquinas de las montañas, Corruptibles, fluyentes Vuestras fuentes no son fuentes. ¡El elemento mismo! ¡La materia prima! ¡Es la madre, digo, que me hace falta! ¡Poseamos la mar eterna y salada, la gran rosa gris! ¡Alzo un brazo hacia el paraíso! ¡Me dirijo hacia el mar de entrañas de uva! ¡Me he embarcado para siempre! Soy como el viejo marinero que ya no conoce la tierra sino por sus faros, los sistemas de estrellas verdes o rojas señalados por el mapa y el portulano. ¡Un momento sobre el muelle entre los fardos y los toneles, los documentos con el cónsul, un apretón de manos al estibador Y después, de nuevo, la amarra soltada, el silbido de las máquinas, el rompeolas que se rebasa, y bajo mis pies De nuevo la dilatación del oleaje! Ni El marinero, ni El pez que otro pez lleva a comer, Sino la cosa misma y todo el tonel y la vena viva, Y el agua misma, y el elemento mismo, ¡Juego, resplandezco! ¡Comparto la libertad del mar omnipresente! El agua Viene siempre a reencontrar el agua, Componiendo una gota única. Si yo fuera el mar, crucificado por millones de brazos sobre sus dos continentes, Sintiendo en pleno vientre la atracción ruda del cielo circular, con el sol inmóvil como la mecha encendida bajo la ventosa, Conociendo mi propia cantidad, Soy yo, jalo, llamo con todas mis raíces, el Ganges, el Mississippi, La mata espesa del Orinoco, el largo hilo del Rin, el Nilo con su doble vejiga, Y el león nocturno bebiendo, y las ciénagas, y las cuencas subterráneas y el corazón redondo y pleno de los hombres que duran su instante. ¡No el mar, si soy espíritu! ¡Y como el agua del agua, el espíritu reconoce al espíritu, El espíritu, el hálito secreto, El espíritu creador que hace reír, el espíritu de vida y el gran aliento neumático, la separación del espíritu Que cosquillea y que embriaga y hace reír! ¡Oh cómo esto es más vivo y ágil, no hay temor de quedar sin humedad! Por hondo que me sumerja, no puedo vencer la elasticidad del abismo. Como en el fondo del agua se ve a la vez una docena de diosas de hermosos miembros, Verduzcos, subir en una erupción de burbujas de aire Que se regocijan en el amanecer con el día divino en el gran encaje blanco, en el fuego amarillo y frío, en el mar gaseoso y burbujeante! ¿Qué Puerta me detendría? ¿Qué muralla? ¡El agua Huele a agua, y soy más que ella misma, líquido! ¡Cómo disuelve la tierra y la piedra cimentada, tengo por doquier inteligencias! El agua que ha hecho la tierra, la desata; el espíritu que ha hecho la puerta, abre la cerradura. ¿Y qué es el agua inerte al lado del espíritu, su potencia Al lado de su actividad, la materia comparada con el obrero? ¡Siento, olfateo, rastreo, desenredo, respiro con algún sentido La cosa tal y como está hecha! ¡Y también estoy colmado de un dios, estoy abultado de ignorancia y de genio! Oh fuerzas activas en mi derredor Sé hacer tanto como vosotras, ¡Soy libre, soy violento, soy libre a vuestra manera que los profesores no comprenden! Como el árbol nuevo cada año en la primavera Inventa, trabajado por su alma, El verde, el mismo que es eterno, y crea de la nada su hoja, puntiaguda, Yo, el hombre Sé lo que hago, Del ímpetu y del mismo poder de nacimiento y de creación Hago uso, soy maestro Estoy en el mundo, ejerzo en todas partes mi conocimiento. Conozco todas las cosas y todas las cosas se conocen por mí. Aporto a cada cosa su alumbramiento, Por mí Ninguna cosa permanece en la soledad sino que asocio una con otra en mi corazón: ¡Esto aún no basta! ¿Qué me importa la puerta abierta si no tengo la llave? ¿Y qué me importa mi libertad si no soy mi propio maestro? Miro todas las cosas, miradme todos, pues no soy el esclavo sino el dominador. Toda cosa Más que sufrir impone, forzando que se avenga con ella, todo ser nuevo ¡Una victoria sobre los seres que ya eran! Y tú que eres el Ser perfecto, ¡Tú no has impedido que también yo sea! Miras al hombre que yo creo y al ser que de ti tomo. ¡Oh Dios Mío, mi ser suspira hacia el tuyo! ¡Líbrame de mí mismo! ¡Libera al ser de la condición! ¡Soy libre, líbrame de la libertad! ¡Veo muchas formas de no ser, mas no hay sino una sola forma De ser, que es ser en ti, que es Tú mismo! El agua Aprehende el agua, el espíritu da olor a la esencia. Dios mío, que has separado las aguas inferiores de las aguas superiores, ¡Mi corazón gime por ti, líbrame de mí mismo, porque tú eres! ¿Qué es esta libertad, y qué debo hacer en otra parte? Debo sostenerte. Dios mío, veo al hombre perfecto sobre la cruz, perfecto sobre el Árbol perfecto Tu hijo y el nuestro, en su presencia y en la nuestra clavado de pies y manos con cuatro clavos, ¡El corazón roto en dos y las grandes Aguas que penetran hasta su corazón! ¡Líbrame del tiempo y toma mi corazón miserable toma, Dios mío, este corazón que late! ¡Más yo no puedo forzar en esta vida Hacia ti por este mi cuerpo, y tu gloria es como la resistencia del agua salada! ¡La superficie de tu luz es invencible y no puedo encontrar el lado débil de tus resplandecientes tinieblas! Tú estás allá y yo estoy allá. Y tú me impides pasar y yo también te impido pasar. Y tú eres mi fin, y yo también soy tu fin. Y como el gusano más endeble que se sirve del sol para vivir y de la máquina de los planetas, Así no hay un soplo de mi vida que yo no tome de tu eternidad. ¡Mi libertad está limitada por mi sitio en tu cautiverio y por mi ardiente parte en el juego! A fin de que no escape este rayo de tu luz, creadora de vida, que me estaba destinado. ¡Y tiendo las manos a diestra y siniestra A fin de que por mí no quede ningún vacío en el perfecto recinto de tus criaturas! ¡No hay necesidad de que yo muera para que tú vivas! Tú estás en este mundo visible como en el otro. Tú estás aquí Tú estás aquí y yo no puedo estar en ninguna parte sino contigo. ¿Qué me sucede? Es como si este viejo mundo estuviera ahora cerrado. Así como antaño cuando trajeron la cabeza desde el cielo encima del templo, La piedra clave de la bóveda vino a apresar el bosque pagano. ¡Oh Dios mío, veo ahora la clave que libera, no es aquella que abre, sino la que cierra! ¡Tú estás aquí conmigo! ¡Estás cerrado por tu voluntad como por un muro y por tu potencia como por una fortísima muralla! Y he aquí que como antes Ezequiel con la caña de siete codos y medio, Estás atrapado y de un rincón del mundo al otro alrededor de ti He tendido la inmensa red de mi conocimiento. Como la melodía que inicia con metales Gana las maderas y progresivamente invade las profundidades de la orquesta Y como las erupciones del sol Que repercuten sobre la tierra en crisis de agua y maremoto, Así, desde el más grande Ángel que te contempla hasta la piedra del camino y de un rincón de tu creación hasta el otro, No cesa la continuidad, como tampoco entre el alma y el cuerpo; El movimiento inefable de los serafines se propaga en los Nueve órdenes de los Espíritus, ¡Y he aquí el viento que se eleva sobre la tierra, El sembrador, el Recolector! Así el agua continúa el espíritu y lo soporta y lo alimenta, Y entre Todas tus criaturas hasta ti, hay como un enlace líquido. ¡Te saludo, oh mundo liberal ante mis ojos, Comprendo por qué estás presente, Lo Eterno sí está contigo, y donde está la Criatura, el Creador no la ha abandonado! Yo estoy en ti y tú estás en mí, tu posesión en la mía. Y ahora en nosotros por fin Resplandece el comienzo, Resplandece el nuevo día, resplandece en la posesión de la fuente, yo sé qué juventud angélica! Mi corazón no marca más el tiempo, es el instrumento de mi perduración, Y el imperecedero espíritu contempla las cosas pasajeras. ¿Pero he dicho pasajeras? He aquí que ellas recomienzan. ¿Y mortales? No hay tampoco muerte conmigo. Todo ser, como Obra de la Eternidad, es también su expresión. La eternidad es presente y todas las cosas presentes suceden en ella No es el texto desnudo de la luz: mirad, todo está escrito de un lado a otro: Se puede recurrir al detalle más gracioso: no falta sílaba ninguna. La tierra, el cielo azul, el río con sus embarcaciones y tres árboles cuidadosamente plantados en la orilla, La hoja y el insecto sobre la hoja, esta piedra que sopeso con mi mano, La aldea con toda esa gente de dos ojos que a la vez habla, teje, comercia, enciende fuego, lleva fardos, completa como una orquesta que toca, Todo esto es la eternidad, y la libertad de no ser le ha sido negada, ¡Yo los veo con los ojos del cuerpo, los produzco en mi corazón! ¡Con los ojos del cuerpo, en el paraíso no usaré otros ojos sino estos mismos! ¿Se dice acaso que el mar pereció porque otra ola y una tercera y una enésima sucede A ésta que se resuelve triunfalmente en la espuma? El mar está contenido en sus riberas y el Mundo en sus límites, nada se pierde en este lugar cerrado, Y la libertad está contenida en el amor, Palpita En todas las cosas el deseo de inventar la aproximación más exquisita, toda belleza en su insuficiencia. Yo no os veo, pero me perpetúan estos seres que os ven. No se entrega sino lo que se ha recibido. Y como todas las cosas de ti Han recibido el ser, en el tiempo restituyen la eternidad. Y yo también Tengo una voz y escucho y oigo el ruido que ella hace. Y produzco agua con mi voz, como si fuera agua pura, y porque ella nutre todas las cosas, todas las cosas se reflejan en ella. ¡Así la voz con la que yo hago de ti palabras eternas! no puedo nombrar nada sino lo eterno. ¡La hoja muere y el fruto cae, pero la hoja en mis versos no perece, Ni el fruto maduro, ni la rosa entre las rosas! Ella perece, mas su nombre en el espíritu que es mi espíritu ya no perece. Hela aquí liberada del tiempo. Y yo que hago las cosas eternas con mi voz, haz que yo sea eternamente Esta voz ¡Una palabra totalmente inteligible! ¡Libérame de la esclavitud y del peso de esta materia inerte! ¡Clarifícame, pues! despójame de estas tinieblas execrables y haz que yo sea, por fin, Toda esta cosa deseada oscuramente en mí. ¡Vivifícame, así como el aire aspirado por nuestra máquina hace brillar nuestra inteligencia como una brasa! Dios, que has soplado sobre el caos, separando lo seco de lo húmedo, Que has soplado sobre el Mar Rojo, que se apartó ante Moisés y Aarón, Sobre la tierra mojada, he aquí al hombre, Mandas también sobre mis aguas, y has puesto en mi nariz el mismo espíritu de creación y de figura. No es lo impuro lo que fermenta, lo puro es la simiente de vida. ¿Qué es el agua sino la necesidad de ser líquido Y perfectamente claro en el sol de Dios como una gota traslúcida? Y qué me dices del azul del aire que conviertes en líquido ¡Oh, qué precioso elixir es el alma humana! Si el rocío resplandece en el sol, ¡Cuánto más el carbunclo humano y el alma sustancial en la luz inteligible! ¡Dios que has bautizado con tu espíritu el caos Y que la víspera de Pascuas exorcizas por la boca de tu sacerdote la fuente pagana con la letra psi, Fecundas con el agua bautismal nuestra agua humana Ágil, gloriosa, impasible, imperecedera! El agua transparente ve por nuestros ojos y sonora escucha por nuestra oreja y prueba Por la boca púrpura que abreva en la séxtuple fuente, Y colorea nuestra carne y modela nuestro cuerpo plástico. Y como la gota seminal fecunda la figura matemática, repartiendo El inicio abundante de los elementos de su teorema. ¡Así el cuerpo de gloria desea bajo el cuerpo de barro, y la noche Se disuelve en la visibilidad! ¡Dios mío, ten piedad de estas aguas deseantes! ¡Dios mío, ves que yo no soy solamente espíritu sino agua! ¡Ten piedad de estas aguas que mueren de sed dentro de mí! Y el espíritu está deseante, mas el agua es la cosa deseada. ¡Oh, Dios mío, tú me has dado este instante de luz para verla, Como el hombre joven que piensa en su jardín en el mes de agosto y ve por intervalos todo el cielo y la tierra de una sola mirada, El mundo de una sola mirada atravesado por un rayo dorado! ¡Oh fuertes estrellas sublimes y qué fruto entrevisto en el negro abismo! ¡Oh flexión sagrada del largo ramaje de la Osa Menor! No moriré. ¡No moriré, soy inmortal! ¡Y todo muere, mas yo crezco como una luz más pura! Y así como ellos hacen muerte de la muerte, de su exterminio hago mi inmortalidad. ¡Que cese yo de ser oscuro! ¡Utilízame! ¡Extrae mi esencia con tu mano paternal! Saca al fin Todo el sol que hay en mí y la capacidad de tu luz, que yo te vea Ya no sólo con los ojos, sino con todo mi cuerpo y mi sustancia y la suma de mi cantidad resplandeciente y sonora! El agua divisible que da la medida del hombre No pierde su naturaleza que es la de ser líquida y perfectamente pura por lo que todas las cosas se reflejan en ella. Como esas aguas que sustentaron a Dios en el principio, Así estas aguas hipostáticas en nosotros No cesan de desearlo, ¡no hay deseo más que de él! Pero lo que hay en mí de deseable no está maduro. Que la noche esté pues en espera de mi partición donde lentamente se elabora desde mi alma La gota pronta a caer por su peso. ¡Déjame hacer una libación de las tinieblas, Como la fuente de la montaña que da de beber al Océano con su pequeña concha! ¡Dios mío, que conoces por su nombre a cada hombre desde antes de que nazca, Recuérdame pues estaba oculto en la fisura de la montaña, Allá donde brotaban las fuentes de agua hirviente, y acuérdate de mi mano sobre la pared colosal de mármol blanco! ¡Oh Dios mío cuando el día se apaga y Lucifer aparece solitario en Oriente, Nuestros ojos únicamente no son sólo nuestros ojos, nuestro corazón, también nuestro corazón aclama la estrella inextinguible, Nuestros ojos van hacia su luz y nuestras aguas hacia el destello de esta gota glorificada! ¡Dios mío, si has colocado esta rosa en el cielo, dotado De tanta gloria, este glóbulo de oro en el rayo de la luz creada, Cuánto más al hombre inmortal animado de la eterna inteligencia! ¡Así la viña bajo sus racimos colgantes, así el árbol frutal el día de su bendición, Así el alma inmortal a quien este cuerpo que perece no basta! Si el cuerpo extenuado desea el vino, si el corazón adorante saluda a la estrella reencontrada ¿Cuánto más el alma deseante de resolución no vale la otra alma humana? ¡Y yo también al fin la he encontrado, la muerte que me era necesaria! He conocido a esta mujer. He conocido el amor de la mujer. He poseído la interdicción. ¡He conocido esta fuente de sed! ¡He deseado el alma, saberla, esta agua que no conoce la muerte! ¡He sostenido entre mis brazos al astro humano! Oh amiga, no soy un dios, Y mi alma no la puedo compartir y tú no puedes tomarme y contenerme y poseerme. Y he aquí que como alguien que se aleja, tú me has traicionado, ¡Tú no estás más en ninguna parte, oh rosa! ¡Rosa, no veré más tu rostro en esta vida! Y heme aquí solo, al borde del torrente, el rostro contra el suelo Como un penitente al pie de la montaña de Dios: los brazos en cruz en el trueno de la voz rugiente! ¡He aquí las grandes lágrimas que brotan! ¡Y estoy allá como alguien que muere, y que se asfixia y que siente náuseas, y toda mi alma fuera de mí brota como un gran chorro de agua clara! Dios mío, Me veo y me juzgo, y ya no tengo precio alguno para mí mismo. Tú me has dado la vida: te la devuelvo, prefiero que recobres todo. ¡Me veo al fin! y tengo desolación, y el dolor interior abre en mí todo como un ojo líquido. ¡Oh Dios mío, no quiero ya nada, y te devuelvo todo, y ya nada tiene precio para mí, Y ya no veo más que mi miseria, y mi nada, y mi privación, y esto al menos es mío! ¡Ahora brotan Las fuentes profundas, brota mi alma salada, estalla en un grito la bolsa profunda de la pureza seminal! ¡Ahora me soy perfectamente claro, todo Amargamente claro, y ya no hay nada en mí Sino una perfecta privación sólo de ti! Y ahora de nuevo, después de un año, Como el segador Habacuc a quien el Ángel condujo hasta Daniel sin que hubiera cortado el asa de su cesto, El espíritu de Dios me ha encantado de un golpe por encima del muro y heme aquí en este país desconocido. ¿Dónde está el viento ahora? ¿dónde está el mar? ¿dónde, el camino que me ha llevado hasta aquí? ¿Dónde están los hombres? No hay más que el cielo siempre puro. ¿Dónde está la antigua tempestad? Presto oído: y no hay más que este árbol que se estremece. Escucho, y no hay más que esta hoja insistente. Sé que la lucha ha terminado. ¡Sé que la tempestad ha terminado! Hubo el pasado, mas ya no existe. Siento sobre mi rostro un soplo más frío. He aquí de nuevo la Presencia, la pavorosa soledad, y de pronto, el soplo de nuevo sobre mi rostro. Señor, mi viña está en mi presencia y veo que mi liberación ya no me puede escapar. Aquél que conoce la liberación, se ríe ahora de todas las ataduras. Y ¿quién comprenderá la risa que hay en su corazón? Mira todas las cosas y ríe. Señor, aquí estamos bien en este lugar, que yo no retorne a la mirada de los hombres. Dios mío, ocúltame a la mirada de todos los hombres, que ya no sea conocido por ninguno de ellos, Y como de la estrella eterna Su luz, que no quede nada de mí sino sólo la voz. ¡El verbo inteligible y la palabra en su esencia y la voz que es el espíritu y el agua! Hermano, no puedo darte mi corazón, pero donde la materia no sirve vale y va la palabra sutil Que soy yo mismo con una inteligencia eterna. Escucha, hijo mío, e inclina hacia mí la cabeza y te daré mi alma. Hay mucho ruido en el mundo y sin embargo el amante con el corazón deshecho escucha solo en lo alto del árbol cómo se estremece la hoja sibilina. Así, entre las voces humanas, ¿cuál es ésta que no es ni más alta ni más baja? ¿Por qué, entonces, sólo tú la escuchas? ¡Porque es la única que se somete a una medida divina! ¡Porque ella es toda entera la medida misma, La medida santa, libre, todopoderosa, creadora! Ah yo lo percibo ¡El espíritu no cesa de ser sustentado sobre las aguas! Nada existe, hermano mío, ni siquiera tú mismo, Sino por una proporción inefable y el justo número sobre las aguas infinitamente divisibles! ¡Escucha, hijo mío, y no me cierres tu corazón, y recibe La invasión de la voz razonable, en quien está la liberación del agua y del espíritu, por las cuales son Explicadas y resueltas todas las ataduras! No es la lección de un maestro, ni la tarea que se da para que se aprenda, Es un alimento invisible, es la medida que está por encima de toda palabra, Es el alma que recibe al alma y todas las cosas en ti se vuelven claras. ¡Hela aquí, pues, en el umbral de mi casa, la Palabra que es como una joven muchacha eterna! ¡Abre la puerta! Y la Sabiduría de Dios está ante ti como una torre de gloria y como una reina coronada! ¡Oh amigo, no soy un hombre ni una mujer, soy el amor que está por encima de toda palabra! Te saludo, hermano mío, bienamado. ¡No me toques! No trates de asir mi mano.
Pekín, 1906
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