Oda tercera
El poeta recuerda los beneficios de Dios y eleva hacia él un canto de reconocimiento —Porque me libraste de los Ídolos. Solemnidad y magnificencia de las cosas reales que son un espectáculo de actividad; todo sirve. El poeta reclama su lugar entre la servidumbre— Porque me libraste de la muerte. Horror y execración de una filosofía embrutecedora y homicida. Abrazo del deber poético, que consiste en encontrar a Dios en todas las cosas y asimilarlas al Amor —Pausa. Fatiga de las cosas creadas. Sumisión pura y simple a la voluntad y al orden divinos— Bendito seas, Dios mío, que me libraste de mí mismo y que te colocaste tú mismo en mis brazos bajo la figura de esta criatura recién nacida. El poeta que lleva a Dios consigo entra en la Tierra Prometida. |