Magnificat
Mi alma glorifica al Señor. ¡Oh las luengas calles antaño amargas y los días en que yo era uno y solo! ¡La caminata en París, esa larga calle que desciende hacia Notre Dame! ¡Entonces como el joven atleta que al estadio se dirige rodeado del grupo solícito de amigos y entrenadores, Y éste le habla al oído, y el brazo que abandona, otro sujeta la venda que le ciñe los tendones. Yo caminaba entre los pies precipitados de mis dioses! ¡Menos murmullos en el bosque durante la fiesta de San Juan Menos alborozo en Damasco, cuando al relato de las aguas que descienden en tumulto de los montes Se une el suspiro del desierto y la agitación en la tarde de los altos arces en el aire ventilado, ¡Cuántas palabras en este joven corazón colmado de deseos! ¡Oh dios mío, un hombre joven y el hijo de la mujer te son más gratos que un tierno novillo, Y fui ante ti como un luchador que se rinde No porque se crea débil, sino porque el otro es más fuerte. Me llamaste por mi nombre Como alguien que lo conoce, me elegiste entre todos los de mi edad. ¡Oh Dios mío, tú sabes cómo el corazón de los jóvenes está lleno de afección y cómo no se sujeta ni a su impureza ni a su vanidad! ¡Y he aquí que eres alguien de pronto! Fulminaste a Moisés con tu poder, pero en mi corazón eres como un ser sin pecado. ¡Oh cierto que soy el hijo de la mujer! ¡Porque ni la razón, ni la lección de los maestros, ni lo absurdo, nada pueden Contra la violencia de mi corazón y contra las manos tendidas de este pequeño infante! ¡Oh lágrimas! ¡Oh corazón tan débil! ¡Oh mina de lágrimas que estalla! Venid, feligreses y adoremos a este recién nacido. ¡No me tomes por tu enemigo! No comprendo y nada veo, no sé dónde estás. Sin embargo vuelvo hacia ti este rostro cubierto de lágrimas, ¿Quién no amaría a quien nos ama? Mi espíritu se ha llenado de gozo en mi Salvador. Venid, feligreses, y adoremos a este pequeño que nos ha nacido. Y ahora no soy un recién llegado, sino un hombre en la mitad de su vida, sabiendo, Que se detiene y que se sostiene de pie con gran fuerza y paciencia y mira en todas direcciones. Y con este espíritu y el ruido que tú metiste en mí Hice muchas palabras e historias inventadas, y personas reunidas en mi corazón con sus voces diversas. Y ahora, suspendido el largo debate, Me tiendo hacia ti solo, como otro que comienza A cantar con la voz plural como el violín que el arco toma sobre doble cuerda. Puesto que nada me retiene aquí sino este muro de arena y la mirada constante sobre las siete esferas de cristal sobrepuestas, Estás aquí conmigo, y voy a hacer para ti sólo por gusto un hermoso cántico, como un pastor sobre el monte Carmelo que mira una pequeña nube. En este mes de diciembre y en esta canícula del frío, cuando todo abrazo se acorta y estrecha y esta misma noche reluciente, El espíritu de gozo no me entra menos directamente en el cuerpo Que cuando la palabra fue dicha a Juan en el desierto, bajo el pontificado de Caifas y de Ana, siendo Herodes Tetrarca de Galilea y Felipe, su hermano, del Iturea y de la región Traconnitida, y Lisanias de Abilene. ¡Dios mío, que nos hablas con las mismas palabras que te dirigimos, No desprecies mi voz en este día como no despreciaste la de ninguno de tus hijos ni la de la propia María tu sierva, Cuando en la exaltación de su corazón clamó hacia ti porque te has fijado en su humildad! ¡Oh madre de mi Dios! ¡Oh mujer entre todas las mujeres! ¡Has llegado a mí después de este largo viaje! ¡Y he aquí que todas las generaciones en mí, hasta mí, te llaman bienaventurada! ¡Así desde que entras, Isabel te escucha, Y está ya en sexto mes la que fue considerada estéril! ¡Oh mi corazón está grávido de alabanzas que apenas hacia ti puede elevarse Como el pesado incenciario de oro repleto de incienso y de brasas, Que un instante vuela hasta el límite de su cadena desplegada, desciende, y deja a su paso Una gran nube, de denso humo en el rayo del sol! ¡Que el ruido se haga voz y que la voz en mí se haga palabra! En medio de este universo balbuciente, déjame preparar mi corazón como alguien que sabe lo que tiene que decir, Porque no es en vano la profunda exultación de la Criatura, ni este secreto que guardan las miríadas celestes en una diligente vigilia. ¡Que mi palabra sea equivalente a su silencio! Ni esta bondad de las cosas, ni la agitación de las cañas huecas cuando sobre ese antiguo túmulo entre el Caspio y el Aral, El Rey Mago fue testigo de una gran preparación en los astros. ¡Pero que yo encuentre sólo la palabra justa, que exhale solamente Esta palabra de mi corazón, habiéndola encontrado, y que muera enseguida, habiéndola dicho, y que enseguida incline la cabeza Sobre mi pecho, habiéndola dicho, como el anciano sacerdote que muere al consagrar! Bendito seas, Dios mío, porque me libraste de los ídolos, Y porque haces que sólo a ti te adore, y no a Ísis ni a Osiris, Ni a la Justicia, ni al Progreso, ni a la Verdad, ni a la Divinidad, ni a la Humanidad, ni a las leyes de la Naturaleza, ni al Arte, ni a la Belleza, Y porque no permitiste existir a todas estas cosas que no son, ni al vacío dejado por tu ausencia. Como el salvaje que construye una piragua y con lo que sobra fabrica a Apolo, Así todos estos portadores de palabras con el exceso de sus adjetivos han hecho monstruos sin sustancia, Más huecos que Moloch, devoradores de niños, más crueles y horribles que Moloch. Producen sonido y no tienen voz, ostentan un nombre y nadie hay, Y el espíritu inmundo está allí, que colma los lugares desiertos y todas las cosas vacías; Señor, me libraste de los libros y de las Ideas, de los Ídolos y sus sacerdotes, Y no has permitido que Israel sirva bajo el yugo de los Afeminados. Yo sé que no eres el dios de los muertos, sino de los vivos. No honraré a fantasmas ni a muñecas, ni a Diana, ni al Deber, ni la libertad, ni al buey Apis. Y los “genios”, y los “héroes”, los prohombres y los superhombres, me dan el mismo horror que aquellos desfigurados. Porque no soy libre entre los muertos, Y porque existo entre las cosas que son y las obligo a tenerme por indispensable. Y porque no deseo ser superior a nada, sino a un hombre justo, Justo como tú eres perfecto, justo y viviente entre los espíritus reales. ¡Qué me importan las fábulas! ¡Que pueda yo ir solamente a la ventana y abrir la noche y que estalle en mis ojos, en cifra simultánea, Lo innumerable como otros tantos ceros después del 1, coeficiente de mi necesidad! ¡Es verdad! Nos has otorgado la Gran Noche después del día y la realidad del cielo nocturno. Como estoy allá, él está allá con los billones de su presencia, Y con las 6 000 Pléyades nos deja su firma sobre el papel fotográfico De la misma forma como el criminal imprime la huella de su pulgar manchado de tinta sobre la declaración escrita Y el observador busca y encuentra los ejes y los rubíes, Hércules o Alción, y las constelaciones Semejante al alamar sobre el hombro de un pontífice y a los suntuosos ornamentos cuajados de pedrerías de diversos colores. Y aquí y allá en los confines del mundo donde el trabajo de la creación se cumple, las nebulosas, Como cuando el mar violentamente agitado y removido Recobra la calma, he aquí por todas partes la espuma y grandes capas de sal turbia en ascenso. Así también el cristiano en el cielo de la fe siente palpitar la comunión de todos sus hermanos vivos. Señor, no es plomo ni piedra ni un podrido madero que has enlistado en tu servicio, Y ni hombre alguno se consolidará en la figura del que dijo: Non serviam! ¡No es la muerte quien vence a la vida, sino la vida quien destruye a la muerte y ésta no puede contra ella! ¡Derribaste a los ídolos, Derribaste a los poderosos de sus tronos y quisiste como servidora la llama del fuego! ¡Como en un puerto cuando llega el deshielo se ve la negra muchedumbre de los trabajadores invadir los muelles y agitarse a lo largo de los barcos, Así en mis ojos las estrellas pululantes y el inmenso cielo activo! Estoy preso y no puedo escapar, como una cifra de la suma. ¡Ha llegado la hora! Para la tarea que se me encomienda sólo basta la eternidad Y sé que soy responsable y creo en mi maestro como él cree en mí. Confío en tu palabra sin requerir de pruebas, Por eso rompemos los lazos de los sueños, y pisoteamos los ídolos, y abrazamos la cruz con la cruz. Porque la imagen de la muerte produce la muerte, y la imitación de la vida, La vida, y la visión de Dios engendran la vida eterna. ¡Bendito seas, Dios mío, que me libraste de la muerte! ¡Así, a grandes gritos, el rostro descubierto, Canta María, hermana de Moisés, Sobre la otra orilla del mar que se había tragado al Faraón, Porque hemos dejado al mar detrás de nosotros! Porque acogiste a Israel, tu criatura, acordándote de tu misericordia, Y porque hiciste ascender hacia ti al humillado tendiéndole la mano como un hombre que sale de la fosa. A nuestras espaldas la mar confusa de encontradas olas Mas tu pueblo lo atraviesa sin mojarse los pies por el camino más corto, detrás de Moisés y Aarón. ¡El mar detrás de nosotros y ante nosotros el desierto de Dios y las montañas terribles con relámpagos, Y la montaña con relámpagos que la exhibe y la absorbe alternativamente con aire de bronco carnero Como un potro que se debate bajo la carga de un hombre corpulento! ¡Detrás de nosotros el mar que se tragó al Perseguidor, y caballo y jinete, armado como lingote de plomo, cayeron hasta el fondo! Así la antigua María, y así en el jardincillo de Hebrón Se estremeció en su ser la otra María cuando vio los ojos de su prima que le tendía los brazos ¡Y cuando la esperanza de Israel entendió que ella era la otra! ¡Y a mí, igual que salvaste a José de la cisterna y a Jeremías de la profunda fosa, Me salvaste así de la muerte y por eso grito a mi vez, Porque me ha hecho maravillas y porque el Santo es su nombre! ¡Pusiste en mi corazón el horror a la muerte, y no puede mi alma tolerar la muerte! Sabios, epicúreos, maestros del noviciado del Infierno, practicantes de la introducción a la Nada, Brahamanes, bonzos, filósofos, ¡sus consejos, Egipto! sus consejos, Sus métodos y sus demostraciones y su disciplina, ¡Nada me reconcilia, yo estoy vivo en tu noche abominable, alzo los brazos en la desesperación, alzo los brazos en el trance y en la transformación de la esperanza salvaje y sorda! Quien no cree en Dios, tampoco cree en el Ser, y quien odia el Ser, odia su propia existencia, Señor, yo te encontré. ¡Quien te encuentra, no puede ya tolerar la muerte, E interroga toda cosa contigo con la intolerancia del fuego que pusiste en él! ¡Señor, no me apartaste, como a flor de invernadero, Como al monje negro bajo su capuchón y cogulla que florece cada mañana todo de oro para la misa al despuntar el sol, Sino que me plantaste en lo más hondo de la tierra Como yerba seca y tenaz, invencible, que atraviesa el antiguo Loess y las capas de arena superpuestas. ¡Señor, pusiste en mí un germen no de muerte sino de luz! Ten paciencia de mí pues no soy uno de tus santos Que tritura como penitencia la amarga y dura corteza Comidos por sus obras por todas partes como una cebolla por sus raíces; —¡Tan débil que se le cree extinguido! Mas helo aquí operante de nuevo, y no cesa de hacer su obra y su alquimia con gran paciencia y tiempo. ¡Porque no es sólo este cuerpo que requiero domar, sino todo este mundo en bruto, proveer lo Necesario para entender y disolverlo y asimilarlo En ti y no ver nada Que sea refractario a tu luz en mí! Porque hay quienes ven por los ojos y oyen por las orejas, Pero yo escucho y miro sólo por el espíritu. ¡Yo veré con esta luz tenebrosa! Mas ¡qué me importan las cosas vistas con la mirada del ojo que me las hace visibles, Y la vida que yo recibo, si no la doy, y todo aquello a lo que soy extraño, Y toda cosa que no seas tú mismo, ¡Y esta muerte, al lado de tu Vida, que llamamos vida mía! ¡Harto estoy de la vanidad! Ves que soy sumiso a la vanidad sin quererlo! ¿Cuál es el motivo de que no halle placer en tus obras? ¡No me hables más de la rosa! ningún fruto tiene ya sabor para mí. ¿Y qué es esta muerte que tú me has quitado junto a la verdad de tu presencia Y de esta nada indestructible que soy yo Con la que me es preciso soportarte? ¡Oh longitud del tiempo! No puedo más y soy como alguien que apoya la mano contra el muro. El día sigue al día, pero he aquí el día en el que el sol se detiene. Está aquí rigor de invierno, adiós, oh hermoso verano, el trance y el pasmo de la inmovilidad. Prefiero el absoluto. No me devuelvas a mí mismo. ¡He aquí el frío inexorable, he aquí sólo a Dios! En ti soy anterior a la muerte —y he aquí otra vez al año que comienza. Antiguamente estaba con mi alma como con un inmenso bosque Que no cesa de oírse cuando uno calla, un pueblo con más voces murmurantes que en la Historia y la Novela (Y luego por la mañana, o bien en domingo, se oye una campana entre los hombres). Pero ahora los vientos alternantes se han callado y las hojas en mi alrededor caen en masas densas. ¡Y trato de hablar con mi alma: oh alma mía, los países que hemos visto. Y todas aquellas gentes, y los mares recorridos tantas veces! Y ella es como alguien que sabe y prefiere no responder. Y por todos los enemigos de Cristo a nuestro alrededor: ¡Toma tus armas, oh guerrera! Pero yo como niño que provoca al pequeño escorpión repulsivo con una paja, no logra así llamar su atención. “¡Que la paz esté contigo!” ¡regocíjate! Y di: no es con palabras como mi alma glorifica al Señor! Pide dejar de ser un límite, rehúsa ser un obstáculo a su santa voluntad. Es preciso. ¡Terminó el verano! y no hay ya verdor, ni cosas pasajeras, sino sólo Dios. Y mira, y ve la campiña desolada ¡y la tierra por todas partes vacía, como un anciano que no ha hecho mal! Hela aquí solemnemente muerta en apariencia, dispuesta a su ordenación para la siembra siguiente Como el sacerdote tendido boca abajo entre sus dos asistentes como un diácono que va a recibir la orden suprema. Y sobre ella la nieve desciende como una absolución.” Y yo sé, y recuerdo Y vuelvo a ver este bosque, al día siguiente de Navidad, antes de que el sol estuviera en alto, Era todo blanco, como un sacerdote vestido de blanco del que no se ven sino las manos, que tienen el color de la aurora, (La madera entera presa en la espesura y materia de un vidrio oscuro), Blanco desde el tronco hasta las más finas ramillas y el color Rojizo de las hojas muertas y el verde almendrado de los pinos, (El aire, en horas de paz y de noche, se decanta como un vino tranquilo). Y el largo hilo de la araña cargado de vello atestigua la concentración del que reza. “Quien participa en la voluntad de Dios, es preciso que participe en su silencio. Sé conmigo todo entero. Callemos juntos ante todos los ojos. Quien da la vida es preciso que acepte la muerte.” Bendito seas, Dios mío, porque me libraste de mí mismo, Y haces que no coloque mi bien en mí ni en el estrecho calabozo donde Teresa vio empotrados a los réprobos. Sino sólo en tu voluntad Y no en bien alguno, sino sólo en tu voluntad. ¡Feliz no quien es libre, sino aquél a quien tú señalas como una flecha en la aljaba! Dios mío, que al principio de todo y de ti mismo pusiste la paternidad, Bendito seas porque me has dado esta hija, Y has puesto en mí con qué devolverte esta vida que me diste, Y por ello comparto contigo la paternidad de esta vida. No soy yo quien engendra, ni quien es engendrado. Bendito seas porque no me abandonaste a mí mismo. Sino porque me aceptaste como cosa útil y buena para el fin que persigues. Y porque ya no tienes pavor de mí como de los soberbios y ricos que despediste vacíos. Pusiste en mí tu poder que es el de tu humildad por la cual te borras ante tus obras, En este día de sus generaciones en que el hombre recuerda que es tierra, y he aquí que contigo me he tornado principio y comienzo. Como tuviste necesidad de María y María de la línea de todos sus ancestros, Antes de que su alma te glorificase y de que recibieses por ella magnificación ante los ojos de los hombres, ¡Así fue como tuviste necesidad de mí, a su vez y fue así como quisiste, oh maestro mío, Recibir de mí la vida como entre los dedos del sacerdote que consagra, y colocarte tú mismo en esta imagen real entre mis brazos! Bendito seas porque no permanecí solo Y porque de mí brotó existencia y suscitación de mi hijo inmortal, porque de mí a su vez, en esta imagen real para siempre, de una alma unida a un cuerpo, Recibiste figura y dimensión. He aquí que no es una piedra lo que tengo entre mis brazos, sino esta criatura llorando que agita brazos y piernas. Heme aquí ligado a la ignorancia y a las generaciones de la naturaleza y ordenado para una finalidad que me es extraña. Al fin tú, recién nacida, al fin pude mirarte. Al fin, alma mía, puedo al fin ver tu rostro, Como un espejo que acaba de ser retirado de Dios, limpio aún de toda otra imagen. De mí mismo nace algo extraño, De este cuerpo nace un alma, y de este hombre externo y visible Un no sé qué de secreto y femenino, de extraño parecido. ¡Oh hija mía! ¡Oh pequeña niña semejante a mi alma esencial y a quien es preciso asemejarse de nuevo Cuando el deseo sea purgado por el deseo! ¡Bendito seas, Dios mío, porque en mi lugar nace un niño sin orgullo, (Como en el libro en lugar del poeta repugnante y endurecido El alma virginal sin defensa y sin cuerpo enteramente ofrendada y recibida) Nace de mí algo nuevo de extraña semejanza! En mí y en la línea profunda de todos mis ancestros comienza un nuevo ser. Éramos necesarios en el orden de nuestras generaciones Para que a esta especial voluntad de Dios sangre y carne estuvieran dispuestos. ¿Quién eres tú recién llegada, extranjera? y ¿qué vas a hacer con estas cosas nuestras, Cierto color de nuestros ojos, cierta posición de nuestro corazón? ¡Oh niño nacido en suelo extranjero! ¡Oh corazón de rosa! ¡Oh hatillo más fresco que un gran ramo de lilas blancas! Esperan por ti dos ancianos en la casa natal, vieja y agrietada, apuntalada con pedazos de fierro y ganzúas. Esperan tu bautizo las tres campanas del mismo campanario que han doblado por tu padre, semejante a ángeles y a hijas adolescentes, ¡A las diez cuando el jardín libera sus aromas y todos los pájaros cantan en francés! ¡Te espera ese gran planeta encima del campanario que está en el cielo estrellado como un Pater entre las pequeñas Aves María, Cuando el día se extingue y se empiezan a contar sobre la iglesia dos débiles estrellas parecidas a las vírgenes Paciencia y Evodia! Esto ha cambiado ahora entre los hombres y yo: que soy padre de uno de ellos. Quien ha otorgado la vida ya no la puede odiar, no puede decir que la ignora. Como ningún hombre es por sí mismo tampoco es para sí mismo La carne engendra la carne, y el hombre al hijo que no es para él, y el espíritu, La palabra destinada a otros espíritus. Como la nodriza colmada de su leche desbordante, así el poeta se siente pleno de esta palabra en él a otros destinada. ¡Oh antiguos dioses, sin pupilas; en quienes no se refleja la pequeña criatura! ¡Apolón Loxias de rodillas abrazadas en vano! ¡Oh Cabeza de Oro en el cruce de caminos! Hete aquí con algo más que verter al suplicante que tu sangre inútil y el juramento sobre la piedra céltica. La sangre se une a la sangre, el espíritu se desposa con el espíritu, Y la idea salvaje con el pensamiento escrito, y la pasión pagana con la voluntad razonable y ordenada. Quien cree en Dios, lo acredita. Quien tiene al Hijo con él tiene al Padre. ¡Abraza el texto vivo y a tu dios invencible en este documento que respira! Toma este fruto que te pertenece y esta palabra sólo a ti dirigida. ¡Dichoso quien en él porta la vida de los otros y no su muerte, como fruto que madura en su lugar y tiempo, y tu pensamiento creador en él! Es como un padre que reparte su sustancia entre sus hijos. ¡Y como un árbol saqueado hasta el último fruto cuya munificencia es de Dios quien colma de bienes a los hambrientos! Bendito seas, Dios mío, que me introdujiste en esta tierra de mi atardecer; E hiciste pasar a los Reyes Magos a través de la emboscada de los tiranos, y condujiste a Israel en el desierto, Y así también después de larga y penosa ascensión, un hombre encuentra el paso desciende por la otra ladera. Murió Moisés sobre la cima de la montaña, pero Josué entró con todo su pueblo en la tierra prometida. Después de largo ascenso, tras largas jornadas por la nieve y la niebla, Parece un hombre que empieza a descender, sosteniendo la rienda con la mano derecha. Y sus mujeres le siguen en caballos y asnos, y más atrás, sobre albardas, los hijos y el material de guerra y de campamento, y las Tablas de la ley, Y escucha en la niebla detrás de él el ruido de un pueblo entero en marcha. ¡Y he aquí que ve al sol elevarse a la altura de su rodilla como una mancha rosa a través de algodones Y el vapor se adelgaza y de pronto La Tierra Prometida se le aparece en una luz resplandeciente como una doncella nueva, Toda verde y rutilante de agua como una mujer que sale del baño! ¡Y se ven aquí y allá elevarse del fondo del abismo, perezosamente en el aire húmedo, grandes vapores blancos, Como islas que sueltan sus amarras, como gigantes cargados de odres! Para él no hay ni sorpresa ni curiosidad sobre su rostro, y ni siquiera mira a Canaán sino que se fija en el primer paso del descenso. Porque su misión no es entrar en Canaán, sino ejecutar tu voluntad. ¡Es por eso que seguido por todo su pueblo en marcha emerge con el sol levante! No le fue necesario verte en el Sinaí, en su corazón no hay duda ni indecisión, Y las cosas que no están en tu mandamiento nada significan para él, Para él no hay belleza en los ídolos ni interés en Satán ni existencia en lo que no es. Con la misma humildad con que detuvo el sol, Con la misma modestia con que ponderó a quien le era entregada (Nueve tribus y media más allá del Jordán y más acá dos y media.) Esta tierra de tu promesa sensible, ¡Déjame invadir en esta hora posmeridiana tu estancia inteligible! Porque ¡qué valen ocupación y regocijo y propiedad y acomodo Al lado de la inteligencia del poeta que hace de muchas cosas una sola con él, Puesto que comprender es rehacer La cosa propia que uno toma consigo, Permanece conmigo, Señor, porque la noche se aproxima, no me abandones! ¡No me relegues con los Voltaire, y los Renán y los Michelet, y los Hugo y los demás infames! Su alma está con los canes muertos, y juntos sus libros están en el estiércol. Están muertos, y su nombre aún después de su muerte es veneno y podredumbre. Dispersaste a los orgullosos y ya no pueden estar juntos, Ni comprender, sino solamente destruir y disipar, juntar las cosas. Déjame ver y oír todas las cosas con la palabra Y saludar a cada una por su nombre con la propia palabra que la hizo. Miras esta tierra: tu criatura inocente. ¡Líbrala del yugo del infiel y del impuro y del Amorreo! porque está hecha para ti y no para él. ¡Líbrala por mi boca de esta alabanza que te debe, y como el alma pagana que aspira lánguidamente al bautismo, haz que reciba por todas partes la autoridad y el Evangelio! Como las aguas que surgen de la soledad y caen con fragor de trueno sobre los campos regados Cuando se aproxima esa estación que anuncia el vuelo estridente de los pájaros. ¡El labrador se apresura en todas partes a limpiar la acequia y el arroyo,* a levantar los diques, ya a roturar su campo terrón a terrón con el arado y el azadón, Así como he recibido sustento de la tierra, que así ella reciba a su vez el mío, como una madre de su hijo, Y que lo árido beba hasta los bordes la bendición por todas las grietas de su boca como agua carmesí, Como bebe el profundo prado levantadas todas las compuertas, como el oasis y la huerta* por la raíz de su trigo y como la mujer Egipto por el doble flanco de su Nilo! ¡Bendita sea la tierra! ¡Bendita sea el agua sobre las aguas! ¡Benditos sean los cultivos! ¡Benditos sean los animales según la distinción de su especie! ¡Benditos sean todos los hombres! ¡Abundancia y bendición sobre la obra de los buenos! ¡Abundancia y bendición sobre la obra de los malvados! ¡No es el invitatorio de Maitines, ni el Laudate a la salida del sol ni el cántico de los Niños en la hoguera! Sino la hora en que el hombre se detiene y considera lo que ha hecho y su obra unida con la del día, ¡Y todo el pueblo entero se une a él para el Magnificat a la hora de las Vísperas cuando el sol mide la tierra, Antes de que comience la noche y la lluvia, antes de que en la noche comience la interminable lluvia sobre la tierra sembrada! Y heme aquí como un sacerdote envuelto con su amplio manto de oro que permanece de pie ante el altar en llamas y al que sólo se ven el rostro y las manos con el color del hombre, Y mira cara a cara con tranquilidad, con la fuerza y con la plenitud de su corazón, A su Dios en su presentatorio, sabiendo perfectamente que está ahí bajo la forma del ázimo. Y pronto te tomará en sus brazos, como María te tomó en los suyos, Y mezclado con este grupo al coro que oficia en el sol y en la humareda, y te mostrará a la oscura generación que llega. La luz para la revelación de las naciones y la salvación de tu pueblo, Israel, Tal como lo juraste una sola vez a David, recordando tu misericordia, Y según la palabra que diste a nuestros padres, a Abraham y su simiente por todos los siglos, ¡Así sea!
Tientsin, 1907
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