Material de Lectura

Magnificat

   

    Mi alma glorifica al Señor.
    ¡Oh las luengas calles antaño amargas y los días en que
yo era uno y solo!
    ¡La caminata en París, esa larga calle que desciende
hacia Notre Dame!
    ¡Entonces como el joven atleta que al estadio se
dirige rodeado del grupo solícito de amigos y
entrenadores,
    Y éste le habla al oído, y el brazo que abandona,
otro sujeta la venda que le ciñe los tendones.
    Yo caminaba entre los pies precipitados de mis dioses!
    ¡Menos murmullos en el bosque durante la fiesta de
San Juan
    Menos alborozo en Damasco, cuando
al relato de las aguas que descienden en tumulto de los montes
    Se une el suspiro del desierto y la agitación en la
tarde de los altos arces en el aire ventilado,
    ¡Cuántas palabras en este joven corazón colmado de deseos!
    ¡Oh dios mío, un hombre joven y el hijo de la mujer
te son más gratos que un tierno novillo,
    Y fui ante ti como un luchador que se rinde
    No porque se crea débil, sino porque el otro es
más fuerte.
    Me llamaste por mi nombre
    Como alguien que lo conoce, me elegiste
entre todos los de mi edad.
    ¡Oh Dios mío, tú sabes cómo el corazón de los
jóvenes está lleno de afección y cómo no se sujeta ni a su impureza ni a su vanidad!
    ¡Y he aquí que eres alguien de pronto!
    Fulminaste a Moisés con tu poder, pero
en mi corazón eres como un ser sin pecado.
    ¡Oh cierto que soy el hijo de la mujer! ¡Porque ni
la razón, ni la lección de los maestros, ni lo absurdo,
nada pueden
    Contra la violencia de mi corazón y contra las manos
tendidas de este pequeño infante!
    ¡Oh lágrimas! ¡Oh corazón tan débil! ¡Oh mina de
lágrimas que estalla!
    Venid, feligreses y adoremos a este recién nacido.
    ¡No me tomes por tu enemigo! No comprendo y
nada veo, no sé dónde estás.
    Sin embargo vuelvo hacia ti este rostro cubierto de lágrimas,
    ¿Quién no amaría a quien nos ama? Mi espíritu
se ha llenado de gozo en mi Salvador. Venid, feligreses,
y adoremos a este pequeño que nos ha nacido.
    Y ahora no soy un recién llegado, sino
un hombre en la mitad de su vida, sabiendo,
    Que se detiene y que se sostiene de pie con gran fuerza
y paciencia y mira en todas direcciones.
    Y con este espíritu y el ruido que tú metiste en mí
    Hice muchas palabras e historias
inventadas, y personas reunidas en mi corazón con sus voces diversas.
    Y ahora, suspendido el largo debate,
    Me tiendo hacia ti solo, como otro
que comienza
    A cantar con la voz plural como el violín
que el arco toma sobre doble cuerda.
    Puesto que nada me retiene aquí sino este muro de
arena y la mirada constante sobre las siete esferas de
cristal sobrepuestas,
    Estás aquí conmigo, y voy a hacer para ti sólo por
gusto un hermoso cántico, como un pastor sobre el
monte Carmelo que mira una pequeña nube.
    En este mes de diciembre y en esta canícula del frío, cuando todo abrazo se acorta y estrecha
y esta misma noche reluciente,
    El espíritu de gozo no me entra menos directamente
en el cuerpo
    Que cuando la palabra fue dicha a Juan en el desierto, bajo el pontificado de Caifas y de Ana, siendo Herodes
    Tetrarca de Galilea y Felipe, su hermano,
del Iturea y de la región Traconnitida, y Lisanias de
Abilene.
    ¡Dios mío, que nos hablas con las mismas palabras
que te dirigimos,
    No desprecies mi voz en este día como no despreciaste
la de ninguno de tus hijos ni la de la propia María tu
sierva,
    Cuando en la exaltación de su corazón clamó hacia ti porque te has fijado en su humildad!
    ¡Oh madre de mi Dios! ¡Oh mujer entre todas las
mujeres!
    ¡Has llegado a mí después de este largo viaje! ¡Y he
aquí que todas las generaciones en mí, hasta mí, te
llaman bienaventurada!
    ¡Así desde que entras, Isabel te escucha,
    Y está ya en sexto mes la que fue considerada estéril!
    ¡Oh mi corazón está grávido de alabanzas
que apenas hacia ti puede elevarse
    Como el pesado incenciario de oro repleto de
incienso y de brasas,
    Que un instante vuela hasta el límite de su cadena
desplegada, desciende, y deja a su paso
    Una gran nube, de denso humo en el rayo del sol!
    ¡Que el ruido se haga voz y que la voz en mí
se haga palabra!
    En medio de este universo balbuciente, déjame
preparar mi corazón como alguien que sabe lo que tiene
que decir,
    Porque no es en vano la profunda exultación de la Criatura, ni este secreto que guardan las miríadas
celestes en una diligente vigilia.
    ¡Que mi palabra sea equivalente a su silencio!
    Ni esta bondad de las cosas, ni la agitación de las
cañas huecas cuando sobre ese antiguo túmulo entre el Caspio y el Aral,
    El Rey Mago fue testigo de una gran preparación
en los astros.
    ¡Pero que yo encuentre sólo la palabra justa,
que exhale solamente
    Esta palabra de mi corazón, habiéndola encontrado,
y que muera enseguida, habiéndola dicho, y que
enseguida incline la cabeza
    Sobre mi pecho, habiéndola dicho, como el anciano sacerdote que muere al consagrar!

    Bendito seas, Dios mío, porque me libraste de los
ídolos,
    Y porque haces que sólo a ti te adore, y no
a Ísis ni a Osiris,
    Ni a la Justicia, ni al Progreso, ni a la Verdad, ni a la Divinidad, ni a la Humanidad, ni a las leyes de la
Naturaleza, ni al
Arte, ni a la Belleza,
    Y porque no permitiste existir a todas estas cosas
que no son, ni al vacío dejado por tu ausencia.
    Como el salvaje que construye una piragua y con lo
que sobra fabrica a Apolo,
    Así todos estos portadores de palabras con el exceso
de sus adjetivos han hecho monstruos sin sustancia,
    Más huecos que Moloch, devoradores de niños,
más crueles y horribles que Moloch.
    Producen sonido y no tienen voz, ostentan un
nombre y nadie
hay,
    Y el espíritu inmundo está allí,
que colma los lugares desiertos
y todas las cosas vacías;
    Señor, me libraste de los libros y de las Ideas, de los
Ídolos y sus sacerdotes,
    Y no has permitido que Israel sirva bajo
el yugo de los Afeminados.
    Yo sé que no eres el dios de los muertos, sino
de los vivos.
    No honraré a fantasmas ni a muñecas, ni a
Diana, ni al Deber, ni la libertad, ni al buey Apis.
    Y los “genios”, y los “héroes”, los prohombres
y los superhombres, me dan el mismo horror que aquellos desfigurados.
    Porque no soy libre entre los muertos,
    Y porque existo entre las cosas que son y las obligo
a tenerme por indispensable.
    Y porque no deseo ser superior a nada, sino a un
hombre
justo,
    Justo como tú eres perfecto, justo y viviente entre
los espíritus reales.
    ¡Qué me importan las fábulas! ¡Que pueda yo ir
solamente a la ventana y abrir la noche y que estalle en
mis ojos, en cifra simultánea,
    Lo innumerable como otros tantos ceros después
del 1,
coeficiente de mi necesidad!
    ¡Es verdad! Nos has otorgado la Gran Noche después
del día y la realidad del cielo nocturno.
    Como estoy allá, él está allá con los billones de
su presencia,
    Y con las 6 000 Pléyades nos deja su firma sobre el
papel fotográfico
    De la misma forma como el criminal imprime la
huella de su pulgar manchado de tinta sobre la
declaración escrita
    Y el observador busca y encuentra los ejes y los
rubíes, Hércules o Alción, y las constelaciones
Semejante al alamar sobre el hombro de un pontífice
y a los suntuosos ornamentos cuajados de pedrerías de
diversos colores.
    Y aquí y allá en los confines del mundo donde el
trabajo de la creación se cumple, las nebulosas,
    Como cuando el mar violentamente agitado y
removido
    Recobra la calma, he aquí por todas partes la espuma
y grandes capas de sal turbia en ascenso.
    Así también el cristiano en el
cielo de la fe siente palpitar la comunión
de todos sus hermanos vivos.
    Señor, no es plomo ni piedra ni un podrido
madero que has enlistado en tu servicio,
    Y ni hombre alguno se consolidará en la figura
del que dijo: Non serviam!
    ¡No es la muerte quien vence a la vida, sino la vida
quien destruye a la muerte y ésta no puede contra ella!
    ¡Derribaste a los ídolos,
    Derribaste a los poderosos de sus tronos
y quisiste como servidora la llama del
fuego!
    ¡Como en un puerto cuando llega el deshielo se ve
la negra muchedumbre de los trabajadores invadir los muelles y agitarse a lo largo de los barcos,
    Así en mis ojos las estrellas pululantes y el inmenso
cielo activo!
    Estoy preso y no puedo escapar, como una cifra
de la suma.
    ¡Ha llegado la hora! Para la tarea que se me
encomienda sólo basta la eternidad
Y sé que soy responsable y creo en mi maestro
como él cree en mí.
    Confío en tu palabra sin requerir de pruebas,
    Por eso rompemos los lazos de los sueños,
y pisoteamos los ídolos, y abrazamos la cruz con la cruz.
    Porque la imagen de la muerte produce la muerte, y
la imitación de la vida,
    La vida, y la visión de Dios engendran la vida eterna.

    ¡Bendito seas, Dios mío, que me libraste de la muerte!
    ¡Así, a grandes gritos, el rostro descubierto,
    Canta María, hermana de Moisés,
    Sobre la otra orilla del mar que se había tragado al
Faraón,
    Porque hemos dejado al mar detrás de nosotros!
    Porque acogiste a Israel, tu criatura, acordándote
de tu misericordia,
    Y porque hiciste ascender hacia ti al humillado
tendiéndole la mano como un hombre que sale de la fosa.
    A nuestras espaldas la mar confusa de encontradas
olas
    Mas tu pueblo lo atraviesa sin mojarse los pies por el camino más corto, detrás de Moisés y Aarón.
    ¡El mar detrás de nosotros y ante nosotros el
desierto de Dios y las montañas terribles con
relámpagos,
    Y la montaña con relámpagos que la exhibe y la
absorbe alternativamente con aire de bronco carnero
    Como un potro que se debate bajo la carga de un
hombre corpulento!
    ¡Detrás de nosotros el mar que se tragó al
Perseguidor, y caballo y jinete, armado
como lingote de plomo,
cayeron hasta el fondo!
    Así la antigua María, y así en el jardincillo
de Hebrón
    Se estremeció en su ser la otra María cuando vio
los ojos de su prima que le tendía los brazos
    ¡Y cuando la esperanza de Israel entendió que ella
era la otra!
    ¡Y a mí, igual que salvaste a José de la cisterna
y a Jeremías de la profunda fosa,
    Me salvaste así de la muerte y por eso
grito a mi vez,
    Porque me ha hecho maravillas y porque
el Santo es su nombre!
    ¡Pusiste en mi corazón el horror a la muerte,
y no puede mi alma tolerar la muerte!
    Sabios, epicúreos, maestros del noviciado del
Infierno, practicantes de la introducción a la Nada,
    Brahamanes, bonzos, filósofos, ¡sus consejos,
Egipto! sus consejos,
    Sus métodos y sus demostraciones y su disciplina,
    ¡Nada me reconcilia, yo estoy vivo en tu noche
abominable, alzo los brazos en la desesperación, alzo
los brazos en el trance y en la transformación de la
esperanza salvaje y sorda!
    Quien no cree en Dios, tampoco cree en el Ser,
y quien odia el Ser, odia su propia existencia,
    Señor, yo te encontré.
    ¡Quien te encuentra, no puede ya tolerar la muerte,
    E interroga toda cosa contigo con la intolerancia
del fuego que pusiste en él!
    ¡Señor, no me apartaste, como a
flor de invernadero,
    Como al monje negro bajo su capuchón y cogulla que florece cada mañana todo de oro para la misa al
despuntar el sol,
    Sino que me plantaste en lo más hondo de la tierra
    Como yerba seca y tenaz, invencible, que atraviesa
el antiguo Loess y las capas de arena superpuestas.
    ¡Señor, pusiste en mí un germen no de muerte
sino de luz!
    Ten paciencia de mí pues no soy uno de
tus santos
    Que tritura como penitencia la amarga y dura
corteza
    Comidos por sus obras por todas partes como una
cebolla por sus raíces;
    —¡Tan débil que se le cree extinguido! Mas helo aquí operante de nuevo, y no cesa de hacer su obra y su
alquimia con gran paciencia y tiempo.
    ¡Porque no es sólo este cuerpo que requiero domar,
sino todo este mundo en bruto, proveer lo
    Necesario para entender y disolverlo y asimilarlo
    En ti y no ver nada
    Que sea refractario a tu luz en mí!
    Porque hay quienes ven por los ojos y oyen por las
orejas,
    Pero yo escucho y miro sólo por el espíritu.
    ¡Yo veré con esta luz tenebrosa!
    Mas ¡qué me importan las cosas vistas con la mirada
del ojo que me las hace visibles,
    Y la vida que yo recibo, si no la doy, y todo aquello
a lo que soy extraño,
    Y toda cosa que no seas tú mismo,
    ¡Y esta muerte, al lado de tu Vida, que llamamos
vida mía!
    ¡Harto estoy de la vanidad! Ves que soy sumiso
a la vanidad sin quererlo!
    ¿Cuál es el motivo de que no halle placer en tus obras?
    ¡No me hables más de la rosa! ningún fruto tiene ya
sabor para mí.
    ¿Y qué es esta muerte que tú me has quitado junto
a la verdad de tu presencia
    Y de esta nada indestructible que soy yo
    Con la que me es preciso soportarte?
    ¡Oh longitud del tiempo! No puedo más y soy como
alguien que apoya la mano contra el muro.
    El día sigue al día, pero he aquí el día en el que
el sol se detiene.
    Está aquí rigor de invierno, adiós, oh hermoso verano,
el trance y el pasmo de la inmovilidad.
    Prefiero el absoluto. No me devuelvas a mí mismo.
    ¡He aquí el frío inexorable, he aquí sólo a Dios!
    En ti soy anterior a la muerte —y he aquí otra vez
al año que comienza.
    Antiguamente estaba con mi alma como con un
inmenso bosque
    Que no cesa de oírse cuando uno
calla, un pueblo con más voces murmurantes que
en la Historia y la Novela
    (Y luego por la mañana, o bien en domingo, se oye
una campana entre los hombres).
    Pero ahora los vientos alternantes se han callado y
las hojas en mi alrededor caen en masas densas.
    ¡Y trato de hablar con mi alma: oh alma mía, los
países que hemos visto.
    Y todas aquellas gentes, y los mares recorridos tantas
veces!

    Y ella es como alguien que sabe y prefiere
no responder.
    Y por todos los enemigos de Cristo a nuestro
alrededor:
¡Toma tus armas, oh guerrera!
    Pero yo como niño que provoca al pequeño escorpión repulsivo con una paja, no logra así llamar su atención.
    “¡Que la paz esté contigo!” ¡regocíjate!
    Y di: no es con palabras como mi alma glorifica
al Señor!
    Pide dejar de ser un límite, rehúsa ser un obstáculo
a su santa voluntad.
    Es preciso. ¡Terminó el verano! y no hay ya verdor,
ni cosas pasajeras, sino sólo Dios.
    Y mira, y ve la campiña desolada ¡y la tierra por
todas partes vacía, como un anciano que no ha hecho
mal!
    Hela aquí solemnemente muerta en apariencia,
dispuesta a su ordenación para la siembra siguiente
    Como el sacerdote tendido boca abajo entre sus dos asistentes
como un diácono que va a recibir la orden suprema.
    Y sobre ella la nieve desciende como una absolución.”

    Y yo sé, y recuerdo
    Y vuelvo a ver este bosque, al día siguiente de
Navidad, antes de que el sol estuviera en alto,
    Era todo blanco, como un sacerdote vestido de
blanco del que
no se ven sino las manos, que tienen el color de la aurora,
    (La madera entera presa en la espesura y materia
de un vidrio oscuro),
    Blanco desde el tronco hasta las más finas ramillas
y el color
    Rojizo de las hojas muertas y el verde almendrado
de los pinos,
    (El aire, en horas de paz y de noche,
se decanta como un vino tranquilo).
    Y el largo hilo de la araña cargado de vello
atestigua la concentración del que reza.
    “Quien participa en la voluntad de Dios, es preciso
que participe en su silencio.
    Sé conmigo todo entero. Callemos juntos ante todos
los ojos.
    Quien da la vida es preciso que acepte la muerte.”


    Bendito seas, Dios mío, porque me libraste de mí
mismo,
    Y haces que no coloque mi bien en mí
ni en el estrecho calabozo donde Teresa vio
empotrados a los réprobos.

    Sino sólo en tu voluntad
    Y no en bien alguno, sino sólo en tu voluntad.
    ¡Feliz no quien es libre, sino aquél a quien tú
señalas como una flecha en la aljaba!
    Dios mío, que al principio de todo y de ti mismo
pusiste la paternidad,
    Bendito seas porque me has dado esta hija,
    Y has puesto en mí con qué devolverte esta vida
que me diste,
    Y por ello comparto contigo la paternidad de esta
vida.
    No soy yo quien engendra, ni quien es
engendrado.
    Bendito seas porque no me abandonaste
a mí mismo.
    Sino porque me aceptaste como cosa
útil y buena para el fin que persigues.
    Y porque ya no tienes pavor de mí como de
los soberbios y ricos que despediste vacíos.
    Pusiste en mí tu poder que es el de
tu humildad por la cual te borras ante
tus obras,
    En este día de sus generaciones en que el hombre
recuerda que es tierra, y he aquí que contigo me he
tornado principio y comienzo.
    Como tuviste necesidad de María y María de la
línea de todos sus ancestros,
    Antes de que su alma te glorificase y de que
recibieses por ella magnificación ante los ojos de los
hombres,
    ¡Así fue como tuviste necesidad de mí, a su vez
y fue así como quisiste, oh maestro mío,
    Recibir de mí la vida como entre los dedos del
sacerdote que consagra, y colocarte tú mismo en esta
imagen real entre mis brazos!
    Bendito seas porque no permanecí solo
    Y porque de mí brotó existencia y suscitación
de mi hijo inmortal, porque de mí a su vez, en esta
imagen real para siempre, de una alma unida a un
cuerpo,
    Recibiste figura y dimensión.
    He aquí que no es una piedra lo que tengo entre mis brazos, sino esta criatura llorando que agita brazos y
piernas.
    Heme aquí ligado a la ignorancia y a las generaciones
de la naturaleza y ordenado para una finalidad que me es extraña.
    Al fin tú, recién nacida, al fin pude mirarte.
    Al fin, alma mía, puedo al fin ver tu rostro,
    Como un espejo que acaba de ser retirado de Dios,
limpio aún de toda otra imagen.
    De mí mismo nace algo extraño,
    De este cuerpo nace un alma, y de este hombre
externo y visible
    Un no sé qué de secreto y femenino, de extraño
parecido.
    ¡Oh hija mía! ¡Oh pequeña niña semejante a mi
alma esencial y a quien es preciso asemejarse
de nuevo
    Cuando el deseo sea purgado por el deseo!
    ¡Bendito seas, Dios mío, porque en mi lugar nace
un niño sin orgullo,
    (Como en el libro en lugar del poeta repugnante y endurecido
    El alma virginal sin defensa y sin cuerpo enteramente ofrendada y recibida)
    Nace de mí algo nuevo de
extraña semejanza!
    En mí y en la línea profunda de todos mis ancestros comienza un nuevo ser.
    Éramos necesarios en el orden de nuestras
generaciones
    Para que a esta especial voluntad de Dios sangre y
carne estuvieran dispuestos.
    ¿Quién eres tú recién llegada, extranjera? y ¿qué
vas a hacer con estas cosas nuestras,
    Cierto color de nuestros ojos, cierta posición
de nuestro corazón?
    ¡Oh niño nacido en suelo extranjero! ¡Oh corazón
de rosa!
¡Oh hatillo más fresco que un gran ramo de lilas blancas!
    Esperan por ti dos ancianos en la casa natal,
vieja y agrietada, apuntalada con pedazos de fierro
y ganzúas.
    Esperan tu bautizo las tres campanas del
mismo campanario que han doblado
por tu padre, semejante a ángeles
y a hijas adolescentes,
    ¡A las diez cuando el jardín libera sus aromas y
todos los pájaros cantan en francés!
    ¡Te espera ese gran planeta encima del
campanario que está en el cielo estrellado como un
Pater entre las pequeñas Aves María,
    Cuando el día se extingue y se empiezan a contar
sobre la iglesia dos débiles estrellas parecidas a las
vírgenes Paciencia y Evodia!
    Esto ha cambiado ahora entre los hombres y yo: que
soy padre de uno de ellos.
    Quien ha otorgado la vida ya no la puede odiar, no
puede decir que la ignora.
    Como ningún hombre es por sí mismo tampoco es
para sí mismo
    La carne engendra la carne, y el hombre al hijo que
no es para él, y el espíritu,
    La palabra destinada a otros espíritus.
    Como la nodriza colmada de su leche desbordante,
así el poeta se siente pleno de esta palabra en él a otros destinada.
    ¡Oh antiguos dioses, sin pupilas; en quienes no se
refleja la pequeña criatura! ¡Apolón Loxias de rodillas
abrazadas en vano!
    ¡Oh Cabeza de Oro en el cruce de caminos! Hete
aquí con algo más
que verter al suplicante que tu sangre inútil
y el juramento sobre la piedra céltica.
    La sangre se une a la sangre, el espíritu se desposa
con el espíritu,
    Y la idea salvaje con el pensamiento escrito, y la
pasión pagana con la voluntad razonable y ordenada.
    Quien cree en Dios, lo acredita. Quien tiene al Hijo
con él tiene al Padre. ¡Abraza el texto vivo y a tu dios invencible en este documento que respira!
    Toma este fruto que te pertenece y esta palabra sólo
a ti dirigida.
    ¡Dichoso quien en él porta la vida de los otros y no
su muerte, como fruto que madura en su lugar y tiempo,
y tu pensamiento creador en él!
    Es como un padre que reparte su sustancia entre sus hijos.
    ¡Y como un árbol saqueado hasta el último fruto
cuya munificencia es de Dios quien colma de bienes
a los hambrientos!

    Bendito seas, Dios mío, que me introdujiste en esta
tierra de mi atardecer;
    E hiciste pasar a los Reyes Magos a través
de la emboscada de los tiranos, y condujiste
a Israel en el desierto,
    Y así también después de larga y penosa ascensión,
un hombre encuentra el paso
desciende por la otra ladera.
    Murió Moisés sobre la cima de la montaña, pero
Josué entró con todo su pueblo en la tierra prometida.
    Después de largo ascenso, tras largas jornadas por
la nieve y la niebla,
    Parece un hombre que empieza a descender,
sosteniendo la rienda con la mano derecha.
    Y sus mujeres le siguen en caballos
y asnos, y más atrás, sobre albardas, los hijos y el material de guerra y de campamento, y las Tablas de la ley,
    Y escucha en la niebla detrás de él el ruido de
un pueblo entero en marcha.
    ¡Y he aquí que ve al sol elevarse a la altura de su
rodilla como una mancha rosa a través de algodones
    Y el vapor se adelgaza y de pronto
    La Tierra Prometida se le aparece en una luz
resplandeciente como una doncella nueva,
    Toda verde y rutilante de agua como una mujer
que sale del baño!
    ¡Y se ven aquí y allá elevarse del fondo del abismo,
perezosamente en el aire húmedo, grandes vapores
blancos,
    Como islas que sueltan sus amarras, como
gigantes cargados de odres!
    Para él no hay ni sorpresa ni curiosidad sobre su
rostro, y ni siquiera mira a Canaán sino que se fija en el primer paso del descenso.
    Porque su misión no es entrar en Canaán, sino
ejecutar tu voluntad.
    ¡Es por eso que seguido por todo su pueblo en
marcha emerge con el sol levante!
    No le fue necesario verte en el Sinaí, en su corazón
no hay duda ni indecisión,
    Y las cosas que no están en tu mandamiento
nada significan para él,
    Para él no hay belleza en los ídolos ni
interés en Satán ni existencia en lo que no es.
    Con la misma humildad con que detuvo el sol,
Con la misma modestia con que ponderó a quien le
era entregada
    (Nueve tribus y media más allá del Jordán
y más acá dos y media.)
    Esta tierra de tu promesa sensible,
    ¡Déjame invadir en esta hora posmeridiana tu
estancia inteligible!
    Porque ¡qué valen ocupación y regocijo y propiedad
y acomodo
    Al lado de la inteligencia del poeta que hace de
muchas cosas una sola con él,
    Puesto que comprender es rehacer
    La cosa propia que uno toma consigo,
    Permanece conmigo, Señor, porque la noche se
aproxima, no me abandones!
    ¡No me relegues con los Voltaire, y los Renán y
los Michelet, y los Hugo y los demás infames!
    Su alma está con los canes muertos, y juntos sus
libros están en el estiércol.
    Están muertos, y su nombre aún después de su
muerte es veneno y podredumbre.
    Dispersaste a los orgullosos y ya no pueden
estar juntos,
    Ni comprender, sino solamente destruir y disipar,
juntar las cosas.
    Déjame ver y oír todas las cosas con
la palabra
    Y saludar a cada una por su nombre con la propia
palabra que la hizo.
    Miras esta tierra: tu criatura inocente.
    ¡Líbrala del yugo del infiel y del impuro
y del Amorreo! porque está hecha para ti y no para él.
    ¡Líbrala por mi boca de esta alabanza que te
debe, y como el alma pagana que aspira lánguidamente
al bautismo, haz que reciba por todas partes la autoridad
y el Evangelio!
    Como las aguas que surgen de la soledad y caen
con fragor de trueno sobre los campos regados
    Cuando se aproxima esa estación que anuncia
el vuelo estridente de los pájaros.
    ¡El labrador se apresura en todas partes a limpiar
la acequia y el arroyo,* a levantar los diques, ya a
roturar su campo terrón a terrón con el arado y el
azadón,
    Así como he recibido sustento de la tierra, que así
ella reciba a su vez el mío, como una madre de su hijo,
Y que lo árido beba hasta los bordes la bendición
por todas las grietas de su boca como agua
carmesí,
    Como bebe el profundo prado levantadas todas las
compuertas,
como el oasis y la huerta* por la raíz de su trigo
y como la mujer Egipto por el doble flanco de su Nilo!
    ¡Bendita sea la tierra! ¡Bendita sea el agua sobre
las aguas! ¡Benditos sean los cultivos! ¡Benditos sean
los animales según la distinción de su especie!
¡Benditos sean todos los hombres! ¡Abundancia y
bendición sobre la obra de los buenos! ¡Abundancia y bendición sobre la obra de los malvados!
    ¡No es el invitatorio de Maitines, ni el Laudate a
la salida del sol ni el cántico de los Niños
en la hoguera!
    Sino la hora en que el hombre se detiene y considera
lo que ha hecho y su obra unida con la del día,
    ¡Y todo el pueblo entero se une a él para el
Magnificat a la hora de las Vísperas cuando el sol mide
la tierra,
    Antes de que comience la noche y la lluvia, antes de
que en la noche comience la interminable lluvia sobre la
tierra sembrada!
    Y heme aquí como un sacerdote envuelto con su
amplio manto de oro que permanece de pie ante el altar
en llamas y al que sólo se ven el rostro y las manos con
el color del hombre,
    Y mira cara a cara con tranquilidad, con la fuerza
y con la plenitud de su corazón,
    A su Dios en su presentatorio, sabiendo
perfectamente que está ahí bajo la forma del ázimo.
    Y pronto te tomará en sus brazos, como María te
tomó en los suyos,
    Y mezclado con este grupo al coro que oficia en el
sol y en la humareda,
y te mostrará a la oscura generación que llega.
    La luz para la revelación de las naciones y la
salvación de tu pueblo, Israel,
    Tal como lo juraste una sola vez a David,
recordando tu misericordia,
    Y según la palabra que diste a nuestros padres,
a Abraham y su simiente por todos los siglos,
¡Así sea!

 

Tientsin, 1907