Material de Lectura

La oración del hombre



Para dejar de ser la última
hoja del solo árbol del mundo,
vuelvo hacia ti mi corazón.

 

Aún no sé si la vida está en la muerte
o la muerte es la duda de la vida:
oscuras espirales invisibles
del botón a la rosa se levantan;
mudo abismo en los pétalos inicia
mi solo corazón paralizado.
¿Para qué los latidos de la flor
van a caer sobre la tierra fría?
¿Dónde enterrar los pétalos que mueren
ahogados por un tallo de ceniza?

    Aún no sé si la luz es la pregunta
para ver que las rosas se consumen
entre inmóviles gritos deshojados.
Aún no sé si la voz es una herida,
un relámpago abierto entre la sangre
que eterniza la voz de la tormenta.

    Hoy es ayer,
mañana es la canción de los que viven;
hoy es la sed,
y el tiempo son los ojos que se cierran.

*

En cada pájaro vuela un secreto mío
que no sabré nunca.
Porque nunca sabré si el mar huye del mar,
si la ola es el ave que no vuela,
si la espuma es la risa que soñó la serpiente
y en arena se vuelve el perfil de la rosa.

    Miro solo el dolor que lleva el hombre.
¡Oh remoto, total presentimiento
nacido entre la sed del corazón
otra vez se destruye y me devora!
Vuelvo a morir, a renacer de nuevo
en todo el cielo inerme donde estalla el crepúsculo,
para coger entre mis manos huecas
calcinadas a todas las preguntas.

    ¡Qué pequeño es el mundo si lo alcanza
el fantasma metálico de un pájaro!

    Y por qué no decir la oculta furia
del pestilente y roto corazón.
Somos un infernal experimento
de multiplicaciones y de cálculos.
La cifra está en la piel de la locura
y un más o menos es la puñalada
en la entraña desierta del destino.
Fui joven una vez hace mil años:
hace mil tiempos en el sueño exacto
yo vi crecer la hierba como crece
de un latido tras otro el corazón.
El eco de una sombra milenaria
que amanecía en la flor su sed primera
desnudó entre las olas mi garganta:
el aire era la estatua de la espuma...
su fresca luz mojaba mis entrañas.

*

    Del seno de la tierra
nacieron las raíces de la muerte,
paralítica muerte mineral.

    La luz acumulada de la nieve
se quedó prisionera entre la sangre.
y otra vez la respuesta despeñada
enmudeció los vértigos mortales.

    Negro mar de la duda en que se pierden
brazos ya mutilados y caídas espaldas.

    Para sentir la noche miro rotas estrellas
caer sobre mis ojos, ciegos de helada sombra.
Nada soy del suspiro porque el viento lo calla;
nada soy de mí mismo: polvo y muerte en las olas.

    Miro en mi soledad, la soledad de todos:
un mismo mar naufraga en idéntico sueño
y un mismo corazón se pierde en nuestra sangre.

    Ante la rota cruz de calientes espinas
contra el polvo y la muerte me levanto.
Vuelvo a elevar los ojos sobre la tierra fría,
a soñar con mis manos una valiente rosa
sobre la fuente neutra de voraces consuelos.