Las fieras Tuyo
Las fieras
(Jardin des plantes) Estamos echados sobre el césped y no tienen piedad de nuestra dicha. Nos espiaron ensañados. En sus ojos no había curiosidad ni complacencia. Envidia, sólo envidia con ira. Nadie quiso cubrirnos ni con una mirada de pudor. Pero ¿qué saben ellos de esto? Querían, lo supongo, avergonzar mi amor, el tuyo, el poco amor del mundo. Y no pudieron con nosotros. Jadeantes, al fin de nuestra lucha, ahí estaban, representando el odio que con tanto trabajo habíamos logrado arrancar de nuestro pecho. (Estamos solos contra ellos pero ellos están más solos que nosotros. A ellos no los une ni el odio, a nosotros hasta su odio nos reúne.) Quizá llegaron cuando yo era tu yo y yo era tuyo. Nunca lo sabremos. Jadeantes, saboreando, lamiendo nuestra dicha nos encontraron. Echados sobre el césped nos acorralaron como fieras. Y, ahí, a sus ojos furiosos, aterrorizados, hicimos de nuevo nuestro fuego ya sin recato pero imperturbable –y ellos viéndonos, viéndonos, ignorantes y viéndonos.
Tuyo
Tuyo, tú –y– yo, cuerpo gozado, alma gozosa sin distingo, ¡dios mío! Dios de quién, si nunca supe distinguir quién fue cuerpo de quién –alma de quién.
|