Cino ¡Bah! He cantado a mujeres de tres ciudades, pero todas son una; así que cantaré del sol. Labios, palabras, y tú los enlazas, sueños, palabras, y son como joyas, extraños sortilegios de una antigua deidad, cuervos, noches, tentaciones: y no lo son; habiéndose convertido en las almas de la canción. Ojos, sueños, labios, y la noche transcurre. Siendo una vez más sobre el camino, no lo son. Olvidadas en sus torres de nuestra entonación una vez transportadas por el viento nos sueñan hacia delante y suspirando, dicen, "Pudo Cino, el apasionado Cino, de arrugados ojos, alegre Cino, de espontánea risa, Cino, de la osadía, de la mofa, frágil Cino, el más fuerte de su tribu, ese vagabundo de viejos caminos más allá de la luz del sol, ¡pudo Cino de la Luz estar aquí! Una vez, dos veces al año, vagamente murmuran estas palabras: "¿Cino?" "Oh, eh, Cino Polnesi ¿se refiere usted al cantante?" "Ah sí, una vez cruzó por nuestro camino, un tipo simpático, pero... (Oh, son iguales todos los vagabundos),
¡Peste! ¿Son éstas sus canciones?
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