a Paul Groussac
En la isla en que detiene su esquife el argonauta del inmortal Ensueño, donde la eterna pauta de las eternas liras se escucha —isla de oro en que el tritón elige su caracol sonoro y la sirena blanca va a ver el sol— un día se oye un tropel vibrante de fuerza y de armonía. Son los Centauros. Cubren la llanura. Les siente la montaña. De lejos, forman son de torrente que cae; su galope al aire que reposa despierta, y estremece la hoja del laurel-rosa, Son los Centauros. Unos enormes, rudos; otros alegres y saltantes como jóvenes potros; unos con largas barbas como los padres-ríos; otros imberbes, ágiles y de piafantes bríos, y de robustos músculos, brazos y lomos aptos para portar las ninfas rosadas en los raptos. Van en galope rítmico. Junto a un fresco boscaje, frente al gran Océano, se paran. El paisaje recibe de la urna matinal luz sagrada que el vasto azul suaviza con límpida mirada. Y oyen seres terrestres y habitantes marinos la voz de los crinados cuadrúpedos divinos.
Quirón Calladas las bocinas a los tritones gratas, calladas las sirenas de labios escarlatas, los carrillos de Eolo desinflados, digamos junto al laurel ilustre de florecidos ramos la gloria inmarcesible de las Musas hermosas y el triunfo del terrible misterio de las cosas. He aquí que renacen los lauros milenarios; vuelven a dar su lumbre los viejos lampadarios; y anímase en mi cuerpo de Centauro inmortal la sangre del celeste caballo paternal. Reto Arquero luminoso, desde el Zodíaco llegas; aún presas en las crines tienes abejas griegas; aún del dardo herakleo muestras la roja herida por do salir no pudo la esencia de tu vida. ¡Padre y Maestro excelso! Eres la fuente sana de la verdad que busca la triste raza humana: aun Esculapio sigue la vena de tu ciencia; siempre el veloz Aquiles sustenta su existencia con el manjar salvaje que le ofreciste un día, y Herakles, descuidando su maza, en la armonía de los astros, se eleva bajo el cielo nocturno...
Quirón
La ciencia es flor del tiempo: mi padre fue Saturno. Abantes
Himnos a la sagrada Naturaleza; al vientre de la tierra y al germen que entre las rocas y entre las carnes de los árboles, y dentro humana forma, es un mismo secreto y es una misma norma, potente y sutilísimo, universal resumen de la suprema fuerza, de la virtud del Numen. Quirón
¡Himnos! Las cosas tienen un ser vital; las cosas tienen raros aspectos, miradas misteriosas; toda forma es un gesto, una cifra, un enigma; en cada átomo existe un incógnito estigma; cada hoja de cada árbol canta un propio cantar y hay un alma en cada una de las gotas del mar; el vate, el sacerdote, suele oír el acento desconocido; a veces enuncia el vago viento un misterio; y revela una inicial la espuma o la flor; y se escuchan palabras de la bruma; y el hombre favorito del Numen, en la linfa o la ráfaga encuentra mentor —demonio o ninfa. Polo
El biforme ixionida comprende de la altura, por la materna gracia, la lumbre que fulgura, la nube que se anima de luz y que decora el pavimento en donde rige su carro Aurora, y la banda de Iris que tiene siete rayos cual la lira en sus brazos siete cuerdas, los mayos en la fragante tierra llenos de ramos bellos, y el Polo coronado de candidos cabellos. El ixionida pasa veloz por la montaña rompiendo con el pecho de la maleza huraña los erizados brazos, las cárceles hostiles; escuchan sus orejas los ecos más sutiles: sus ojos atraviesan las intrincadas hojas mientras sus manos toman para sus bocas rojas las frescas bayas altas que el sátiro codicia; junto a la oculta fuente su mirada acaricia las curvas de las ninfas del séquito de Diana; pues en su cuerpo corre también la esencia humana unida a la corriente de la savia divina y a la salvaje sangre que hay en la bestia equina. Tal el hijo robusto de Ixión y de la Nube. Quirón
Sus cuatro patas bajan; su testa erguida sube. Orneo
Yo comprendo el secreto de la bestia. Malignos seres hay y benignos. Entre ellos se hacen signos de bien y mal, de odio o de amor, o de pena o gozo: el cuervo es malo y la torcaz es buena. Quirón
Ni es la torcaz benigna, ni es el cuervo protervo: son formas del Enigma la paloma y el cuervo. Astilo
El Enigma es el soplo que hace cantar la lira. Neso
¡El Enigma es el rostro fatal de Deyanira! Mi espalda aún guarda el dulce perfume de la bella; aún mis pupilas llaman su claridad de estrella. ¡Oh aroma de su sexo! ¡Oh rosas y alabastros! ¡Oh envidia de las flores y celos de los astros! Quirón
Cuando del sacro abuelo la sangre luminosa con la marina espuma formara nieve y rosa, hecha de rosa y nieve nació la Anadiomena. Al cielo alzó los brazos la lírica sirena, los curvos hipocampos sobre las verdes ondas levaron los hocicos; y caderas redondas tritónicas melenas y dorsos de delfines junto a la Reina nueva se vieron. Los confines del mar llenó el grandioso clamor; el universo sintió que un nombre armónico sonoro como un verso llenaba el hondo hueco de la altura; ese nombre hizo gemir la tierra de amor: fue para el hombre más alto que el de Jove; y los númenes mismos lo oyeron asombrados; los lóbregos abismos tuvieron una gracia de luz. ¡VENUS impera! Ella es entre las reinas celestes la primera, pues es quien tiene el fuerte poder de la Hermosura. ¡Vaso de miel y mirra brotó de la amargura! Ella es la más gallarda de las emperatrices; princesa de los gérmenes, reina de las matrices, señora de las savias y de las atracciones, señora de los besos y de los corazones. Eurito
¡No olvidaré los ojos radiantes de Hipodamia! Hipea
Yo sé de la hembra humana la original infamia. Venus anima artera sus máquinas fatales; tras sus radiantes ojos ríen traidores males; de su floral perfume se exhala sutil daño; su cráneo obscuro alberga bestialidad y engaño. Tiene las formas puras del ánfora, y la risa del agua que la brisa riza y el sol irisa; mas la ponzoña ingénita su máscara pregona: mejores son el águila, la yegua y la leona. De su húmeda impureza brota el calor que enerva los mismos sacros dones de la imperial Minerva; y entre sus duros pechos, lirios del Aqueronte, hay un olor que llena la barca de Caronte. Odites
Como una miel celeste hay en su lengua fina; su piel de flor aún húmeda está de agua marina. Yo he visto de Hipodamia la faz encantadora, la cabellera espesa, la pierna vencedora; ella de la hembra humana fuera ejemplar augusto; ante su rostro olímpico no habría rostro adusto; las Gracias junto a ella quedarían confusas, y las ligeras Horas y las sublimes Musas por ella detuvieran sus giros y su canto. Hipea
Ella la causa fuera de inenarrable espanto: por ella el ixionida dobló su cuello fuerte La hembra humana es hermana del Dolor y la Muerte. Quirón
Por suma ley un día llegará el himeneo que el soñador aguarda: Cinis será Ceneo; claro será el origen del femenino arcano: la Esfinge tal secreto dirá a su soberano. Cuto
Naturaleza tiende sus brazos y sus pechos a los humanos seres; la clave de los hechos conócela el vidente; Homero con su báculo, en su gruta Deifobe, la lengua del Oráculo. Caumantes
El monstruo expresa un ansia del corazón del Orbe, en el Centauro el bruto la vida humana absorbe, el sátiro es la selva sagrada y la lujuria, une sexuales ímpetus a la armoniosa furia. Pan junta la soberbia de la montaña agreste al ritmo de la inmensa mecánica celeste; la boca melodiosa que atrae en Sirenusa es de la fiera alada y es de la suave musa; con la bicorne bestia Pasifae se ayunta, Naturaleza sabia formas diversas junta, y cuando tiende al hombre la gran Naturaleza, el monstruo, siendo el símbolo, se viste de belleza. Grineo
Yo amo lo inaminado que amó el divino Hesiodo. Quirón
Grineo, sobre el mundo tiene un ánima todo Grineo
He visto, entonces, raros ojos fijos en mí: los vivos ojos rojos del alma del rubí; los ojos luminosos del alma del topacio y los de la esmeralda que del azul espacio la maravilla imitan; los ojos de las gemas de brillos peregrinos y mágicos emblemas. Amo el granito duro que el arquitecto labra y el mármol en que duermen la línea y la palabra... Quiron
A Deucalión y a Pirra, varones y mujeres las piedras aún intactas dijeron: "¿Qué nos quieres?" Lícidas
Yo he visto los lémures flotar, en los nocturnos instantes, cuando escuchan los bosques taciturnos el loco grito de Atis que su dolor revela o la maravillosa canción de Filomela. El galope apresuro, si en el boscaje miro manes que pasan, y oigo su fúnebre suspiro. Pues de la Muerte el hondo, desconocido Imperio, guarda el pavor sagrado de su fatal misterio. Arneo
La Muerte es de la Vida la inseparable hermana. Quirón
La Muerte es la victoria de la progenie humana. Medón
¡La Muerte! Yo la he visto. No es demacrada y mustia ni ase corva guadaña, ni tiene faz de angustia. Es semejante a Diana, casta y virgen como ella; en su rostro hay la gracia de la núbil doncella y lleva una guirnalda de rosas siderales. En su siniestra tiene verdes palmas triunfales, y en su diestra una copa con agua del olvido. A sus pies, como un perro, yace un amor dormido. Amico
Los mismos dioses buscan la dulce paz que vierte. Quirón
La pena de los dioses es no alcanzar la Muerte. Eurito
Si el hombre —Prometeo— pudo robar la vida, la clave de la muerte serále concedida. Quirón
La virgen de las vírgenes es inviolable y pura. Nadie su casto cuerpo tendrá en la alcoba oscura, ni beberá en sus labios el grito de victoria, ni arrancará a su frente las rosas de su gloria.
Mas he aquí que Apolo se acerca al meridiano. Sus truenos prolongados repite el Océano. Bajo el dorado carro del reluciente Apolo vuelve a inflar sus carrillos y sus odres Eolo. A lo lejos, un templo de mármol se divisa entre laureles-rosa que hace cantar la brisa. Con sus vibrantes notas de Céfiro desgarra la veste transparente la helénica cigarra, y por el llano extenso van en tropel sonoro los Centauros, y al paso, tiembla la Isla de Oro.
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