La violencia del otoño (1984)
Estival Luz precipitada Señales Miserere Muerte precoz Inconclusa Muerte cotidiana Transormación Inesperada sangre Incoherencia Instantanea Luz en el desierto Quiero que me expliques
Estival
Cansada de contar la misma historia se fundió en el verano. Dejó de acariciar a las esferas o alimentar el arco iris. Guardó en el arca las semillas que no cupieron en el surco. Y se guardó a sí misma, abanicando, con un nuevo temblor viejas ciudades. Cesó al fin de buscarse entre las aguas y hacer su juego al viento. De sus venas pulsó la última cuerda y entonces comenzó a cantar.
Luz precipitada
Pronto acabó el otoño para ella. Su sombra se perdió sobre los hielos de la galaxia más lejana, olvidando que un árbol se desnuda frente al ojo de un cíclope invisible. Pronto apagó su inesperado incendio, y dejó de habitar esas higueras donde el Buda su sueño alimentó. Pronto dejó caer aquellos círculos de sus ojos maduros, dejando sólo el cáliz de ese cuerpo que nadie pudo consagrar.
Señales
Elegiste su alma y la llenaste de naranjas ingrávidas, de tazas de café junto a los puertos, de simulacros, de ángeles dormidos. Elegiste su nombre y lo mezclaste con las letras del tuyo, con médulas de buey y semen de serpiente, hasta dar con el cuerpo requerido para cruzar el muro de otros mundos. Elegiste un espacio y lo llenaste con la humareda de tu ausencia. Fue así como el amor te dio la fuerza para volar sobre la muerte.
Miserere
Miserere a los que ayer amamos con toda la violencia que no reconoció que al día siguiente se desangrara un sol nuestro también. Miserere a los que no tuvimos un país para brindarlo a los gorriones, a los que no tuvimos mar para guardarlo sobre los huecos de una caracola. Miserere a los que sin saberlo todo lo tuvimos pero lo evaporamos en canciones.
Muerte precoz
No murió por su rabia ni en el punto que la muerte deseara su silencio. Murió por un designio inexplicable. Sin ver los cielos nuevos. Sin despegar sus alas del misterio.
Inconclusa
Hemos cerrado el libro de la noche todavía con páginas en blanco. Todavía con ávidas luciérnagas que te envolvían con su luz. Hemos cerrado el libro de la noche todavía con hijos en el vientre, con la humedad de aquellos besos que no alcanzaron a entregarse. Hemos cerrado el libro con los dedos quemados, por la rabia del adiós.
Muerte cotidiana
Tú también desordenaste el viento y echaste atrás el sol, no solamente por haberte muerto, sino que alguna vez desordenamos nuestras venturas íntimas. Y tú también equivocaste el rumbo no solamente por haberte ido, sino por todos los que derramaron sangre y amor en una sola llaga. Tú también deshojaste mis empeños antes de la violencia del otoño; tú también has marcado con el vértigo de tu ausencia la curva de mis brazos. Se han cubierto de sombra mis rincones no solamente porque te hayas muerto, sino porque morimos cada día, sobre la ruta de un asombro falso.
Transformación
Dejaste de contar con la sorpresa o sin duda fue ella quien dejó de asomarse por los huecos del tiempo. Dejaste de atisbar a la sorpresa por los minutos insolubles y todo se fue haciendo más profundo como si descubrieran tus pesquisas algún país abandonado bajo el rumor de los instantes.
Inesperada sangre
Tan inmersa en la vida parecías que nadie imaginó que se abrirían tus alas más allá del corazón. Tan inmersa en la vida te cruzabas con ballenas de luz y alegres peces, que nadie te advirtió que las escamas del dolor circundaban tu futuro. Tan inmersa en la luz, tan dibujada la corta línea de tu vida, se apagó y nos dejó frente a los ojos la sangre que fluyó sin anunciarse.
Incoherencia
Dime qué madrugada congeló nuestra máxima noche de esplendor. A qué hora pude ver bajar la noche sin extinguirse el sol de tu entusiasmo. ¿A qué hora pude vislumbrar el rayo que cegaría tu memoria? Dame por fin el polen o la savia para entender tu desencuentro en flor.
Instantánea
Quién pudiera decir que están presente aunque tu audiencia duerma en las ventanas, aunque tu ausencia siempre inexplicable te convierta en pasado repentino. Quién pudiera decir que estamos juntos celebrando el milagro de las bodas, aunque un fúnebre viento nos transporte donde el camino es grieta que devora. Quién pudiera decir que en un recodo de la existencia nos sorprende el rápido copular de una cámara instantánea y estemos juntos, ¡ah! concomitantes, y encadenada en el papel tu cara.
Luz en el desierto
Para dejar de amar, se convirtió dudando en su propio desierto. Fue removiendo las arenas y renunciando a las raíces ya calcinadas y amarillas. Para dejar de amar, pintó la soledad de varios tonos, y se salió a brillar consigo misma.
Quiero que me expliques
Quiero que me expliques la diferencia que existe entre besarte ahora mismo, y los gorriones desplazándose bajo la sombra de las palomas por la Plaza de España. A veces la barcarola sueña con la estaca clavada contra el mar infernal, pero tú estás despierto y quiero que me expliques cómo es que cabalgabas diluido en la niebla mientras tus ojos se multiplicaban vertiginosamente como piedras que ruedan sobre los campos de Castilla. Tú estás despierto y quiero que me dejes sentir los aleteos de tu capa que oscila suavemente, blandamente, dentro de una nostalgia sin final. De cuando en cuando la primavera sueña dormida bajo [la nieve en forma de pequeño lirio que brotará después. Pero ahora tú y yo llegamos cruelmente a despertarla como dos pájaros que de pronto irrumpen para cantar [la hora.
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