Afrodita Morris (Ceremonial de las 13:30)
On ne mesure pas le désordre Pourtant C’est par la femme que l’homme dure
Paul Éluard
Causadora de secretos yerros Enemiga de honestad Ligera emerges de la malvada espuma Y zahareña pasas bajo arcos triunfales Traspasada de luces meridianas Pirules, marquesinas, prósperas azaleas, Sublimada como la gran cosa grandes muslos Sintiéndote brutalmente soñada Cual si fueras lo exclusivo y único mineral y eléctrico Pero así eres pues Y algo de tu mítica presencia Explicaré en seguida Con licencia de castos ojos castos oídos: A los 200 metros advertimos olemos la chamusquina Tu breve cabellera república de abejas Dorado vellocino Te acercas luego luego Deseada y amada a todo vapor Con tus brillantes incisivos de ardilla El busto de amazona levemente anémica Y todo lo animal y exuberante que te circunda Laboriosa potranca gigante brizna Abrasadora corza purpureante blasfemia Amazona domadora del potrillo segundo Del minutero potro Fulminadora de una vez por todas Espejo espejito espejazo De los hirientes azúcares del día ¿Quién más bella que tú? Pasas rapiditamente por el abismo de mis tristezas Irradiando cardillo suscitando guirnaldas Malditamente becqueriana Salvajemente nerudiana Abruptamente rubendariana Dueña y señora de las implacables exultaciones Vegetal marmórea canela pura Piel de adivinaciones Pies tejedores de aullidos Cuando un fregabundal de albañiles te miran Y los andamios son ya castillos en ruinas Los pasajeros de autobuses fallecen de escalofrío Y los decesos (desexos) se suceden como un tropel de alfajores Imposible sería, erectamente hablando, Decir tu nombre porque nadie lo sabe y Porque pocos conocen tu eminencia hipotenar El aductor medio el definitivo sartorio Los nombrados internos y externos El crucial peroneo lateral largo Y los delicados crural anterior, ah, y el sóleo Después la asfáltica nube que discurre desde Morris Hnos. (todo lo diagnosticas tú, todito, toditito, doctora en almas herrumbrosas automóviles desbielados) Hasta Masaryk, Horacio y Homero Territorio de los rugidos las aromáticas mentadas de madre Las sirenas de la Cruz Verde y la Cruz Roja El claxon rencoroso de las damas liverpúlicas Las solamente lindas propietarias de boutiques (una shutique me hace merecedor de la locura) Los vendedores de billetes de lotería Los boleros sin ranita con mandolina, Los vagos, los imbéciles gerentes de banco Y sus medianamente guapotas secretarias Las carrozas de Gayosso y Tangassi (Cuando estrene mi pijama de madera estaré más triste) Los camiones 60, 77, 85, 91, etcétera, Que van y vienen como cangrejos locos Y vas y vienes, Afrodita de tezontle, Y entonces la avenida Mariano Escobedo (¡Ríndete, Maximiliano!) Es el canal donde la sangre estalla y se desparrama Y los cínicos sicofantes la recogen con cucharitas de plata Pero cuando ayayay no pasas Vario coraje nos enferma y Por absoluta mayoría se resuelve Que simplemente seas Afroda Afroda Pérez López González o Martínez Y no como te llamen en tu oficina en tu alcoba O como se llamen tu espalda y tus riñones Tus músculos ya escritos y descritos La dulce miniatura de tus machupechos Nuestros ojos muertos de pena Nuestra boca muerta de sed Nuestra poesía tan pobremente reiterativa Todo viene a ser atrocísimo Ominoso guillotinesco Oh tú arrogante y bien plantada Epicúreo y frutal teorema Avara y generosa Plácidamente paladeable Para con “los llamados etceteristas Y también los del así sucesivamente” Y así Así susexyvamente Hasta la dulce muerte por enumeración Y la despiadada caída Del violáceo telón de la Impudicia
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