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Despliegue de asombros ante un dios A Margarita Peña A Salvador Amelio Lo primero es el cielo. Después viene el espléndido dios que todo lo atruena con su nariz agujereada y sus miembros comidos por el hambre de siglos. El dios vivo y marcado, ungido con cenizas y lágrimas en cada poro. El dios traído a un templo a través de otros templos y otras catedrales y otros misterios. El dios puesto de pie, venerado, herido de dolor y de miseria. Oh dios de cielos y caminos, dios de agua y furor, dios maldito de misericordia, devóranos con tu boca sin labios y tu dura palabra de serpientes heladas. Oh sordo, ciego y luminoso dios, enciende alguna vez el rostro del pueblo, de este bosque sin dueño, propiedad de todos y de nadie. Patria de espejos y mediodías, patria embriagada de muerte. Húndela, inúndala, oh dios sacado del secreto, dios que miró abrirse vientres mestizos y padeció la primera herradura. |