Cantemos del paraíso terrenal, los indomables movimientos, el trémulo canto de los ojos. Nos liberamos del alma filosa del fragante verano. Abolimos el invierno tan rudo, su martirio. Sembramos flores de primavera para que todos exclamen: mira cómo crecen pétalos en el horizonte de vibraciones. Sí, todos hemos nacido al corazón palpitante y la marea traerá nueva salud. Tú, que continuamente te escarneces como quien será salvado por los recursos municipales. Te ruego: pon tu oído en la verde mejilla de la hierba y escucha el ritmo celeste que desata aguaceros. Pues quedan en el aire, en el universo, y en ti los días, callados corredores de las estaciones. Entonces, trae a un primer plano del tiempo a tu sistema nervioso y así el sol esparcirá sus reconciliadores rayos. Sobre los caminos, tensas cuerdas de violín se posan en parejas las aves migrantes y escuchan la orquesta de cuerdas en el viento y sus ojos parpadeantes absorben un paisaje cósmico. O, hermana de la sal de la vida —tu tierno amor es la alondra en los sueños perlados de los pistilos. Tal es el proceso. Tal es el salto. Tal es el ahora. Los surcos del amor calientan a los topos y el júbilo humano, el reencuentro consumado. Amar las antenas táctiles de las mariposas, ser dos cuerpos que ruedan ansiosos en los cristales microscópicos de la nieve, para que la tierra detenga su rubor. Machos y hembras lamerán sus hocicos. Todos los motivos dan una y otra vez el mismo arabesco porque todo conduce al enriquecimiento de la vida que avanza victoriosa. Sensual en toda situación. Así, debe canonizarse en el valle de lágrimas familiar a los pesimistas amigos de la zorra que dice no gustar de las uvas demasiado verdes, a quienes rompen las cadenas del dolor y prefieren las alegrías de la vida a los pies en el barro cada vez que el Mesías queda extasiado por las gorjeantes notas del órgano. Viva la divina fiesta de miradas pues pronto serán desenmascaradas las estrellas con una canción sobre la mirada, sin justificación de la realidad la enorme cantidad de cosas fútiles de la realidad). Saludo a la aorta de la poesía terrestre que puede derretir ella sola la sonrisa del hielo y la muerte de las figuras de fuego. Saludo a los hombres que beben con devoción de los vasos comunicantes del tiempo. Saludo al espíritu y al eterno tránsito de las estaciones, el trabajo, descanso, juego, seriedad, al día y la noche, la Tierra quiere ser besada por una vida más rica.
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