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Sal, vino y aceitunas |
a la memoria de Paul Le Cour
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En la fría y transparente cosecha de septiembre bajo el fuego olímpico de la luna llena cayó el oscuro rocío de la muerte silencioso y pesado sobre la flor de tu vida. Ofrecida la sal, el vino y las aceitunas en el último viaje de los griegos difuntos. ¡Te saludamos!, desaparecido heleno con las verdes aceitunas de la palabra, el mágico vino del verso, la sal pura de la pena. Aceitunas, porque la bíblica fertilidad del árbol de olivo era tu sueño suave sobre el arabesco bien lanzado del poema. Vino, por las flamencas uvas, sangre de las Galias, burbujas que estallan en imágenes, semillas del sol de tu mente, Sal, porque buscabas los copos blancos de nieve del océano y los hallaste en la profundidad de las aguas vivas. |