Tres sonetos a la tierra
CON llanto y hiel y cólera en las venas con un puñal clavado entre los ojos, contemplo, tierra, mía, tus rastrojos y el largo repertorio de tus penas. En la desnuda sed de tus arenas van a morir tus ríos, turbios, rojos, mientras se van pudriendo los despojos de tanto fruto madurado apenas, de tanto trigo en flor, tanto retoño. Un ciego, cruel, anticipado otoño te desecó y taló de tal manera que están, a puro cierzo y puro frío, tu pecho helado, tu zurrón vacío, y no hay una señal de primavera.
ESTA cansada tierra encallecida por tanta cal de triturado hueso hay que ablandarla a golpe, llanto y beso, hasta romper la costra de su herida. Hay que sacar al sol, dar pulso y vida al viejo corazón que aún sigue ileso en su llagada entraña, mudo y preso en plomo vil y voluntad vencida. Venid, hermanos, nuestra tierra muere de sed y soledad y sólo quiere el tacto y el sudor de vuestras manos; arados nuevos, lluvia verdadera, un atrevido sol de primavera y una semilla libre de gusanos.
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CON furia y con tesón, con uña y diente, ahondemos en la tierra calcinada que aún la raíz no ha sido aniquilada ni se quemó del todo la simiente. Si está la Madre de la cruz pendiente, la quiero descendida y no enterrada. Parad el llanto. Empiece la jornada del paso firme y el mirar de frente. Alzad España cara a su destino. Si el bosque se cerró, se abre camino; si no sirve el ayer, se hace futuro. Dejad las ruinas solas con la hiedra. Aún queda en nuestra patria mucha piedra que es el mejor cimiento y más seguro.
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