Seguir
MUCHOS por ti mataron, tierra mía. Hicieron de sus huesos plomo airado y mataron por ti. Convirtieron su dulce corazón en fiera lanza y mataron por ti. Ardieron de amor y de furor hasta los ojos, y mataron por ti. De mis huesos hice yo un árbol nuevo y atrevido y lo planté en tu pecho junto al árbol quemado. Prensé mi corazón y procuré una copa de sangre nueva y pura a tus mermadas venas; y añadí un hombre sin pasado a los sagrados nombres de tus hijos. Muchos por ti murieron, tierra mía; muchos murieron derramados sobre tus campos pobres como simiente sin futuro. Se olvidaron del beso y de la cuna, de la vid y del trigo. Se ofrecieron desnudos e impasibles a la oscura galerna y murieron por ti. Yo he seguido viviendo: Sobre tu arcilla triste, bajo tu cielo duro, he seguido viviendo. Trasegando tu vinagre y tu vino, tu sudor y tu llanto, he seguido viviendo. Respirando tus infectas letrinas, descubriendo tu secreto perfume, he seguido viviendo. En ti, por ti, contigo; amordazada, clavada, paralítica, vendida; sufriéndote, perdiéndote, ganándote; muriéndome, muriéndote, adorándote, yo he seguido, he seguido, he seguido viviendo.
|