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De Presagios (1924)
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El alma tenías tan clara y abierta, que yo nunca pude entrarme en tu alma. Busqué los atajos angostos, los pasos altos y difíciles... A tu alma se iba por caminos anchos. Preparé alta escala —soñaba altos muros guardándote el alma— pero el alma tuya estaba sin guarda de tapial ni cerca. Te busqué la puerta estrecha del alma, pero no tenía, de franca que era, entradas tu alma. ¿En dónde empezaba? ¿Acababa, en dónde? Me quedé por siempre sentado en las vagas lindes de tu alma. 34
La obediencia que esta noche me susurras al oído obediencia es de veleta. ¿Estar quedo? ¿Cambiar mucho? Eso será como quieran los aires que muevas tú para jugar con la ausencia. No te quejes de mis vueltas y de no encontrarme nunca cara a cara: eI huirte es obediencia. Y si mi alma no te está nunca quieta, no la llames volandera: fidelidad te he jurado —yo de hierro, tú de aire— de veleta. 48 Desde hace ya muchos años, la reja me tiene partido el mundo que se ve por la ventana, en cuatro partes iguales. Y así en una se me niega lo que se me ofrece en tres que no son nunca las mismas. Cuando yo rompa los hierros, ya lo sabes, no ha de ser para escaparme: será porque ya no pueda sufrir más el ansia esta de ver todo el mundo entero, sin cuatro partes iguales. |