El 30 de mayo —mi madre muerta—
I Recato o discreción mi madre de augustos sentimientos! Terminaron hoy su devoción doméstica y su oficio... Temía los vientos y temía a los mares... y se hizo perfume y rocío, para no temerlos! Le agradaban sol y calma, y miraba como es debido en torno... …………………………………………………………… ¡Muerta! A la vida has pertenecido ¡y oculta ahora de la vida eres de la eternidad inmensa! Lirios ofrendarte como al cielo! Aún quedan, amor, y esperanza... ¿Hablar, soltar palabras? Si todas ya contigo se alejaron... nada tenemos que decir! II Sentimiento extendido de mi madre muerta hace apenas tres horas. Madre, Madre. Madre desaparecida!... Envíame el cuidado de tu bendición desde el cielo que se extiende (como si pareciérame ahora, cielo de un sitio beato y extraño...) como si su amplia señal alta para mí fuera a empezar y desde el suelo que se achica, ahora! desde las estelares luces, y desde la tierra con sus ramos inmaculados e inusitados, sus torrecillas y sus techumbres, y todo lo que en ella está sereno... III Las angustias Debían morir también, al fin, tus ojos. Mirar pequeño y suave el tuyo ¡madre! El día mío y tuyo de la cosa más triste! Ya no están más las perlas: una angustia de acero... Y nadie dice el alma, a no ser sólo las tristezas. IV Madre muerta Pero retengo y llevo en las entrañas la alegría... de que te he de volver a hablar y he de mirarte más allá de la tierra y después de la mar, más allá de la muerte, más allá de la vida —junto al trono de las serenidades o en el umbral dormido de las felicidades— donde sólo se es joven calma pura donde el tiempo no cruza ni aparece su rastro. En el Reino del Aire!
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