Porque estamos aquí con el sueño del polo, con el fuego que hizo el primer hombre en la tierra, a la hora que marcan los relojes del banco, en la silla cercana de la caja de bienes del que roba y sonríe por la gracia del cielo. Y cercanos al niño que aún lleva el cordón umbilical de la anemia; correctos, vestidos de frac a la hora que vemos pasar triste un entierro. Aquí, pues, nos quedamos con las lindas queridas del señor General. Por la gran avenida, la manzana del aire se pudre y la panza del cielo es color de la iguana y la tarde agoniza levantando la voz. Porque estamos aquí en el bar donde cantan solitarias de tedio las parejas que pronto dormirán en hoteles, y el ramito de dicha dejarán en un charco. Ah la almohada del agua que reparte los sueños, que circunda las ferias. Y la arpía hecha letra desollando la fiebre en los juicios llevados contra los inocentes. Porque estamos aquí para que se cumpla la voluntad del coral, de la red y del hombre que ahora vuelve con la presa ganada. Carpinteros de nardos, albañiles del día, relojeros que saben cuándo el tiempo nos muerde, ved mis venas, parecen ríos hondos con labios repartiendo ternura. Yo ya no busco: heredo. Sabed que las colmenas y la alondra del día tañen una campana de futuros follajes.
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