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La prueba |
Me rodeo, Me cerco. Me consigno. Quiero pasar la puerta Y choco contra un vidrio. Ya me cansé de escuchar siempre: ¡Bah, escribe versos! Ya me cansé —¡qué bien!— de este fastidio. Voy a agarrar a Juan de la camisa Y a ponerlo de pie En medio de la calle; A ver si aprende, ¡a ver si tiene grito! Que no me vengan a contar más cuentos, Que no salgan con que me escondo mudo. ¡De una vez! Vamos a ver si vena a vena el sufrimiento duele, O voy a ver si araño mi corazón en vivo.
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Las uvas, los soles
Para este amor no pongo límites ni tiempo.
Y en verdad, cuando el día pasa y pasa
y suenan las espuelas del viento,
Yo cubro mi desnudez de uva, mi soledad de liquen,
mi carbón hecho de ojos que han visto demasiado.
Cuatro cirios me esperan y bajo al sueño hierba
que vaga en pleno mediodía entre las plazas
y los caminos de viajantes lentos;
puño la arena como el moribundo que aprieta a la
vida
y visito tenaz mi barrio detenido en la escama de
un pez.
¡Qué de astros girando sangre adentro, amigos!
¡Qué desove de soles cayendo en la mejilla del
verano!
Veo los días que vienen.
De noche planté muslos
para que germinaran durante la primavera.
¡Ah no estoy triste, de veras! ¡No!
¡No estoy solo! Me llamo Juan
y espiga lenta es mi boca.
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Celebración de la infancia |
Yo celebro. Celebro y danzo bajo la númida capa de lo eterno. Escucho el silbo del verde olor de mis días natales: escucho cómo gira la rueda de la noria, y cómo lo inasible crece en las espigas. Y yo celebro. Celebro el diálogo del cordero y las hojas del esparto. Sobre el alcor de mieses cae lento el ruido de los remos que golpean las aguas de la noche. Cantan las hojas, y el viajero por vez última oye el canto de los gallos, mientras la esposa borda su nombre en las doradas árguenas. Lejos, un perro aúlla y una ala del día roza la ventana. Mas yo celebro, celebro y danzo al son de las flautas oscuras que apagan el oro del otoño. Pues ¿qué es lo cierto, y qué es el júbilo del niño ciego? ¿Y de quién es la trampa y el juego del viento vagabundo? La fuente de ayer mana cerca de una tumba y un árbol crece en la mano abierta de la tierra. Soñamos, soñamos y las aguas de la infancia se cierran por encima de nuestras cabezas como una cúpula astral.
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