El rey Lear
Quiero que mi hijo tenga lo que yo no tuve
Déjese de cosas: usted toma mujer y se hace de un par de hijos y se pasa la vida en sus trabajos ni limpios ni muy sucios hasta apilar 100 columnas de monedas de cobre abajo de la cama y después con el tiempo –usted es de usos honrados salvo que la honradez etcétera– guarda 2 000 columnas más en el ropero y 60 en el techo del baño y entonces es el viejo monarca que va a construir un castillo en tierras de frontera antes de su muerte y antes de la muerte del mayor de sus hijos, "con el baño completo en los altos y un bañito en la entrada", y entre las arenas y el torreón del oeste sembrará los manzanos y el bosque de los robles que serán una soga entre sus hijos y los hijos de sus hijos y los otros que lleven su nombre, pero sabe que se puede enredar en una de esas ramas y Absalón –su hijo "el mayorcito, que va a ser ingeniero"– le abrirá la cabeza en 2 como una palta. Ahora usted evita las ramas y cambia los bosques por los acantilados: sobre la arena mojada su caballo es alegre y veloz, las naves enemigas no embravecen el mar, sólo el aire que sopla trae el frío de los cascos normandos – "allí nomás estaba el gerente general en su carrazo, me hice el que no lo vi"–, pero a ninguno de sus hijos le interesa su guerra con los normandos ni aprendieron a usar la ballesta, y usted de la oficina a la casa cuidándose de andar bajo las ramas, y otra vez al torreón del oeste –entre la cocina y el cuarto de fumar: el baño está siempre ocupado y en los cuartos que sobran ni una araña / en la noche cuando el aire está limpio: la luz de las otras ventanas, los grandes anuncios luminosos, y usted aprovecha que baje la marea, se ajusta las sandalias de venado, el manto: cabalga junto al mar, y Absalón –el menor "será un gran abogado este muchacho"– abre la red sobre la blanda arena y alza su arpón de hueso –no le gusta–, ya sé, haga su cuenta de nuevo, déjese de cosas: usted toma mujer y se hace de un par de hijos y trabaja y etcétera hasta apilar 100 columnas de etcétera abajo de la cama y sube el dólar en un 50% y desembarcan los normandos después de volar esos torreones nunca construidos y sus monedas de cobre son cáscaras de huevo que aplasta el aire. De acuerdo, sus hijos no han salido mejores que usted, pero igual lo esperan en el bosque de robles y al borde de las aguas y ahora moléstese en buscarlos: ya no sobra otro invierno y esta rueda se atraca.
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