a Cintia
Las cadenas (de un naranja chillón, aparatoso) no palpitaban ya, ya no gemían. Ni un vaivén, ni una mano (generosa y amiga) que le hiciese avanzar (un instante, un segundo tan sólo), retroceder, abanicar el aire (siempre distinto, siempre perpetuamente renovado).
Debajo del dolor se mueve España
Estás allí. Te tienen. Te han ganado a traición. Te han obtenido a gritos, a puñadas, a obuses. Ayuno para expiar la falta de no verte. Ayuno aquí, conmigo; aquí, rehecho; aquí, esperando la señal de abrirte las entrañas a besos. Ayuno aquí: desecho.
a José Pascual Buxó
Quizá lo mejor hubiera sido meter la cabeza en el agua del lavabo hasta asfixiarnos, o acercarnos al potro de belfos temblorosos y dejar que sus cascos nos moliesen el cráneo, o machacarnos el corazón con una piedra como si fuese acaso la peor alimaña. Porque ni queremos a Dios sobre todas las cosas, ni esperamos diplomas el día en que la muerte se nos vuelva de pronto nuestra hermana carnal. Hemos vivido siempre entre las ruinas y las ruinas se fueron haciendo de nosotros y nuestro cuerpo es hoy una nube de polvo que corre y se desplaza, y que gime las horas, y que tropieza y grita por las playas. Porque no queremos la compasión de nuestros hijos ni la simpatía del Hombre o el perdón de los tiranos. Quizá lo mejor hubiera sido machacarnos el corazón con una piedra como si fuese acaso la peor alimaña.
a mi madre
1 Clamaste y en tu clamor sentiste el peso de mi ausencia. Yo era tu carne y fui tu grito. Y te encontraste sola y en la espera. Y no llegué. No supe de tu llanto. Yo, que he sido siempre un punto de ti misma, el ala disecada... Pero estuve en tus poros, por tus venas. 2 Te siento morir entre mi llanto y te revivo a besos en mi carne. Salobre amor, mi amor; salobre grito. Dueles, amor, me dueles. Eres eterna en mí y eres amarga. Polvo es el polvo. Tu cielo soy apenas.
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